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Militancia y tribuna: nuevos retazos para reconstruir la historia de Omar Leopoldo López, el Monto. Parte II.

Militancia y tribuna: nuevos retazos para reconstruir la historia de Omar Leopoldo López, el Monto. Parte II.

“Encontró su sueño al fin,

digno de un gran capitán

con su historia, su bandera y su paz

no fue fácil llegar”.

 

Pastoral

Capitán Sueños.

Picaros, picaros, quizás pretenden el poder.

Desde el año 70’ hasta el 77’, en el cine Ritz, ubicado en Cabildo y Lacroze, se proyectaba todos los sábados de media noche la película “Woodstock”, el documental que cuenta la experiencia del festival celebrado en la ciudad del mismo nombre, donde miles de personas se congregaron en una etapa fundamental de la historia, siendo considerado una expresión decisiva para el movimiento contracultural de la época. A esas funciones se dirigían, cada quince días, ese grupo de pibes aurinegros del barrio de Villegas.

Por Pablo Nolasco Flores
Ilustración  el “Negro Alan”

Cada sábado por la noche partían desde San Justo en los colectivos de las líneas 113 o 55 para encontrarse con una multitud de pelilargos que hacían fila para entrar a ver el documental. Lo que fue para algunos una ceremonia de iniciación, para otros un rito semanal. El Monto y sus amigos, volvían entre las tres y cuatro de la madrugada del domingo a su barrio de Villegas, deslumbrados por la voz de Janis Joplin y envueltos por los ríos de cuerdas de la guitarra de Jimi Hendrix.

Woodstock se da en un contexto en donde se comienza a resquebrajar el tejido conservador de la sociedad estadounidense bajo el rechazo a la guerra de Vietman, el racismo y la lucha por los derechos de la liberación de las mujeres. Del mismo modo y salvando las distancias, el festival coincide con otros acontecimientos mundiales, como el mayo francés, y en el plano local el Cordobazo, donde la movilización popular en unidad de obreros y estudiantes, derrota en las calles al gobierno de facto de Juan Carlos Onganía, teniendo éste que renunciar.

Para un sector, Woodstock fue un acontecimiento musical reducido a “sexo, drogas & rock and roll”. Sin embargo, para otros sirvió como un forma de expresión y de repudio a una sociedad que se entraba en decadencia por la represión, material y simbólica. Pero tal repudio debía ser canalizado en organización y en militancia. Suponemos que el Monto se posicionó desde éste sector a partir de su experiencia militante.

Resortes de un andar clavado en los setenta…

El rock funcionó como una forma de canalización de la bronca de la juventud. Fue el modo de expresión que encontraron miles de jóvenes para poder sacar afuera la represión contenida por las estructuras de la sociedad que les imponía estilos y formas de vida que ellos rechazaban. La música, la lírica y la prosa fueron un canal para sanar aquellos dolores padecidos por “no encajar” en las formas de socialización. En el caso argentino, los 70 sentaron las bases de lo que luego tomaría forma como “rock nacional”.

Esta expresión artística, en muchos casos, fue utilizada por la juventud militante de aquellos años como banda de sonido de sus ideas de bronca contra la represión y las injusticias sociales, pero también de sus valores, sus sueños y sus proyectos. El Monto no resultó ajeno a todas expresiones.

Sui Generis y Pastoral eran dos de sus bandas preferidas. Sin embargo, la banda de rock chilena “Los Jaivas” le formó la identidad a Monto. Los Jaivas fusionaban rock psicodélico y progresivo con la inclusión de instrumentos y ritmos folclóricos. Inspirados en Violeta Parra y con su poesía caracterizada por el idealismo hippie de la época, es probable que el Monto haya visto en esos mensajes un motor ideológico y de combate para su vida. De hecho, a decir de su amigo Mila, el sencillo “Todos juntos”, era el himno de ellos durante los años 74’ y 75’. La canción dice lo siguiente:

Hace mucho tiempo que yo vivo preguntándome

¿Para qué la tierra es tan redonda y una sola no más?

Si vivimos todos separados,

¿para qué son el cielo y el mar?

¿Para qué es el sol que nos alumbra

si no nos queremos ni mirar?

 

Toda una declaración de principios. Una forma de entender la vida y querer construirla, desde lo político, lo ideológico y lo sentimental. Un clima de época.

 

Los amigos del barrio pueden desaparecer…

Omar Leopoldo López, el gordo, o el Monto, fue amigo, compañero de tribunas, de trifulcas, de viajes de mochilero, de locuras y de otras situaciones de las que seguro no estaría orgulloso. Fue un gran jugador de fútbol, un ocho habilidoso que pudo demostrar sus dotes en el equipo del barrio que formaron con otros pibes: “Cádaver”, llamado así por la cercanía del cementerio de Villegas.

Pero también era un tipo inteligente, un lector, un líder, una persona de palabra, un orador, un adelantado, una persona que escuchaba y ya tenía una propuesta astuta para hacer, siempre con un pie más adelante que el resto, como cuando se convirtió en uno de los referentes de la agrupación “Arriba Brown”.

El Monto, el gordo, fue arrancado el 30 de marzo de 1977, por la madrugada, en su casa del barrio de Villegas, en Ambrosetti y Agustín de Vedia. Mucho no se habló luego de sus desaparción, tampoco están muy claras las cosas como sucedieron. Sus amigos cuentan que aquél momento no se dieron cuenta de la gravedad del caso. Había una sensación de naturalización de lo que sucedía. Del mismo modo, no recuerdan haber tenido charlas profundas con los muchachos por eso. Sí manifiestan un cierto lamento por la mamá de Omar, una señora flaquita que caminó mucho por encontrarlo y murió sin poder hacerlo.

“El monto, a pesar de que era un hijo de puta, era un nene de mamá”, sostiene Mila. Había como una sensación de que “algo habrá hecho”. Aquí queda de manifiesto la convivencia de una normalidad con otra, paralela, que parecería “extraer” la vida cotidiana de un militante con la del resto de las personas que no militaban en organizaciones políticas. Sin embargo, sus amigos cuentan que siempre se lo recordó, tanto en el barrio como en la tribuna aurinegra.

“Los pibes del cielo están todos flameando sus banderas” se canta en cada partido en la tribuna aurinegra.

La historia del Monto es simplemente una más entre tantas que pueden ser contadas y otras miles que no. Mantener la memoria activa, ejercitar la palabra y la pregunta, hincar fuerte sobre los recuerdos, los que nos ponen orgullosos y los que no tanto, encontrarle un sentido a los hechos y articularlos con un proceso político y social intenso como fueron los 70’, nos permite humanizar a miles de compañeros que apostaron por un camino de lucha, de sueños y de construcciones colectivas. También nos permite, a los militantes populares del hoy, humanizarnos y sensibilizarnos.

Contar la historia de los pibes de Villegas que iban a ver el Brown, es contar la historia del Monto. Ojalá que se sientan reflejados en estas palabras. Esta serie de escritos son, justamente, para mantener viva y presente la historia de uno de los tantos que soñaron un país sin explotadores ni explotados pero que, además, vivían con mucha intensidad sus otras pasiones.

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