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Tu mundo cambió y, según testimonios o declaraciones, el mundo de muchos cambió en gran medida a partir de esa “contranovela” de Julio Cortázar, “Rayuela”, publicada en 1963. ¿Qué otras obras, Yamila, fueron dejando en vos huellas profundas?
Por Rolando Revagliatti
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YG — “Las mil y una noches” marcó mi infancia y me permitió el acceso a un mundo desconocido, lleno de magia, de peligros y posibilidades escondidas. La obra de Jorge Luis Borges, genio absoluto, sobrenatural y maravillosa, otorga la llave que abre todas las puertas.
Fiódor Dostoievski, todo. Hermann Hesse, Henrik Ibsen. Juan Carlos Onetti, cuya voz es para mí un auxilio. Roberto Arlt. Alfred Döblin, y su monumental “BerlinAlexanderplatz”, adaptada por mi amado Fassbinder, en una serie imperdible de catorce capítulos para televisión en 1980.
Fernando Pessoa, sobre todo el “Libro del desasosiego”. “La Ilíada”, “La Eneida”. “Rojo y negro” de Stendhal, “El extranjero” de Albert Camus, “El maestro y Margarita” de Mijaíl Bulgákov, “La náusea” de Jean-Paul Sartre, “Diario de un seductor” de Soren Kierkegaard. Franz Kafka, Camilo José Cela, Mariano José de Larra, Goethe y mi otro amado, Ramón del Valle-Inclán, con especial cariño por “Luces de bohemia”.
Has destacado a Jorge Enrique Ramponi (1907-1977). ¿Cómo accediste a su obra? ¿Nos trasmitirías tus impresiones sobre su poética?
YG — Accedí a su obra a través de un antiguo amigo. Era imposible hallar sus poemarios en los estantes de las librerías. Me ocupé de rastrearlos y encontré ejemplares de “Piedra infinita” y “Los límites y el caos”. Ramponi es la poesía hecha cuerpo. Su frase “Piedra es piedra” posee una claridad tan cierta, sencilla y precisa que existe poco que lo supere. Su poesía es el canto de los despiertos, sus poemarios son ejemplos manifiestos de lo que es un corazón vivo.
Tu apellido me traslada naturalmente a ese pintor nacido en la isla de Creta en 1541: El Greco. Y a “la musa de los existencialistas”, la cantante y actriz Juliette Gréco. Y como tanguero que soy a Vicente Greco (1886 o 1888-1924), uno de los insoslayables músicos de la Guardia Vieja. Hablemos, te propongo, sobre tus predilecciones pictóricas y musicales.
YG — Mis gustos musicales son muy amplios. Escucho música clásica, tango, bossa nova, jazz, heavy, punk, rock, según mi ánimo, el cual es caótico, pero en casa suenan, siempre: Enrico Caruso y su voz que me perfora el alma, lo que me lleva a esa magnífica, tremenda obra de Herzog, “Fitzcarraldo”, película que no puedo recordar sin que se me agite la sangre. Danzig, muchísimo.
Ramones, a quienes vi tres o cuatro veces. Billie Holiday, a veces sueño con ella. David Bowie, Alice in Chains, Héroes del Silencio. Y Leonard Cohen, al que tuve la oportunidad de ver en concierto en 2012, en Barcelona. Viajé para verlo en vivo y para caminar por el callejón del Gato, en Madrid. En cuanto a lo pictórico, me impresionan El Bosco y Francisco de Goya.
Daniel Rojas Pachas, en el prólogo a tu “Respirar puede ser un fracaso”, advierte “vasos comunicantes” entre esa poética y las de Benn Gottfried y el Conde de Lautréamont. ¿Coincidís? ¿De qué otras poéticas te sentís próxima?
YG — Sin duda, la obra de Isidore Ducasse me conmovió profundamente. Lo conocí de casualidad. Yo tenía diecisiete años. Fue en una feria, en un puesto de libros usados. Me acerqué y el primer libro que vi fue “Los cantos de Maldoror”, y el segundo, “Oficio de tinieblas 5” de Camilo José Cela, una obra potente, con un manejo de la ironía extraordinario, excelso. Me llevé ambos.
Cuando abrí aquellas páginas de Maldoror supe que yo también habitaba ahí, en cada una de las palabras que generan sus cantos poéticos; un filo que atraviesa, buscando algo más, casi como un ensayo metafísico. Luego, se sumaron las voces de Charles Baudelaire, Federico García Lorca, John Milton, Novalis, Rosalía de Castro, Vladímir Maiakovski, San Juan de la Cruz, Walt Whitman.
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¿Qué poemas tuyos más valorás o más querés?
YG — Estimo y valoro cada uno de mis poemas. Son la memoria de mi vida. Cuando los leo, inmediatamente recuerdo cada momento, todos los instantes; dónde los escribí, qué sucedía a mi alrededor, qué no.
Cualquiera de ellos me remite a mí misma en el pasado y hoy, cuando los leo en el presente, es decir, en el futuro de aquella que fui; noto que jamás estuve sola, que me tuve a mí misma. Ése es el motivo por el que aún existo.
¿Tamborileo, mugido, cacareo, gañido, rebuzno o zureo?
YG — En mis descensos seguramente he asimilado sonidos ajenos. Mi parte animal se encuentra siempre propensa a despertar; sin embargo, de escoger, elijo mi propia voz, siempre.
¿Por cuáles de las siguientes aseveraciones te percibís “más” alcanzada, y por qué?: Oliverio Girondo: “La poesía siempre es lo otro, aquello que todos ignoran hasta que lo descubre un verdadero poeta.” Juan Gelman: “Toda poesía es hostil al capitalismo.” Liliana Heer: “Al Poeta se lo distingue por la manera de no decir ciertas cosas, por la manera de decir otras, por su peculiar hábito de ceder al vacío central, por deslizarse en caída libre hacia un campo móvil, por habitar una discordia interminable.” Alberto Luis Ponzo: “La poesía no es violenta pero violenta el modelo elaborado para bloquear el ejercicio pleno de la vida”.
YG — Con la de Girondo, sin duda. Rimbaud lo expresa maravillosamente: “Ver lo invisible, oír lo inaudible”. La poesía es la acción de devolverle a la vida sus otras existencias, lo indefinido a la materia. El poeta capta y revela los entornos escondidos, añadiendo otra realidad a la expresión. Creo firmemente en la palabra como testimonio y figura sobresaliente de lo advertido.
*
Yamila Greco selecciona poemas de su autoría para acompañar esta entrevista:
I
Encontrarme quizás con personas que crean que les hablo bajo los parámetros del mundo cuando yo en verdad estoy hablando el mundo
todos tienen miedo pude comprobarlo aun así me arrastro camino me siento en una mesa donde la única defensa posible son mis ojos
mis ojos están cansados yo estoy cansada y temo estar entre ellos nadie me escucha temo estar entre ellos
yo quise respirar nadie me escucha pero yo quise respirar vi tanto que ahora no puedo vivir nadie me escucha yo vi tanto que ahora no puedo seguir viviendo
ni una persona viva —no estás sola— ésta es mi vergüenza lo que me recuerda aquellos días de verano cuando creí que todo era posible porque alguien existía
pero en mi vida ya no hay más veranos en mi vida ya no hay más vida palabras como amor casita estudiar yamila sol y amigo representan a partir de ahora mi deseo de haber nacido muerta.
*
II
La noche compite con la fuerza de la muerte,
transforma con insistencia los rasgos del alma.
Débil y derrotada como la piedra ante sí misma,
revela desiertos la luz a su figura.
Más allá de estas paredes,
el cielo pertenece a la catástrofe.
*
VI
Jamás el corazón tan apartado de su principio
cierra Dios mis latidos, rodeando los pulmones de verbo oscuro
la luz es una manifestación pendiente
Como un puñal caen los días, manos mediocres,
enloquecidas, cercando la destrucción
Nada es posible, lo sé, desde que me aproximé al Sol
y vi que se había rendido
desconozco ya como explicarlo,
si a mí misma me cuesta asimilar los espejos,
la miseria confesa en la expresión,
mi vida agotada en todos sus extremos
el frío inaudito dentro de este calor sobrehumano,
atormentada por volcar la sangre que me justifique
la esperanza, porque la muerte me señala
y parece acercarse la paz que no obtengo
finalmente, en este mundo, alguien en quien creer
cuando nadie me ayuda a calmar la noche
yo ruego, imploro, que la Tierra diga basta
aún hoy, faltando tan poco, basta.
*
XIII
Yo no canto, no grito,
yo escribo
y qué llamado de auxilio puede ser posible en el silencio
Escribir es el silencio y éste es mi llamado de auxilio
Estoy tirada en un pozo,
el silencio, el auxilio.
Yo tiemblo, como si en esa convulsión,
las rocas cedieran para dejarle paso a la vida.
*
XIX
Ni cielo alguno ni tierra.
Por qué sino las sombras protegen el manto de la vida,
calla su aversión la carne exhausta, el terror que la conforma.
Sucede la luz si las manos resbalan, su tejido y blanca certeza alimenta
su espalda, multiplica su yugo. El corazón no refleja más.
Llamar comprende sobras, polvo de los latidos perdidos,
la esperanza que no persiste ni se contiene.
Luego, vendrá el tiempo, el vacío extendido como un hueso a su llegada,
el día cuando nadie suceda por última vez.
Vendrá la noche, la hora previa al nacimiento, el Padre en todo oculto,
el lenguaje en su error desaparecido.
Otro nombre talla el infierno. La muerte, salvo crearla,
atraviesa el desierto su principio, la cordura su borde.
*
XXXVI
Contrae la muerte su refugio de sombras
reaparece en los signos el horror contrariado,
un devenir fallado, calcado en la memoria.
De por sí, la noche finge porque escolta
el símbolo de un territorio devastado.
Carencia es la mano negando la reacción del espíritu
poblando la Tierra de formas ásperas, impracticables,
como el corazón.
*
XXXIX
Tenebroso y escondido, rechazado por la luz
mi corazón, colmado, asfixia
Nunca fracaso en la vida sino en el cuerpo,
la respiración derrochada, su límite agobiante,
separa el cielo de lo ajeno,
porque la indiferencia aterra y la soledad llama
Caigo, sin embargo, caprichosa y sedienta,
a los pies de un alma que me obliga
pero por más que las imágenes se multipliquen
y el mundo parezca habitado, la existencia, nunca
Dios tampoco, enemigo de todos, también de los muertos
que me esperan para atravesar la noche.
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