Número de edición 8481
Espectáculos

Segunda parte de la entrevista a María Lilian Escobar

Segunda parte de la entrevista a María Lilian Escobar

En esta entrega se seguirá ahondando en la carrera de esta escritora y sus gustos culturales, entre otros temas.

Por Rolando Revagliatti

¿Cuál es tu primer recuerdo de un museo? ¿Y de una galería de artes plásticas?

MLE — El del Museo de Bellas Artes, enfrente de la Facultad de Derecho. Su ubicación me permitía visitarlo frecuentemente. Es algo formal, pero encantador, un paseo maravilloso. No recuerdo cuál fue la primera muestra que vi. Allí me siento como en casa, lo disfrutamos mucho con Roberto. Con él, vamos muy seguido al Centro Cultural Recoleta y al Museo de Arte Moderno de Buenos Aires. Constituyen para ambos mágicas salidas de fin de semana.

En cuanto a las exposiciones, me sorprendió, pero no me deslumbró la de Marc Chagall. Aprecié la muestra retrospectiva de Antonio Berni y la del año pasado de Kazimir Malévich en la Fundación Proa. Me asombran las obras de Cándido López, además de numerosas pinturas clásicas, en el Museo de Bellas Artes. Tengo predilección por las visiones encantadas de Paul Klee y de Xul Solar. En los museos, Rolando, me siento como paseando en un palacio, ellos no cesan de renovar y estimular mis horizontes creativos.

Con respecto a las galerías de artes plásticas, concurrí en nuestra ciudad más que nada a las de las calles Florida y Suipacha. Resultan algo más descontracturadas que un museo y se observan en ellas otro tipo de iluminación y de disposición de las obras exhibidas. En las galerías se pueden disfrutar singularidades y emergencias que muchas veces los museos no contemplan. Entre las últimas muestras que recuerdo me impactó la de Carmelo Arden Quin, con obras pertenecientes al período Madí.

Ironía: “Burla fina y disimulada.” “Figura retórica que consiste en dar a entender lo contrario de lo que se dice.” “Tono burlón con que se dice.” Y de acá pasemos a lo que manifestó el poeta Marcelo Dughetti para la revista de poesía “La Guacha”: “La ironía es un juego de abalorios, una diversión de los cínicos.” ¿Qué pensás…?

MLE — Depende de si la burla es en torno a personas o a circunstancias. Respecto de personas, no me agrada, excepto que sea excepcionalmente pícara, de extremada inocencia. Me gusta más la ironía sobre determinados momentos o circunstancias, aquélla que se convierte en algo brillantemente gracioso y crítico. En relación a la ironía en narrativa y poesía destaco otra vez la obra de Emeterio Cerro, tal como se puede observar en “Vaca entalcada”, “La cuca (Manual sexual)” o “El Bristol”, entre otros libros.La ironía constituye para mí la inteligencia al servicio de lo lúdico.

Hay títulos de poemas que nos parecen maravillosos, imprescindibles. Los hay que aportan al poema, pero no tanto. Y los hay redundantes. También están los que parecen redundantes, aunque en verdad, no lo son. ¿Estás de acuerdo? ¿Qué poetas te sorprenden más gratamente en cuanto a los títulos que eligen?

MLE — Creo, en relación a los títulos, que no deben redundar, presentar o remarcar el asunto que se desarrolla en el poema, ello disminuye irremisiblemente su potencia. Considero que si parecen redundantes en realidad lo son. Deben, según entiendo, resultar enigmáticos y no explicar el poema. Los títulos imprescindibles son el primer golpe de aliento del poema, su parir. La mayoría de los autores, aun los mejores, no prestan atención a la elección del título.

Me gustan de T.S. Eliot “Retrato de una dama” y “Miércoles de ceniza”, de Guillaume Apollinaire, “Annie” y “La linda pelirroja”. Fernando Pessoa titula bien y enumera bastante. Giuseppe Ungaretti omite los títulos. Alejandra Pizarnik titula correctamente y suele enumerar. De ella me gustan los títulos “A la espera de la oscuridad”, “La enamorada”, “Salvación” y “La jaula”. No anuncia con los títulos lo que va a explorar en el poema. Roberto Cignoni no se regodea en el dolor ni en la alegría, aun en sus tonos ásperos el lenguaje que utiliza es de una belleza abrumadora.

Así como no se solaza en esos estados, tampoco lo hace en los títulos que inician sus poemas. Me atrae en este sentido el trabajo de María Rosa Maldonado, y de los más jóvenes, el de Teresa Orbegoso en su último libro, “Perú”. Entre las mujeres que considero diestras en la labor de titular puedo citar además a Emily Dickinson, Dolores Etchecopar, Silvia Plath, Liliana Ponce y Clarice Lispector.

Para escribir, en ocasiones, ¿has tenido que enfrentar el “pánico”?

MLE — No, nunca me sucedió. Cuando escribo, cuando comienzo el poema, en general me brota de un estado de inspiración y permanezco en trance, solitaria, ajena a la cotidianeidad. Cuando corrijo, surge alguna idea o palabra o borrado o tachado que mejora lo escrito, eso me hace sentir muy feliz, como si un nuevo poema hubiese visto la luz. Corrijo durante años, voy muy lento. En el camino muchos poemas desaparecen.

Los tenemos al gran Isidore Ducasse (Conde de Lautréamont) con “Sepan que la poesía se encuentra en todas partes donde no está la sonrisa estúpidamente burlona del hombre con cara de pato.” Y a Edoardo Sanguinetti infiriendo que “La verdadera lucha de la poesía es justamente contra lo poético… Yo creo que el poeta debe buscar que las palabras que usa se vean prosaicas, pero que en realidad contengan elementos esenciales para comprender la época y la vida.” Y no falta un Raymond Carver categórico: “No me interesan los poemas bien hechos. Al verlos, mi tentación, es decir: Ah, pero no es más que poesía. Yo busco algo distinto, algo más que un buen poema.” ¿Qué urde Lilian Escobar ante tales manifestaciones?

MLE — Es difícil analizar un fragmento que pertenece a un texto mayor. Yo opino que la poesía se encuentra en la poesía, donada en sí misma y a sí misma, ajena a la burla o no burla del señor con cara de pato. Éstos son juicios limitados meramente a lo humano, extraños al lenguaje y hecho poéticos. La poesía trasciende nuestras reacciones y no emite juicios sobre aquéllos que la ignoran o resultan autoexcluidos de su mundo, mundo que pertenece, digamos, a otra dimensión.

Respecto al decir de Edoardo Sanguinetti, no creo que los poetas deban buscar que las palabras se vean prosaicas ni tampoco que hagan comprender la vida o la época. Ni la poesía, ni los poetas, están para hacer docencia sobre cosas mundanas o vulgares, aunque lo esenciante del hecho poético no deja de afectar a nuestro encuentro con las cosas y los seres. La poesía tiene por fin la poesía, y esto nos permite reflexionar sobre la alienación de la vida cotidiana, en que los actos y las relaciones que solemos establecer son siempre medios para otra cosa.

Muy pocos poetas, en mi opinión, han hecho una buena “arte poética”. Ni aun los movimientos que surgieron en el siglo XX, como el futurismo y el surrealismo; la cuestión es sumamente compleja. Sin embargo, Vicente Huidobro echa luz sobre la cuestión. Dice: “Poetas, no cantéis la rosa, hacedla florecer en el poema”. Y, como afirma Alejandra Pizarnik, hay que “mirar la rosa hasta pulverizarse los ojos”. La poesía no es programática, no manipula, no es especulativa. Es un acontecer que avanza a través de su decir multívoco.

Así lo demuestran poetas tales como Nelly Sachs, Dylan Thomas, Stéphane Mallarmé, Rainer María Rilke, René Char, T. S. Eliot, Paul Celan, César Vallejo, E. E. Cummings, etc. No se sostiene sobre consignas previas, como elegir determinadas palabras sobre otras o aludir a determinada época, o bien definir y/o esconder pareceres y conceptos sobre la vida. Esto es sólo prepotencia del poeta, no de la poesía, que va creando sus cauces y sus reglas a medida que sucede.

Lo de Raymond Carver me hace reflexionar acerca de la inspiración y el trabajo en el poema. Considero que sin inspiración no hay poesía, pero sin trabajo, y hablo de mucho y esforzado trabajo, tampoco. Existe un artículo, una conferencia de Denise Levertov: “Invitando a la musa”, publicado en el libro “Cómo se escribe un poema – Lenguas extranjeras” (Editorial El Ateneo, páginas 177 a 193), que lo explica con excelencia.

Un año después de que participaras como poeta invitada en el Ciclo de Poesía y Prosa Breve “Nicolás Olivari” que yo co-coordinara, aparece tu primer libro: ¿en qué circunstancias fue publicado? ¿Uno sigue siendo el mismo después de ver publicado su primer libro?

MLE — Mi primer libro fue publicado a instancias de Emeterio Cerro, a quien ya hacía unos cuantos años frecuentaba. Él había leído mis plaquetas y también mis colaboraciones en alguna revista. Entonces me insistió para que publicara. Él pensaba que dejando atrás un poemario editado se podía comenzar plenamente con otro.

Yo contaba entonces con una carpeta de unos 600 poemas, algunos de la adolescencia que fueron directamente desechados. Tomé los de los últimos diez años y descarté la mayoría. Roberto me ayudó con la selección de aquellos que quedaron. Lo tomé como algo natural, como la meta final del poeta que llega a la publicación para dar a conocer su trabajo. Pero la mejor parte, de todos modos, sigue siendo para mí la de composición y elaboración.

No, no me modificó el publicar el primer libro, ni en lo interno ni en mi relación con la poesía. Tal vez modificó mi entorno, el de los poetas que al fin conocían mi trabajo de un modo más formal. Calculo que para muchos fue como si me hubiera “recibido de poeta”. Perednik, después de haber leído “De cisne y eclipse” me entregó una postal, de ésas que regalaban en los bares y las librerías. En ella me decía que el libro le había significado un encuentro con la poesía. Fue, según sus palabras, como si lo hubiese picado “la mosca tsé-tsé de la poesía”. Es lo que recuerdo.

¿Coincidirías con el poeta mexicano Víctor Manuel Mendiola cuando sostiene que “El siglo XX es de alguna forma un proceso de destrucción de la realidad”?

MLE — Lo lamento, no leí a Mendiola y no comprendo a qué se refiere con esa frase. No puedo entender que crea que hay una realidad “en-sí”, un cierto sentido o carácter absoluto de mundo y de cosas (primer dislate filosófico) conservado a lo largo de cierto tiempo y destruido por las condiciones de una época particular (segundo dislate filosófico).

¿Tienen algo de ficción algunos de tus recuerdos? ¿Lamentás no recordar con detallismo algunas situaciones puntuales?

MLE — No para mí. Aunque sabido es que lo que se recuerda, se recuerda con la perspectiva con que uno vivió o sintió esas situaciones. No, no lamento no recordar detalles. Artaud decía en “El ombligo de los limbos”, que “hay que olvidarse de todo, hasta de sí mismo”. No existe otra forma de hacer espacio a la creación.

En una oportunidad, durante un viaje en tren a Mar del Plata, noté que, al pasar de una estación a otra, en cada una olvidaba la anterior y de ese modo dejaba entrar el nuevo paisaje. Entonces comprendí cabalmente a Artaud.

¿Cómo trabajás tus poemas visuales y las pinturas que utilizás en tus perfomances?

MLE — De diversas formas. A veces tengo la idea previa y trato de componerlos a partir de ella, otras veces se van creando y desarrollando a través de las formas y relaciones que se presentan. De cualquier modo, siempre se trata de un viaje maravilloso. Los cuido igual que a los poemas verbales, en todos sus detalles, procurando que en ellos no deje de hacerse presente la poesía, ese encuentro encantatorio de cualidad y misterio. A veces se deconstruyen y reconstruyen en varias jornadas de trabajo, otras veces basta un momento. Es una labor tan lúdica como apasionante, donde mi sensibilidad y percepción no cesan de ponerse en juego.

María Lilian Escobar selecciona poemas de su autoría para acompañar esta entrevista:

Kochoo

Kochoo

pequeña mariposa a la intemperie

peregrinas

dentro del primer hombre

cantando tus soles de tiempo

tan fugazmente como una piedra

cambias de lugar mi ronda

y aparece el río-luciérnaga

por siempre garza mensajera

papel contra papel

escribes algo sobre el agua

y todas las cosas

al día siguiente sorprenden a alguien

pequeña mariposa

gorjeas desdoblando cualquier traje

palabras rectas y suaves

haciendo tormentas a pie

tres noches dabas a conocer

una pizca de tu flor blanca

enhebrándola en el fuego

al día siguiente

él llamaba a alguien

pequeña mariposa

especie de arena

tallando la respiración como una brisa sobre el cerezo

o un delicado copo de lana

tocas ahora la tierra

entre bambúes

un cisnemundo

de las formas esenciales

al día siguiente el día siguiente

pequeña mariposa

tintinea tu brillo la cúspide

y en el campo el murmullo de tu color negro

danza anillos de arroz

sobre el campanario

la luna de tu horizonte

vuela la tierra hacia el umbral

de los nombres en tus pliegues

tan efímeros como infinitos

al día el día

(de “Canción nocturna”)

estoy royendo este hueso

así

hasta la hora de mi muerte

todavía espero un ángel

con una llave para éste

su abismo

cuando cae la vida en la ventana

unos breves tañidos alargan la tarde

donde las comisuras del viento

encuentran esa perfección originaria

de una Ciudad sin ruido

donde alguna voz lunar amanece

y toda sombra cambia imagen y sentido

(de “Canción nocturna”)

 

Presencia de sombra

Algo arroja su sombra

sobre mi edificio

enciende y apaga la lámpara

me acecha sin ojos

como una reina demente

camino entre las flores

memoria silenciosa

locura

noches y máscaras

la tenebrosa perra que se dirige a los muertos

está presente cuando se anuncia mi nombre

allí asoman mis labios para el solsticio del poema

donde los rostros se pierden

igual a cáscaras errantes en un cuerpo nupcial

una cifra viene y va

circular y secreta

una falda de magma o una mazmorra

de alientos que no llegan

pájaros desnudos

descienden desde la espesa tinta

al blanco del papel

tantas alas y Luz

en el refugio de mi soledad.

(de “Canción nocturna”)

ma ja

Y_it_jenshc

nuken

nakuna

gottelshene

del      xeukay      del

ushejenshc

ushsparlishe

¡ahwilum ush parlishc!

cheuquen

gegenko

 

yo tu

fuego

hacia ti yo voy

hombre mujer

voz o mirada

lengua dos lengua

nosotros vamos nosotros hambrientos

¡ah todos nosotros hambrientos!

uno otro del Sol

(de “Xochipilli”)

Coquittinitz

Chicotlatetoliztli

Notechtetech

Canyetiuh

An huiste

Yactlalli

Mamatzli

mamaCouhticac

cuepa

ucatonatiuh

aquianmanian

tonepantlaquauhtzalan

inecui

CaCatlaaztlacapalli

Tlaneztimani

Apoializtli

Tetechaxiliztli

Teticatleco

Después de una gran tempestad

delirio extravagancia del lenguaje

en mí                            en alguien

él es el viajero

nosotros venimos    nosotros vendremos

hacia esta tierra buena

con un cañón de pluma

y los brazos extendidos

regresaremos

Tercera Edad del Mundo

Sol de viento

lugar donde uno penetra

el instante

en medio de nosotros

en medio de los árboles

respirando el perfume del prado

en el ala de un pájaro

ya ha amanecido

coito infinito de la piedra con el fuego

(de “Xochipilli”)

Ngumatvavninche?

pichipu

laleula

Mervurhue

achemulam

Acheveulen

 

aaaaaaa                       AAAAAAAAAAAAAAAAAA

aaaaaaaaaaa               AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA

aeaeaeaeaeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeee

 

Acuumagn

Uúdatapuen

achenpvvnie

acuumagn

Mervurhue

IAN LAVAEN

callimulipe

pepilan

peite ALUPEN

UDUANE

UNDVAM

NICUM ULAM

avelnacha

hal-cachu

achelpeu

achewcuún

Yo habría de llorar?

Cerca

aun

todavía lejos

hasta que muera

en la boca solitaria

abierta a la huella

Abanico de piedras

donde se abren las hojas

un sueño

andar mortal

déjalo estar cerca

hasta que no pueda aún partir

Y yo habría de llorar?

abandono

todos los abrigos

de la nieve en flor

(de “Xochipilli”)

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