Dolores despertó, como cada madrugada, al cantar los gallos.
Dolores despertó, como cada mañana, al sonar el reloj despertador.
Dolores despertó, como cada mediodía, al sonar sus tripas hambrientas.
Dolores alimentó los animales de la granja y regó la quinta.
Dolores escribió un nuevo programa en su computadora.
Dolores se maquilló y salió a la calle.
Era un día normal hasta que un accidente cósmico ocurrió, y las paredes de dominio de cada universo se rompieron.
Dolores gritó a todo el mundo que era ingeniera, y no campesina. Como nadie sabía que significaba la palabra ingeniera, la quemaron en la hoguera por bruja.
Dolores gritó que era campesina, y que no entendía que eran aquellas diabólicas máquinas. Los psiquiatras recomendaron que la recluyeran en un cuarto acolchado.
Dolores gritó a los automovilistas que podrían poseerla por lo que valía un pedazo de pan. Ningún accidente cósmico podía empeorar su vida.
Por: Víctor Justino Orellana (*)
(*) Víctor Justino Orellana es argentino, nacido en 1974. Publicó tres libros de cuentos, Más oscuro que la noche (2004), Cuentos Sincréticos (2011), y Sueños Caídos (2012). Es miembro de Autores de La Matanza, coordinador del Café Literario del Oeste y colaborador en otros espacios literarios.
+ Microficción seleccionada por miembros del grupo Autores de La Matanza, que tiene como finalidad poder compartir noticias sobre las actividades de sus integrantes y coordinar y difundir los distintos eventos culturales que se organizan a lo largo y ancho del Distrito y las invitaciones que reciben para participar de actividades en otros municipios.