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En una nueva emisión de No Te Duermas, por Hexa Radio, de 10 a 12, coproducción de Periódico SIC y Diario NCO Rubén Dos Santos, representante de Manos Solidarios habló de sus primeros años sosteniendo su fundación, como surgió el proyecto y su motivación para llevarla adelante.
Por Marco Vandoni
En una entrevista exclusiva para No Te Duerma, el fundador del comedor y merendero Manos Solidarias rememoró acerca de sus primeros años a cargo de la institución, su compromiso con la comunidad y su difícil momento personal previo a la fundación de la organización en plena pandemia de la Gripe A.
“Manos Solidarias comenzó como un comedor y merendero infantil que a partir de los problemitas económicos en el país tuvimos que incorporar a los papas, a los abuelos y gente que compartían el mismo terreno familiar porque a veces la gente se nos sinceraba y nos contaban que los nietos veían que los abuelos a veces no comían”, contó Dos Santos sobre el nacimiento del merendero.
Sobre el crecimiento del establecimiento manifestó: “Estamos en Isidro Casanova, en el barrio Atalaya y últimamente se sumó más gente que viene con necesidad a la que ya había entonces nosotros llamamos familia a todos los que compartan el mismo terreno”.
El puntapié inicial
Rubén rememoró sus comienzos hace 13 años en un complicado momento de su vida: “Comenzamos en el 2009 cuando la pandemia de la Gripe A. Yo me contagié cuando recién surgió y estuve 9 días en terapia, mal. Mi familia esperaba un milagro porque tenía una neumonía bilateral”.
“Rezamos mucho para afrontar eso y el antibiótico empezó a hacer efecto y mi familia me dio fuerzas hasta que pude salir de esa situación. Tenía 50 años en ese momento y pensé que podía esperar un poco más”, expresó sobre el difícil momento de salud que le tocó atravesar.
“Así que le dije a mi señora que en caso de salir adelante quería hacer algo para reintegrar a la sociedad, siempre fuimos muy solidarios, La solidaridad no se estudia, sale de uno y se va perfeccionando”, afirmó Rubén sobre su voluntad y su mirada solidaria.
De esta manera es que Dos Santos describe la idea que dio pie a la inauguración del comedor: “Queríamos tener un lugar propio y así fue como decidimos abrir Manos Solidarias con la idea de albergar chiquitos de entre 12 y 14 años”.
La motivación de Rubén
Rubén recuerda una anécdota que más adelante seria el disparador para abrir las puertas de su casa a la comunidad: “Cuando arrancamos, después que yo salga de la clínica, en una día de plena lluvia vienen dos chicos habitués del barrio que pasaban siempre los vimos todos mojados y con un bebé a upa. Los contuvimos en ese momento, les dimos ropa seca, mate cocido, algo para comer y en ese momento nos dimos cuenta de algo”.
“Esto es, aquí tenemos que trabajar. Mi señora y yo pasamos por situaciones así de chicos, pero pasa que con el tiempo uno se va olvidando pero en ese instante uno tiene que ser muy frio para no darse cuenta o no sentir nada”, expresó el referente de Manos Solidarias.
Sobre el momento de iluminación que atravesó aquel día lluvioso contó que “ahí hablamos con los chicos y les dijimos que la idea era que puedan pasar dos veces a la semana. No teníamos ni un peso, lo único que teníamos era un celular viejísimo que nos había quedado a mi señora y a mí”.
“Tuvimos que salir a pedir recursos y a veces los chicos de 10 años nos daban cátedra. Capaz si van los chicos a pedir los ignoran pero al ver que andan con bebés o chicos pequeños las familias se sienten tocadas y les dan recursos”, se abrió sobre la desgarradora situación de algunos niños.
El rol de los chicos
Rubén profundizó sobre las precarias condiciones de algunos chicos “Los niños tienen que salir “a trabajar” muchas veces. Su trabajo es conseguir comida. ¿Por qué andan a cualquier hora de la noche por la calle? Porque tienen que salir a caminar y muchas veces tienen que volver caminando desde Villa Luzuriaga hasta Rafael Castillo”.
“A veces les dan fideos con arroz, y eso no les sirve a los jóvenes porque comen en la calle y no tienen para cocinar. En cambio, les es más practico unas galletitas o un sanguchito”, contó Dos Santos sobre la realidad que viven los menores.
No olvido de referente las dificultades y percances presentes en aquel primer año de la organización: “El primer año fue muy difícil, ni siquiera teníamos una computadora, íbamos a un locutorio con ayuda de mi hija que ella sabia manejar una máquina. Pudimos crear una página y luego conseguir una computadora gracias a las donaciones”.
“Al principio nuestra sede era nuestra propia casa, en nuestro comedor. En 4 o 5 meses todo creció y como el numero de asistentes aumentó a 50 chicos tuvimos que empezar a organizarnos por tandas”, recordó sobre el crecimiento meteórico que experimento su proyecto.
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