
Entrevista a la escritora de destacada trayectoria, autora de diversos trabajos literarios.
Por Rolando Revagliatti
María Lilian Escobar nació el 2 de junio de 1961 en Buenos Aires, ciudad en la que reside, República Argentina. Es Abogada por la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires. Como integrante de “Paralengua, la ohtra poesía”, dedicado al desarrollo de poéticas visuales, sonoras y digitales, presentó, desde 1991 a 1998, poemas fonéticos y visuales, y performances en torno a poemas en lenguas mapuche, náhuatl, guaraní, guaycurú y quichua, todos de su autoría.
Sus poemas verbales y en esperanto de lenguas originarias fueron divulgados en diversas revistas argentinas y extranjeras, mientras que los visuales se publicaron en “Xul” (Argentina), “Graffiti” (Uruguay), “Dimensao” (Brasil), “Punto Seguido” (Colombia) y “Texturas” (España), así como fueron incluidos en “Poesía visual argentina” (estudio y catálogo editado por Vórtice Argentina, 2006) y en “El punto ciego. Antología de la poesía visual argentina desde 7000 a. C. al tercer milenio” (compilada por Jorge Santiago Perednik, Fabio Doctorovich y Carlos Estévez; San Diego State University Press, Estados Unidos, 2016).
Participó, entre otros eventos, en las “Primeras Jornadas de Poesía Visual y Experimental” (1996); en las “Jornadas Rioplatenses de Poesía Experimental” (Montevideo, Uruguay, 1997); en la “V Bienal Internacional de Poesía Visual-Experimental” (ciudad de México, México, 1998); en la “Primera Muestra Euroamericana de Poesía Visual” (Bento Goncalves, Brasil, 1998); en las “Primeras Jornadas Internacionales de Poesía Experimental en la Universidad Nacional de San Martín” (2015); en la muestra “Poéticas Oblicuas. Modos de contraescritura y torsiones fonéticas en la poesía experimental” (2016).
Además de haber dirigido con Roberto Cignoni varios talleres de poesía, con él organizó entre 2001 y 2004 el ciclo “Debates en torno a la Poesía Visual,
Sonora y Experimental”. Poemarios publicados: “De cisne y eclipse” (Editorial El Caldero, 2000), “Xochipilli” (Editorial Descierto, 2012) y “Canción nocturna” (Editorial Descierto, 2016).
Naciste el 2 de junio de 1961. ¿Nos contarías algo de tu infancia y de tu iniciación en la poesía? (Un 2 de junio, pero de 1537, el papa Paulo III “decreta que los indígenas americanos son seres humanos verdaderos, dotados de alma.” Aporto la referencia, puesto que después abordaremos el tema de las lenguas de algunas etnias de América.)
MLE — Nazco, efectivamente, un 2 de junio, dos días antes de la fecha esperada, según mi madre, porque los médicos, efectuando un control, rompieron la bolsa amniótica. Soy la mayor de cuatro hermanos, Carlos Daniel, Mónica Susana y Susana Beatriz, que son mellizas. Mis padres son Susana Romero y Daniel Escobar. Mi abuela materna, Serapia Eufemia Durán Segovia, viuda de Romero, viuda de Caballero, poseía junto al abuelo Romero 1000 hectáreas en chacras de algodón en la provincia del Chaco.
Al enviudar pretende vender todo y mudarse más cerca de su familia en la provincia de Corrientes, pero ella era analfabeta y el juez de paz la estafó, dejándola en la calle con algo más de veinte años y cuatro hijos. Tuvo que empezar de cero. Durante toda mi infancia ella insistía en que los nietos estudiáramos, para que nadie tuviese la oportunidad de estafarnos.
Mi madre me enseñó a leer y escribir a los cinco años, y desde entonces escribo. Durante el cursado de la escuela me iba muy bien con las composiciones. Alrededor de los diez años, mi madre me regaló su diario íntimo, donde decía que aspiraba a que yo estudiase medicina. Ya no pude parar de escribir. Me gustaba leer al azar o por letra del abecedario el contenido de las enciclopedias que me compraba mi padre: apreciaba paisajes, lugares, cuadros, vida y obra de artistas, etc. Mis padres no eran artistas, pero adoraban el cine, escuchaban radioteatros y todo tipo de música popular y clásica.
Y mi abuela, el teatro y la zarzuela. Ya en la adolescencia, mi hermano Carlos, que desde hace unos cuantos años también escribe poemas, tenía un amigo del colegio secundario que tocaba música clásica en guitarra y ahí escuchamos y aprendimos mucho. Y yo escribía poemas de los cuales mis compañeros del colegio se burlaban. Cuando concluí esa etapa ingresé en el Profesorado de Literatura Normal Nº 1, y cursé un par de años.
Mis padres no estaban en condiciones de comprarme los libros a tiempo y, con un ritmo tan exigente como tenía el profesorado, era difícil estar lista, aunque lo lograba, excepto en latín, materia en la que fracasé rotundamente. Tuve de profesor a Federico Pippo, que, aunque principal sospechoso en 1984 del asesinato de su esposa, Oriel Briant, fue mi mejor profesor: lograba tornar actual a “Cantar de mio Cid”.
En cuanto al alma, su existencia es sólo creencia de determinada cultura o religión. Su negación o afirmación constituye apenas un fragmento de una realidad que rebasa en su fondo cualquier criterio, una realidad que “es” más allá de lo perceptible al pensamiento humano. Desde ya me parece terrible y horrorosa la descalificación de un grupo humano respecto a otro sosteniéndose en la realidad que su propia creencia impone (es decir, actuando a la vez como juez y parte). Tal afirmación carece en este punto de toda legitimidad intelectual y espiritual.
Los indígenas poseen su propia cosmogonía y no necesitan pautas o parámetros occidentales. Las diferentes cosmogonías son incomparables, y ninguna de ellas puede incidir o valorar a las otras según sus supuestos. Tampoco, por otra parte, se vuelve necesario su encuentro para algún sustento recíproco. No creo, al fin, que la Iglesia o el Papa puedan arrogarse el derecho de otorgar la calidad de humano a quienes lo son más acá y más allá de que una instigada autoridad se digne o no reconocerlo.
¿Y Derecho? ¿Qué te inclinó hacia la abogacía? (¿Para que “nadie tuviese la oportunidad de estafarnos”?)
MLE — Allá por 1981 rindo junto a mi hermano Carlos el examen de ingreso en Derecho. Aprobamos con muy buenas notas. En las clases yo escribía poemas, incluso con palabras jurídicas cursando internacional público o privado, o estudiando esas materias en la biblioteca. Él lamentablemente abandonó en cuarto año. Es clase ‘63, y aunque no estuvo en combate la guerra de Malvinas lo afectó mucho.
Poco antes de recibirme conocí a Roberto Cignoni, mi esposo, con quien comparto proyectos e intereses. Llevamos veinticinco años de casados. A través suyo fui accediendo a las búsquedas de numerosos creadores, la filosofía oriental, el haiku, las poéticas del siglo XX y las vanguardias, los pensadores del posmodernismo. Él codirigía con Jorge Santiago Perednik la revista “Xul” y creaba junto a Carlos Estévez el espacio “Paralengua”, en el que participé y me desarrollé durante una década. Mientras, concurría a talleres de teatro y literarios y acompañaba a Roberto en la coordinación de talleres.
Me inclinaron a la abogacía mi ideal de justicia y la ocurrencia de mi hermano Carlos de que estudiásemos juntos con los mismos libros. Y supongo, además, que el consejo de mi abuela materna (estudiar para no ser estafados) tuvo su impacto. Una de mis hermanas, Susana Beatriz, también cursó estudios en Derecho hasta cuarto año, en que nació su segundo hijo. La otra, Mónica Susana, inició sus estudios en Filosofía y Letras.
Derecho es una carrera atrayente, con materias especialmente fecundas. Tal es el caso de Filosofía, Historia, Sociología y de algunas introductorias de aquella época, como Historia de la Cultura, que adquieren singular relevancia para aquellos que desarrollamos el gusto por las disciplinas humanísticas.
¿Qué encuentros, muestras, jornadas, te han acercado más a efectos de plenitud o gratificación, y por qué? ¿Qué artistas visuales y experimentadores en los campos de lo sonoro o digital más te impresionan?
MLE — En tanto plenitud y gratificación me han conmovido especialmente los encuentros de “Paralengua, la ohtra poesía”. Fue una década de conocer obras bellas y personas talentosísimas, de verlas crecer, desplegarse y consolidarse en un espacio en el que todos confluíamos en una búsqueda incansable, fuera de los límites de estructuras condicionantes.
Allí tuve al alcance obras de Emeterio Cerro actuadas por Baby Pereira Gez, Roberto López y Robertino Di en performances arrolladoras, encontré a Carlos Estévez y a Roberto Cignoni con sus destellantes poemas orales y performativos, a María Chemes, inigualable en escena a través de su cuerpo y de su voz, a Ricardo Rojas Ayrala, con su tan lúcida como desopilante poesía bufa, a Myrna Le Coeur en su decir exasperante y trágico arrojado a través de escenas cotidianas, enunciando poemas contemporáneos y aun clásicos como los de Catulo, a Andrea Gagliardi con su poesía trabajada en torno a un teatro de pequeños objetos y sugerentes acciones.
Todo fue potenciarse los unos a los otros desde la obra y la creatividad de cada cual. La búsqueda era intensísima y nos preparábamos en varios campos a la vez. Se trató de un gran desafío para el arte y la poesía de la época y aún hoy sus hallazgos no han podido ser igualados.
También me han enriquecido las Jornadas de Debate sobre Poesía Experimental, organizadas por Roberto y por mí en Vórtice Argentina, espacio dirigido por Fernando García Delgado. Allí se vertieron lúcidas reflexiones y diálogos en torno a la contemporaneidad de la poesía visual y experimental, contando con la participación de artistas y ensayistas relevantes, como Oscar Steimberg, Ernesto Livon Grosman, Jorge Santiago Perednik, Roberto Scheines, Gonzalo Aguilar, Alonso Barros Peña, Carlos Estévez, Susana Fernández Sachaos, Carlos Ellif, Fabio Doctorovich, Reynaldo Jiménez, Ricardo Rojas Ayrala, Ladislao Györi, etc.
De los artistas visuales quien más me impresionó fue Edgardo Antonio Vigo, un pionero de esta actividad en nuestro medio. Lo conocí personalmente, porque le pedí a Perednik realizar la entrevista que él quería para la revista “Xul”. Finalmente la hicimos Roberto y yo, consumiendo en el proceso cuatro casetes. Lo fuimos a ver los domingos a La Plata, viajando desde Adrogué, durante un mes. Era muy afable, creativo y estimulante, nos regalaba objetos y obras en cada encuentro. Estaba lleno de una cierta ternura que aún guardo en mí. Él fue el único que me llamó María.
En el plano digital me deslumbró el trabajo de Ladislao Pablo Györi, creador de la Poesía Virtual y discípulo de Gyula Kosice. Sus videos con estructuras móviles y viajes a través de poemas tridimensionales resultan asombrosos.
Fuera de “Paralengua”, en lo performático, admiro mucho a Ciela Asad, a quien considero la mejor performer actual de la Argentina.
En sus presentaciones es excelsa la armonía entre la danza, la emisión de la voz, la acción teatral y el trabajo con objetos. A través de ello da vida a un acto poético llamativo, penetrante y envolvente, muchas veces a partir de poemas escritos por ella misma.
Y ahora tus performances, Lilian: agradecerán nuestros lectores que nos describas tus procedimientos de concepción, de articulación, de escenificación.
MLE — Tal como se lee en la contratapa de mi poemario “Xochipilli”, en los poemas aborígenes parto de idiomas o dialectos originales (náhuatl, mapuche, guaraní, guaycurú, quichua) a los cuales combino algunas veces en una suerte de esperanto indígena, produciendo particulares juegos sintácticos y sonoridades inauditas.
Un segundo momento consiste en transcribir esos poemas al castellano, adaptándolos libremente a nuestro idioma, en una especie de transcreación que suele arrojar, incluso para mí, encuentros sorprendentes de palabras e imágenes. Finalmente, realizo una partitura fonética de estas composiciones en su idioma original, con el objeto de activarlas vocalmente sobre un escenario.
En estas presentaciones ante un público la palabra, las sílabas, el silencio, constituyen una invocación, un conjuro, una plegaria del alma. Se trata de una ceremonia ritual, en la que intervienen también objetos, máscaras, velas, inciensos y vestimentas. Todo ello participa de lo sagrado, de la invocación a la naturaleza. Es una ceremonia donde se impone al fin cruzar las fronteras entre el tú y el yo, entre el sujeto y el objeto, accediendo a esa energía donde la comunión resulta posible.
Se trata, ante todo, en estos poemas, de alumbrar el devenir indígena, no alcanzando una forma por identificación, imitación o mimesis, ni enquistándose en la representación o la trampa descriptiva de alguna escena de costumbres, de algún ritual o de cierta acción guerrera, sino encontrando la zona de cercanía, de indiscernabilidad, de indiferencia, en la que uno ya no puede distinguirse de un aborigen.
Pasos inciertos e imprevistos, no empecinados en una reproducción sino singularizados en un gesto. Devenir indígena es para mí nacer y morir como un indígena siempre inacabado, que no sabe cultivar el maíz ni tallar una piragua, que entra más bien en una zona de mística proximidad en lugar de adquirir caracteres formales, y que se cruza con un aliento y una huella que desbordan toda materia vivible o vivida.
“El Surmenage de la Muerta” fue un Sitio, fue una revista. En ella se difundió uno de tus ensayos, ése en el que abordás a Edgardo Antonio Vigo (1928-1997).
MLE — “El Surmenage de la Muerta” es una revista de papel, de distribución gratuita, y también digital, cuyo editor es Fernando Fazzolari (artista plástico). Tiene una tirada de 1000 ejemplares y se edita hoy esporádicamente, aunque al principio lo hacía con cierta regularidad. Se autodefine como un medio de construcción colectiva que se materializa con la participación de los artistas a través de sus producciones. La conformación del mismo, su continuidad y sentido le corresponden a los artistas e intelectuales de diferentes disciplinas, que colaboran en la elaboración de cada número. La revista incluye tanto obras como ensayos.
En mi artículo, comento cómo Vigo desarrolla ciertas formas poéticas donde el decir se vuelve acto y el acto se consuma objeto, ubicando a la obra fuera del contexto de alienación social (donde actos, palabras y cosas se instrumentan en función de fines ajenos a su propia producción). Ello muestra a la poesía como un tránsito libertario, tránsito o intensidad que ni siquiera se vuelve necesario mencionar porque acontece naturalmente. Investigo y describo cómo, con la experiencia Vigo, nace la versión irrepetible e irrumpe el concepto de lo múltiple, y cómo, en el plano de la acción práctica, nos encontramos ya con el ámbito del “objeto libre”, transfigurado en razón del juego de polaridades y de la irreprimible multivocidad.
¿Nos dirigimos a ese poemario en esperanto de lenguas originarias?
MLE — Hacia principios de los ‘90 quedé muy impresionada por el trabajo de Ricardo Rojas Ayrala, cacique autóctono que en su moto-malón desató la veneración de las almas salvajes y aptas a la revuelta. En el momento en que me topé con su obra, ella exaltaba el sabor de lo aborigen y mencionaba en forma asidua y de modo peculiar a los pampas y a los quilmes.
También, por aquel momento, había comenzado a frecuentar a Emeterio Cerro, que me enviaba sus obras desde Francia, nutriendo con ellas una exuberante mitología ambientada en la región pampeana. A todo ello debe agregarse la gran información que me brindó Dick Edgar Ibarra Grasso con su “Argentina indígena y prehistoria americana”.
En fin, se presentó la posibilidad de ser rescatada por ese clima ancestral, por ese lenguaje mágico, sobrenatural, que no transcurre en tiempo lineal, el cual se manifestó en mí a través de un esperanto o combinación de lenguas aborígenes, donde el fonema, además de constituirse imagen, es actuado fonéticamente.
Actuado, entiéndase bien, no en términos de representación, sino propiamente de acción, de presentación o, si se quiere, de palpable aparición, como si compartiera los sueños de James Joyce y su “Finnegan’s Wake”, o los de Antonin Artaud cuando alude a la esencialidad del teatro en tanto acto, o aun a las visiones de los propios aborígenes o a las del hombre primitivo. En todos ellos el objeto, o mejor la cosa, es la propia palabra, y su relación con el lector es motivada por una gran carga de inteligencia sensible, abyectada desde el seno de una emoción subyacente, universal, donde un gran prisma de colores y notas abarca el hecho poético.
Se está ante una comunicación preverbal: apunta a la ilusión de dar vida al fonema, que no nos necesita y prescinde de nosotros en su dimensión inalienablemente “dassein”, a la vez efímera y eterna. En cuanto a la traducción de estos poemas y a sus versiones escritas, puede decirse que se trata más precisamente de una traslación y de una transcreación por imágenes.
Se insiste en un decir fuera del discurso, decir que presta alusión a cada forma extraña, indeterminable, a cada imagen fronteriza, propulsando su potencia en fugaces apareceres, tan intermitentes como inciertos. De entre los artículos en los que ha sido analizada y comentada tu actividad elijo el incluido en el volumen “Tecnopoéticas argentinas. Archivo blando de arte y tecnología”, compilado por Claudia Kozak.
MLE — “Tecnopoéticas argentinas” es un archivo o mapeo de poéticas de nuestro país que utilizan medios o elementos técnico/tecnológicos en sus desarrollos. Sus páginas integran el Bioarte, la Ciberliteratura, la Videopoesía, la Instalación, el Arte Correo, la Música Electrónica, el Net Art, la Performance, la Fotografía Experimental, la Tecnoescena, etc.
Mi trabajo, particularmente, se cita en relación con el Arte y la Poesía concretos, a partir de poemas presentados en la revista “Xul”, y con la Tecnopoesía, por aquellas realizaciones en vivo activadas en “Paralengua”, en las que se privilegiaba el cruce de procesos multimediáticos, digitales, visuales, sonoros y performáticos. En ese encuentro y combinación de distintas materialidades no dejaron de abrevar mis poemas en lenguas originarias.
¿Balido, bramido, siseo, barrito, canto o trompeteo?
MLE — La palabra se rompe, se disgrega, descontándose como mero vehículo de un significado y dando cuenta de la cosa en sí, que conmueve; los silencios se acentúan como pliegues que van abriendo, descarnando el decir. El sonido procede por aceleraciones y retardamientos, por repeticiones y variaciones, por un montaje de voces que se concatenan a través de pulsos y de cargas energéticas antes que por lógicas y causaciones.
La palabra se remonta como balido, bramido, siseo, barrito, canto o trompeteo: es comunicación sensible y afecto antes que mediación de un sentido. Todas las posibilidades de la voz y del espectro sonoro son posibles para ella.
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