
En el año 2019 hubo 327 femicidios en nuestro país; algunos, muy recientes, ocurrieron en La Matanza, movilizando a toda nuestra comunidad.
En función de pensar estos hechos de violencia de género, recorreremos algunas características de un sujeto violento particular: el psicópata.
Nuestra violencia de cada día
Estamos acostumbrados a cierto grado de violencia, institucional, laboral, moral, psicológica y física; imperceptible en muchos casos, pero real y efectiva, en cuanto es generadora de un malestar silencioso en la sociedad. Cuando pensamos la violencia buscamos sus orígenes en los tipos de organización cultural como el patriarcal y el capitalismo, donde la desigualdad y las relaciones de dominación de ciertos sectores sobre otros son los símbolos imperantes; pero, son las instituciones y los sujetos los que encarnan, efectivizan y normativizan, a través de micropolíticas, la violencia en las relaciones humanas.
La noción de psicopatía pertenece a un criterio psicopatológico que deviene de la psiquiatría clásica; un poco en desuso en la actualidad y reemplazada por diferentes tipos de trastornos según los manuales diagnósticos. Sin embargo, este término no deja de despertar interés en el ámbito clínico.
Por otro lado, desde el psicoanálisis, podemos mencionar que la psicopatía pertenecería mas bien a un conjunto de fenómenos y no a una estructura subjetiva como la neurosis o la psicosis. O sea, un sujeto neurótico puede tener rasgos psicopáticos, tanto como un psicótico. El eje de la cuestión se orienta entonces a ciertas conductas observables que presenta el individuo y sus modos de vincularse con el otro.
En general, su modalidad se orienta a un desprecio hacia los demás y hacia las normas establecidas; a un narcisismo exacerbado y una búsqueda de complicidad en sus actos violentos, actos que no son inhibidos por culpabilidad alguna, angustia o temor.
Sus relaciones de afecto están teñidas por un aglutinamiento mórbido, donde su pareja es considerada un objeto, una cosa que no tiene derecho o voz. Si se pudiera establecer una analogía; podríamos pensar al individuo con rasgos psicopáticos como aquel animal que traba su mandíbula al atrapar a su presa y la mantiene en su boca; no la devora al momento, sino que la retiene deshaciéndola lentamente. Impidiéndole cualquier tipo de escapatoria o movilidad.
La manipulación psicopática
El sujeto con rasgos psicopáticos presenta un modo particular de vínculo con el otro (en especial con las mujeres); su característica de base se centra en que él es el amo de la relación, él es el que piensa, sabe y domina, el otro no puede estar nunca en un lugar de saber o cuestionarlo. Por eso el psicópata no pregunta, no se interpela, no se interroga sobre su hacer. Tiene una relación muy particular entre el goce y el saber.
Al caracterizarse por su capacidad de manipular, el sujeto con rasgos psicopáticos, tiene un amplio bagaje de recursos. Sus vínculos pueden pasar desde un estado de seducción y enamoramiento hacia la pareja, hasta el desprecio, la humillación y el terror sobre esta; solo para volver a una situación de arrepentimiento, donde él mismo se humilla y sufre solamente para ser perdonado. Lo que se observa en este tipo de relación coercitiva es un modo de goce sadomasoquista; donde el interés primordial es generar angustia en el Otro.
La complicidad en los vínculos violentos.
A esta altura podemos pensar en modos de vínculos violentos y psicopáticos, donde un sujeto ejerce una relación de poder y dominación sobre el otro; muchas veces aceptados por la sociedad, según su recurrencia e intensidad. Este sujeto puede presentar algunas características particulares, propias de su modo de goce. Ahora bien, ¿Cómo puede haber cómplices sobre este tipo de violencia? pues, los patrones de vínculos sociales, en cierto modo, avalan este tipo de relación.
Como se mencionó en un principio, la violencia puede ser tolerada e incluso admitida en ciertos grados, ¡hasta justificada! en una sociedad que se sostiene sobre vínculos de dominación bajo los parámetros del género o el estatus social (solo por nombrar algunos); donde está bien visto pensar al otro como una propiedad privada, donde se romantiza el sufrir por amor, el ideal de un amor eterno, donde la libertad parece perder su propio valor, donde es preferible acusar a la víctima y poner en tela de juicio su palabra, que detener al victimario. La complicidad también puede existir en diversos grados, la complicidad también es violencia.
Esta breve descripción de un tipo particular de violento no pretende ser exhaustiva; sino, dar una señal de advertencia para aquellas personas que sufren nuestra violencia de cada día y para aquellos que pueden ser capaces de escuchar su pedido de ayuda.