El nuevo aniversario de la definitiva ruptura de los lazos con la Corona Española es un buen momento para reflexionar acerca de qué significa hoy ser un país “independiente”, y cuán cerca o lejos estamos aún de ese objetivo.
Por Carlos Matías Sánchez
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Casi dos centenarios pasaron ya desde aquel Congreso que, reunido en Tucumán, declaró solemnemente la independencia de España, seis años después de abierto el proceso revolucionario y en un contexto más que adverso.
Fernándo VII, aquel soberano en el que alguna vez los criollos habían depositado esperanzas de cambio, estaba de nuevo en el poder, dispuesto a hacer pagar a las colonias americanas la “osadía” de rebelarse contra las autoridades virreinales. La Restauración monárquica europea estaba en marcha y gobernar “hasta el regreso del soberano español” era ya insostenible. Varias de las revoluciones latinoamericanas, entre ellas la de Bolívar en Venezuela, habían sido derrotadas.
El panorama interno del Río de la Plata tampoco era el mejor. Paraguay y el Alto Perú rápidamente escaparon al control de los flamantes gobiernos de Buenos Aires. La Banda Oriental, foco de resistencia a éstos (liderada por Artigas), era campo de batalla no sólo ante los realistas sino también ante los acechantes portugueses.
Además, desde el inicio mismo de la Revolución se habían sucedido las disputas entre diferentes facciones políticas y con ellas varias formas de gobierno, hasta llegar al Directorio, que por decisión de aquel Congreso quedaría en manos de Juan Martín de Pueyrredón. El apoyo de éste a la campaña libertadora de San Martín sería clave para el éxito patriota en los Andes, así como la presión ejercida por el general correntino para la declaración de independencia tendría un peso importante en el desarrollo del Congreso.
Declaración firmada aquel 9 de julio de 1816, pasando a ser las Provincias Unidas independientes de España y “de toda dominación extranjera”. Se concretaba así el paso formal necesario para el desarrollo de la campaña sanmartiniana que culminaría cinco años después en Lima, de la forma más gloriosa.
Sin embargo, no todo lo que sucedió después de aquel 9 de julio ratificó esa idea de “independencia”. La debilidad y el cipayismo de muchos de los gobernantes que se pusieron al frente de aquellas Provincias Unidas, más tarde República Argentina, hicieron que estas tierras apenas cambiaran de dueño y de forma de dominación: para fines del siglo XIX éramos claramente una semicolonia británica.
Fue Juan Manuel de Rosas, caudillo bonaerense vilipendiado por el liberalismo proinglés, el primer líder nacional (jefe de la Confederación) en hacer valer aquella independencia, conquistada con tanta sangre, sudor y lágrimas, ante las potencias invasoras. Precisamente por eso es que San Martín le legó su sable. Sería Hipólito Yrigoyen, a principios del siglo XX, el primero en recordarle a los siempre pretenciosos enviados británicos que Argentina tenía soberanía, negándose a entrar en la primera guerra mundial y creando la empresa nacional de hidrocarburos.
Pasaron muchos años, sin embargo, para que esa independencia política lograda en 1816 se lograra también en la dimensión económica y se conjugara con la transformación social. La declaración del 9 de julio de 1947 de la Independencia Económica fue una muestra del rumbo que el país había tomado dos años antes, desde la irrupción del peronismo como movimiento de masas. La ruptura de las cadenas que ataban a nuestro país con los grandes imperios económicos del mundo era concretada por primera vez.
Tanto las dictaduras como los gobiernos democráticos que manejaron el poder político durante los siguientes 50 años le pusieron precio de oferta a dicha independencia, dejando un país arrodillado a los organismos de crédito y despojado de todo su patrimonio, además de tremendamente desigual. Recién en los comienzos del nuevo siglo, mientras todavía se juntaban los pedazos del quiebre del modelo neoliberal, aquella palabrita mencionada en el Congreso de 1816 volvió a ser tomada como bandera, tanto por gobernantes como por (algunos, muy pocos) opositores.
Tal como en aquella década de 1810, los cambios acaecidos en países hermanos comenzaron a marcar la senda: la llegada al poder de Chávez en Venezuela y de Lula da Silva en Brasil fueron, aunque por entonces difíciles de percibir, señales de un cambio de época. La ruptura de los lazos con el FMI y el rechazo al ALCA pusieron a nuestro país en sintonía con esos dificultosos y contradictorios procesos de transición del neoliberalismo hacia algo que aún es difícil de definir, pero que (difícil negarlo) es rotundamente distinto.
En ese debate nos encontramos hoy. ¿Somos un país independiente? ¿Se superó la subordinación al capitalismo internacional? ¿Vamos encaminados a lograr esa definitiva independencia? Compleja discusión, que exige evaluar qué tenemos y qué nos falta, pero sobre todo, qué queremos y con qué soñamos.
Rotos ya los lazos con los organismos de crédito, recuperados varios de los resortes estratégicos de la economía, integrado fuertemente nuestro país a los organismos regionales, iniciada la batalla por la soberanía monetaria y aplicadas fuertes medidas proteccionistas, podemos decir que el rumbo elegido parece, por lo menos, correcto.
Sin embargo, es mucho lo que aún falta por hacer. Los ferrocarriles, los recursos naturales, los servicios públicos en manos de privados, el resto de la deuda externa, la extranjerización de nuestra economía, la profundización del proceso de industrialización y el modelo sojero, son cuestiones cuya resolución es tan conflictiva como necesaria. Esa soberanía política que día a día se recupera y se fortalece por medio de los lazos con los demás hermanos de la Patria Grande debe tener su correlato en cambios profundos en las estructuras económicas de nuestro país.
Sólo atacando y venciendo en todos esos frentes podremos contarles a nuestros hijos que el país en el que viven goza de esa Independencia de la que escuchan hablar en los actos escolares. La definitiva independencia aún está pendiente y estamos ante una oportunidad histórica de lograrla.
PERO COMO NO SABEN AHORA LO RENOVARON ES LA REPUBLICA BOLIVARIANA ARGENTINA………PRESIDIDA POR CRISTINA FERNANDEZ DE CHAVEZ.