Número de edición 8481
La Matanza

“Historia Popular”

 Por Carlos Matías Sanchez
mati_13_01@hotmail.com

Hace casi dos décadas, un historiador mundialmente famoso, Eric Hobsbawm, remarcaba el carácter del nuevo paradigma cultural que predominaba en el mundo aceleradamente globalizado: el de un presente permanente, totalmente desligado del pasado, centrado en el individuo y enajenado de lo colectivo.

Ante esa situación, afirmaba Hobsbawm, era aún más importante el desafío de los historiadores: combatir para que nuestro pasado sea comprendido, analizado y criticado, y se corra el velo que cubre sus relaciones con la realidad contemporánea.

Tengo 22 años y me emociona la oportunidad de haber llegado a este espacio con el apoyo fundamental de un compañero como Mauricio Benítez, quien periódicamente honra las páginas de este diario con sus notas culturales y con quien tengo el orgullo de militar en los barrios de La Matanza.

El objetivo de esta columna será, en pocas palabras, rescatar del silencio de la historia sacralizada en libros de texto y nombres de avenidas las incansables luchas de los que siempre vieron negada su participación en las decisiones, en la riqueza y en la cultura, y combatir el olvido de quienes defienden una historia de elites, legitimadora de los privilegios de unos pocos y la dependencia de todos.

Contrariamente a lo que diagnosticaba Hobsbawm en la Europa de los 90’, el panorama actual de nuestra sociedad ofrece inmejorables condiciones para intentarlo. El olvido y el perdón se dejaron atrás, y la historia de los que pensaron un país diferente de los poderes dominantes volvió a ser difundida, analizada y hasta criticada, pero ante todo, a adquirir protagonismo.

Podrá notarse en lo dicho anteriormente que se asume la existencia de diferentes visiones de nuestro pasado, de varias “Historias” distintas. Con esto estamos negando la fachada de objetividad y neutralidad bajo la cual ciertos historiadores, escritores y periodistas esconden su verdadera ideología y niegan los intereses y sectores a los que representa su relato (palabra tan puesta de moda hoy).

Si hay algo que caracteriza a las ciencias sociales, y yendo más allá, al ser humano en general, es la subjetividad. Nadie es aséptico, nadie deja de tomar posiciones, aunque lo haga inconscientemente. Por todo lo dicho, no vamos a negar que tomemos una posición, que defendamos sectores, que adscribimos a una ideología. Vamos a hacer Historia desde la perspectiva de los sectores populares, de los movimientos históricos de nuestra nación, de quienes pensaron, soñaron y en algún momento llevaron adelante proyectos de país pensando en una Argentina independiente, desarrollada, igualitaria, libre e integrada a las demás patrias chicas de este, nuestro lugar en el mundo, que es Latinoamérica.

El paradigma cultural impuesto desde los ’70, en el caso argentino primero a sangre y fuego y después a puro saqueo y entrega del patrimonio nacional, exalta los valores individuales, la competencia y el consumismo. Este modelo, el neoliberal, aplicado durante casi tres décadas, nos enajenó de lo público, disolvió lo colectivo y excluyó a las mayorías; privatizó el esfuerzo de la sociedad durante décadas de historia y socializó las cadenas de la dependencia externa.

Para llevar a cabo todo esto, necesitaron romper los vínculos del presente con los procesos políticos, sociales y económicos anteriores, y así diseñar una historia de la humanidad encaminada indefectiblemente a la victoria de un solo sistema, de un solo modelo, de un solo pensamiento. Se habló del fin de la historia y se impuso un pensamiento único. En pocas palabras, nos dejaron sin historia y nos espantaron de la política, para asegurarse nuestra resignación y sumisión.

Ese paradigma impera aún en el mundo, tomando formas cada vez más salvajes. Sin embargo, en América Latina, donde sus huellas fueron mortíferas, hace más o menos una década empezó a vislumbrarse una alternativa a esa máquina de pobres que es el capitalismo neoliberal. Se hizo posible el pensar en recuperar el patrimonio de los pueblos, en restaurar la autonomía política, el redistribuir la riqueza, el integrarse regionalmente con fines cooperativos. A los golpes, con errores y contradicciones, con desprolijidades que los campeones del republicanismo (y del ajuste) no dejan de remarcar, emprendieron su difícil marcha diferentes proyectos políticos cada día más emparentados a lo más glorioso de la historia de nuestras naciones.

Este es el marco en el que reviviremos las luchas, los procesos, los grandes hechos de la historia Argentina y Latinoamericana. No nos aislamos del contexto, ni pretendemos ser totalmente neutrales. Esta primera columna es la mejor oportunidad para aclararlo, aunque con el correr de las notas no quedarán dudas desde dónde hablamos.

Abordaremos diferentes cuestiones contraponiendo figuras políticas, analizando hechos, rescatando testimonios, siempre poniéndolos en contexto, enmarcándolos en el proceso histórico en el que están implicados, ya que la Historia no es el encadenamiento mecánico de fechas de mandatos presidenciales y batallas carentes de explicación que dificultosamente digerimos en la escuela, sino el desarrollo de diferentes procesos, cada uno con sus continuidades y rupturas, ya sea en el ámbito político, económico, social y cultural.

Tanto las fechas conmemorativas como los sucesos del contexto político actual son disparadores útiles para abordar ciertos temas y no desaprovecharemos las ocasiones de ofrecerle al lector un panorama histórico que lo lleve por un rato al pasado para poder entender el presente.

Porque ¿para qué, sino, hacemos Historia? No para verla detrás de una vitrina como un recuerdo curioso, anecdótico, detenido en el pasado, sino para comprender nuestra propia realidad y tomar las enseñanzas que ella nos da para construir un futuro mejor. Ya lo decía el maestro Arturo Jauretche: “Véase entonces la importancia de una historia auténtica: sin ella no es posible el conocimiento del presente, y el desconocimiento del presente lleva implícita la posibilidad de calcular el futuro…”. Desde estas páginas, haremos el intento por evitarlo.

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Un Comentario.

  1. Grande Matías! Sos un ejemplo de humildad y militancia. El orgullo de militar con vos es mío. Fuerza y excelente la nota.

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