Número de edición 8481
Opinión

Los parias que dan mal ejemplo

Panorama político
Alberto Dearriba
El influyente Washington Post calificó a la Argentina como “paria de los mercados financieros” el mismo día en que el presidente Barack Obama le proponía a su par francés, Nicolás Sarkozy, seguir el ejemplo de Cristina Fernández de Kirchner, quién acaba de conquistar su reelección con un apoyo que despierta envidia en la Casa Blanca y el Eliseo.

El diario norteamericano le aconsejó a Grecia el viernes pasado que no siguiera el camino de la Argentina (el default), ante los problemas que enfrenta con su deuda de 350.000 millones de dólares.

En realidad, el rotativo norteamericano no hacía más que expresar los intereses financieros internacionales que claman por un ajuste similar al que los argentinos soportaron durante 28 años y que se compone de recortes, achiques, privatizaciones, despidos de empleados públicos, flexibilización de normas laborales, rebaja de salarios y desregulaciones de la economía.

La estrategia de que el pato lo pague el pueblo helénico en vez de los banqueros, es la opuesta a la seguida por el kircherismo a partir del 2003, cuando enfrentó la crisis que había llevado a la Argentina al default con medidas expansivas y una política de desendeudamiento externo que redujo drásticamente el peso de la hipoteca.

Las apreciaciones del Post sobre la Argentina son claramente interesadas, porque cualquier redactor podría haber constatado que al pueblo argentino le va mejor con la apuesta al crecimiento y al desendeudamiento aplicada por el kircherismo tras el default, que cuando pagaba puntillosamente la deuda con sangre, sudor y lágrimas.

Sería más preciso que el Post dijera que la Argentina es un mal ejemplo para los banqueros que quieren cobrar la deuda griega, pero no para su castigado pueblo.

No pocos economistas de prestigio internacional, como el Premio Nobel Joseph Stiglitz, advierten sobre el crecimiento económico registrado en la Argentina luego del default del 2001.

Desde entonces, sin más ayuda financiera externa que la de Venezuela, el Producto Bruto Interno (PBI) creció alrededor de un 90 por ciento, el desempleo se redujo del 24 al 7 por ciento, disminuyó la pobreza, aumentó el consumo, las reservas alcanzaron niveles record y, encima, el gobierno de Néstor Kirchner canceló su deuda con el FMI y realizó una exitosa renegociación que consiguió las mayores quitas del mercado mundial.

¿Se habrá enterado el influyente rotativo norteamericano que el modelo kirchnerista acaba de ser plebiscitado con el 54 por ciento de los votos? ¿O sus editores pensarán que los habitantes de estas tierras son tan exóticos que comen vidrio? Los argentinos vieron durante décadas como verdaderos parias a los tecnócratas de las misiones financieras mendicantes que recorrían las ventanillas internacionales en búsqueda de un oxígeno que sólo obtenían a cambio de onerosos intereses y de menor calidad de vida para su pueblo.

Parias eran aquellos ministros que volvían de los centros financieros con el elogio de los mercados y se topaban con el rechazo de su gente.

Según la Real Academia, un paria es una persona excluida de las ventajas que gozan otras, por ser considerada inferior. Las “ventajas” de las cuales “gozaba” la Argentina antes del default eran las derivadas del peso de una hipoteca que se pagaba con la calidad de vida de sus ciudadanos.

Eso sí, el beneficio de pertenecer era que si no se lograba afrontar los compromisos externos, siempre se podía acudir a una refinanciación para seguir pagando eternamente. Vigilantes, los organismos internacionales se metían en las políticas de salud, de educación, obras públicas y -en definitiva- en la vida cotidiana de los argentinos. La pesada herencia se trasladó como mecanismo de dominación de la dictadura a los gobiernos democráticos y recién estalló en 2001.

Tras el descalabro agudizado por los ajustes, la estrategia de expansión y desendeudamiento desarrollada por el kirchnerismo, vino aparejada de un mejor nivel de vida y de la recuperación de la dignidad nacional.

Desde el sur del Planeta, la afirmación del Post se ve exactamente al revés: Grecia es un mal ejemplo para la Argentina. O más precisamente, la derrota de la política griega frente a los banqueros es un mal ejemplo para los pueblos de estas costas.

Por arte de birlibirloque, un pueblo que votó masivamente a un gobierno socialista, tiene ahora un gobierno de derecha. La decisión de los mercados contradice y desprestigia a la democracia.

Son los mismos intereses que en la Argentina intentan torcer el rumbo del gobierno popular mediante una inusitada presión sobre el dólar. Ellos saludan el cambio en Atenas, pero los integrantes del nuevo gobierno -dispuestos ajustar sin anestesia- pronto serán parias para su pueblo.

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