Número de edición 8481
La Matanza

Tres nuevos registros en la 15° audiencia del juicio por la Brigada de San Justo

Tres nuevos registros en la 15° audiencia del juicio por la Brigada de San Justo.

Con los relatos de tres testigos que vieron secuestrar a la familia de José Gambero y María Elena Ianotti, continuó el desarrollo del debate por uno de los centros clandestinos más grandes de la zona oeste del conurbano. El rol de la Brigada de San Justo, no solo como lugar de “registro” sino también de exterminio, va quedando cada vez más claro.

El siguiente testimonio correspondió a José Eduardo Moreno, uno de los tres integrantes de la familia que sufrió y sobrevivió el cautiverio en la Brigada de San Justo. José Eduardo es hijo de Antonio Domingo Moreno y sobrino de José “Pepe” Moreno  Delgado. Los Moreno eran una familia numerosa que tenía una carpintería en calle San Martín al 4001 del barrio parque San Martín, partido de Merlo.

Todos adentro

Allí trabajaban Antonio y José Eduardo realizando muebles a pedido y otras tareas. Y la familia tenía su vivienda en el fondo del local. Conocían a los Gambero-Ianotti porque eran vecinos: José Gambero les arreglaba los motores eléctricos de la carpintería y María Elena Ianotti era clienta. Los Moreno simpatizaban con el PC, del que María Elena era tesorera, y compraban el diario “Nuestra Propuesta”, pero no participaban activamente de la militancia política.

José Eduardo contó que el 14 de septiembre de 1977, cuando tenía 23 años, su padre estaba construyendo su casa a pocas cuadras del negocio y él fue hasta allí en bicicleta a llevarle unos materiales al plomero. Cuando regresó eran las dos de la tarde y ya estaba el operativo desplegado. Un represor le preguntó qué hacía allí y él le respondió que vivía ahí. “¡Acá tenés a otro!”, fue la respuesta y lo metieron dentro de la carpintería a puro culatazo de FAL.

Adentro estaban sus familiares y Ianotti, que había ido a buscar unos muebles de cocina que había encargado. Además el resto de la familia fue retenida y amedrentada en la vivienda, igual que algunos clientes que llegaban al lugar. Tras ser retenidos un tiempo Antonio, “Pepe”, José Eduardo y Ianotti fueron tabicados y ubicados en una camioneta Dodge azul con caja cerrada y trasladados a la Brigada de San Justo.

Allí los bajan y los retienen un rato en el piso hasta que comienzan las torturas. José Eduardo fue llevado a una sala y atormentado mientras le preguntaban por un tal “Tito Bigote”, “¿cuántos embutes hicieron?” y especialmente por una mesas de doble fondo. El testigo explicó que un tiempo antes un ex empleado de la carpintería había fabricado unas mesas con doble fondo que, según había dicho, eran para un corredor de seguros que necesitaba guardar documentos.

Algunas de esas mesas quedaron sin terminar, y fueron halladas en el operativo en la carpintería. Moreno detalló que mucho después supo que una de esas mesas había caído en un allanamiento en Córdoba a militantes montoneros y los represores venían siguiéndole el rastro hasta dar con ellos. El testigo describió al detalle las torturas sufridas en San Justo, incluido el procedimiento de introducirle una cuchara metálica en el ano y luego aplicarle corriente.

Después de eso Moreno estuvo dos días en un calabozo solo, tras lo cual lo juntaron en una celda con sus familiares, Ianotti y otras personas, de las que recuerda a Alfredo Agüero, Enrique Iglesias, Jorge Catanese, Enrique “Pluma” Rodríguez Ramírez, Osvaldo Raúl “Café” Corrales, Raúl Fahyt y alguien apodado “Virulana”. Todos ellos, excepto “Virulana”, son caso en este juicio.

Tras 15 días en San Justo, los tres Moreno fueron trasladados al “Pozo de Banfield” en la misma Dodge azul que los llevó al primer lugar de detención. El destino de María Elena Ianotti de Gambero se perdió en Banfield, donde también fue vista por los sobrevivientes Liliana Zambano y Nieves Luján Acosta. Tras otras dos semanas en Banfield fueron llevados en un camión celular de la Policía bonaerense a la Comisaría 3ra de Valentín Alsina.

Después de pasar otros 15 días en Lanús, fueron liberados en Camino de Cintura. José Eduardo afirmó que al volver a su casa se enteró que el día del operativo se habían llevado a la Brigada a su mujer, Ana María Fontana, cuando llegó a la casa y que el operativo duró hasta las 20. Fontana fue liberada al otro día.

Para finalizar, Moreno realizó el reconocimiento de varios represores en el álbum que se le exhibió, entre ellos a Jorge Sixto Ceballos, Ángel Eduardo Amurad y a uno que dirigía el operativo en su casa y la tortura en el CCD como Ricardo Juan García. El testigo finalizó diciendo: “Me gustaría que esto tenga un final para poder cerrar una etapa de mi vida que fue y sigue siendo muy dura”.

Un testigo que era un niño

Para continuar con el relato de lo sufrido por la familia, se escuchó a Ernesto Moreno, hermano de José Eduardo e hijo de José “Pepe” Moreno que al momento de los hechos tenía 5 años. Ernesto exhibió dos fotos como homenaje a las víctimas que ya no están. En una se ve a su tío y su abuelo en el taller de la carpintería, ambos ya fallecidos, y en la otra a la pareja de María Elena Ianotti, desaparecida y caso en este juicio, y Jorge Gambero, que falleció hace poco tiempo.

Ernesto contó que recuerda que aquella tarde de septiembre del ’77 estaba jugando en la terraza, escuchó ruidos, se asomó hacia la calle por una pared y vio un grupo de autos, una camioneta furgón y varios hombres armados. Cuando bajó para buscar a su madre los represores ya estaban adentro y habían separado a los hombres. Su abuelo, su hermano, sus tíos y un empleado del negocio estaban encapuchados.

Ernesto corrió con su mamá, a la que llevaron a la cocina de la casa y sentaron en una silla. Mientras tanto seguían llegando al lugar clientes, que automáticamente eran metidos adentro y recibían el mismo trato: golpes, insultos y tabicamiento. El testigo recordó que cuando se acabaron las capuchas comenzaron a usar unos trapos de lustrar muebles de la carpintería como tabique.

Ernesto no pudo ver el momento en que se llevaron a sus familiares, ya que cuando su madre lo mandó a espiar solo pudo ver unos muebles revueltos y nada más. Sí recuerda que uno de los represores le dijo a su mamá cínicamente “Cuidado que el velador de pie da electricidad”. El testigo reconoció a ese represor como Néstor Alberto Ciaramela en el álbum de fotos que se le exhibió.

Además recordó que su madre y Jorge Gambero realizaron varias gestiones para averiguar por sus familiares. Incluso contó una anécdota en que con su mamá y una tía fueron caminando hasta la sede del GIBA, dependiente de Fuerza Aérea. Sumó que tropas del GIBA realizaron inteligencia en su casa rondando a toda hora y que hicieron allanamientos donde hasta levantaron la tapa de la bomba de agua para revisarla.

Sobre el regreso de sus familiares secuestrados tras 45 días de cautiverio, Ernesto recordó que fue una noche que ya estaban con su mamá acostados y vio que su papá se asomó por la puerta de la pieza: “no lo podía creer. Yo me había hecho la idea de que no volvían más”, dijo el testigo.

Ernesto cerró su exposición pidiendo condena a los responsable por su lo que vivieron su padre, su tío, su abuelo, por la desaparecida María Elena Ianotti, por su compañero Jorge Gambero que murió buscando justicia y por los 30 mil desaparecidos.

Cautiverio itinerante

El último testimonio lo realizó el sobreviviente Ricardo Cabello, que estuvo detenido en la Comisaría 1ra de La Matanza, ubicada al lado de la sede de la Brigada de San Justo. Cabello relató que fue secuestrado de la casa de sus padres en Bernal en 1977. Tenía 15 años y se reivindicaba militante, primero de la JP y luego del PRT, para quien repartía la prensa de la organización.

Vivía con sus padres y sus hermanos en una casa humilde que no tenía puertas por el lado trasero. Así fue que la noche del 25 de agosto se despertó con el grupo de tareas metido en su casa y un represor apuntándole en la cabeza. De allí fue llevado en una cupé chevy blanca al CCD “El Vesubio” ubicado en Autopista Ricchieri y Camino de Cintura.

En ese lugar pasó dos meses, sufrió torturas con picana, interrogatorios y estuvo encadenado. El dato de que estuvo en El Vesubio se lo confirmó años después por deducciones Carlos Somigliana del Equipo Argentino de Antropología Forense. De allí lo sacaron y lo trasladaron en un auto a la Comisaría 1ra de La Matanza, ubicada en el edificio contiguo a la Brigada.

Compartió el traslado con Cayetano Alberto Castrogiovani, que es víctima y caso en este juicio. Él lo conocía porque era vecino del barrio desde chico y en un tiempo fue simpatizante de la JP, haciendo pintadas y otras tareas militantes. Castrogiovani ya testimonió dos veces ante la justicia federal platense en diciembre de 2008.

Cuando llegaron a la dependencia de San Justo, el 10 de octubre del ’77, abrieron un portón y los entraron. Cabello describió el régimen de la Comisaría 1ra planteado con un funcionamiento natural, como si no estuvieran recibiendo secuestrados por razones políticas y, con ello, siendo parte activa del plan represivo del Terrorismo de Estado.

“Estaban todos de uniforme y a cara descubierta”, dijo y agregó que allí no recibió torturas. Agregó que como venían de “El Vesubio” sucios, en el caso de él con sarna, y llenos de piojos fue llevado al fondo de la dependencia, donde había un patio con un baño, donde lo hicieron lavarse y cambiarse. Aprovechó allí para ver el edificio contiguo de la Brigada, con el que la comisaría compartía unos calabozos.

Pasó en la Comisaría 1ra un año, y pudo ser testigo de las atrocidades que se cometían desde la Brigada. Tal el hecho que contó que un día hubo mucho revuelo en ambas dependencias, y pudo ver por la medianera que traían a dos detenidos ilegales en presencia de los comisarios Oscar Penna, Francisco Antonio Cacciabue y otros represores.

Ese día, que ubica en octubre o noviembre del ’77, él pensaba que lo iban a sacar, pero lo llevaron a entrevistarse con un capitán del Ejército muy violento y sobrador. Lo atendió con los pies en el escritorio y comenzó a interpelarlo fuertemente. Cabello dijo que de inmediato insultó al capitán por no soportar el “verdugueo”, lo que generó que este se enfureciera y sacara una pistola con intenciones de balearlo.

En ese momento fue retirado de la sala por un cabo de la 1ra. Al otro día le trajeron el diario y vio que habían ejecutado a dos personas que la prensa cómplice daba como “guerrilleros abatidos” y que, supone, eran las que él había visto ingresar tiempo antes. Uno de los celadores de la 1ra le dijo “acá te iban a matar a vos”.

Entonces entendió, según dijo, que la discusión con el capitán del Ejército Argentino había sido un intento fallido de canjearlo a ellos por las personas ejecutadas. Luego supo que el militar pertenecía al regimiento de infantería de Ciudadela, que su madre lo había visitado para pedir por él, pero le respondió que no salía más por haberlo insultado.

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