Antonio Carrizo: Referente de una Argentina que ya no es; Hay gente irreemplazable de nuestra cultura, pero lo es mucho más cuando esos hitos son referentes de no muy lejanos tiempos donde los valores del conocimiento eran una cuestión de vida, donde los valores sociales exigían profundo conocimiento, profesionalismo, valores éticos y un enorme respeto por cada mensaje emitido.
Por Carlos Scavuzzo
El éxito venía de la mano del esfuerzo, del estudio, de la contracción al trabajo y de la constante superación. En esos no muy lejanos tiempos el saber no era una cuestión menor era una meta que se empezaba a construir desde la cuna y que generaba deleite el poseerla y el compartirla, donde el escándalo era eso “escándalo” y era condenable. Donde la moral era un valor altamente ponderado y no meramente una regla para burlar y donde la honra era un sello que se llevaba de por vida.
Cuando nos encontramos con el final de un ejemplo de vida de esos valores que nos deja por el simple transcurrir de los años, no podemos evitar pensar en esa pérdida y en todo aquello que fue importante para otras generaciones y que en el hoy carece de valor y donde podemos ver las diferencias conceptuales que quizás expliquen porque estamos como estamos.
ANTONIO CARRIZO UN EJEMPLO
La desaparición física de don Antonio Carrizo nos deja recuerdos de quienes compartieron su vida que lo identifican con el hombre de ese tiempo. “Gastaba mucha plata en libros. Me decía: ‘Tengo equis guita, tengo que conseguir trabajos para llenar más pilas’”, recuerda Larrea sobre esa compulsión de lectura que lo distinguía.
De sus conceptos extrajimos aquellos que nos hablan de un espíritu donde la superación constante fuera su gran objetivo
De padre boticario (“un radical yrigoyenista”, lo definía) madre ama de casa, aprendió a leer a los cinco años. “Era el que se lucía leyéndole a las visitas y el que leía los versos en cada acto. La infancia mía duró hasta los 20 años”, se sinceraba.
Yo, como todo lector compulsivo, soy un frustrado, un humillado por la grandeza, un ególatra, un petulante, un engreído. Voy a las librerías y me tutean. Me he pasado la vida en una librería. Amo el libro como objeto.
Amante del ajedrez y el tango, “el lungo” llegó a participar del cine, en El barro humano, de Luis César Amadori, con Zully Moreno.Sin embargo, la radio su gran obsesión, su “antibiótico”, su “refugio”. “La radio es simplemente un milagro. Yo apenas tengo el primario hecho, pero los libros me ayudaron a hacerla.
GRACIAS MAESTRO