

El especialista explicó por qué la caída de frutas y verduras no refleja una mejora estructural, y advirtió que más familias caen en la pobreza mientras se destruyen empleos de calidad.
Por Verónica Llonto
La última medición oficial mostró que la inflación minorista de mayo fue de 1,5 por ciento, mientras que la canasta básica alimentaria registró una baja de 0,4 y la canasta básica total un leve aumento de 0,1. En diálogo con Diario NCO, el economista Darío Banga analizó estos datos y explicó por qué una baja inflación no implica necesariamente una economía saludable.
Banga afirmó que “la inflación núcleo se ubicó en 2,2 por ciento, mientras que el componente estacional fue deflacionario en torno al 2,7 por ciento”. Esta caída se explica, principalmente, por la fuerte baja en frutas y verduras. El especialista detalló: “Por ejemplo, la manzana bajó tres por ciento, el limón 23, la naranja 10, la papa 8,1 y la lechuga 25,3 por ciento”.
El entrevistado advirtió que “la baja de estos alimentos no debe confundirse con una mejora estructural. Argentina mide su bienestar en función de la inflación, pero eso es un error. La crisis de 2001 ocurrió con inflación prácticamente nula y terminó en un estallido social”.
El economista recordó: “En 2001 la inflación anual cerró con una deflación de menos 1,4 por ciento, pero la economía se derrumbó”. Para Banga, algo similar ocurre hoy. “Tenemos inflación controlada en pesos, pero una inflación altísima medida en dólares. Eso está destruyendo la cadena productiva”, aclaró el entrevistado.
Más empresas en crisis y trabajos de baja calidad
Banga alertó que “la política de mantener un dólar estable o a la baja afecta gravemente a la industria local. Con un dólar barato no se puede exportar. Hoy ya pasa con los chocolates: importar uno de Suiza es más barato que producirlo acá. Eso hace que muchas empresas no puedan sostener sus costos y terminen cerrando”.
Además, el economista criticó: “El discurso oficial es que, si no bajan los precios, que las empresas quiebren. ¿Entonces qué festejamos? ¿Que cierren fábricas, haya despidos y más desocupación? Mucha gente que pierde su empleo formal se vuelca a trabajos de plataformas como Uber, o se inscribe como monotributista para facturar algo. Esto se muestra como un puesto de trabajo nuevo, pero en realidad oculta la caída de la calidad del empleo”.
“Muchas empresas prefieren frenar su producción y esperar mejores condiciones, o directamente importar productos terminados. Nadie invierte para perder plata; cuando no hay previsibilidad, la industria local es la primera en sufrir”, aseguró Banga. Esta parálisis genera menos empleo formal y mayor dependencia de productos externos.
Servicios más caros y pobreza en aumento
Consultado por el impacto de los servicios públicos, el especialista alegó que “la ponderación de servicios en la canasta está mal calculada. Antes había subsidios y representaban una parte menor del gasto. Hoy sin subsidios, la porción del sueldo destinada a servicios es mucho mayor de lo que se refleja en las estadísticas”.
Respecto de la línea de pobreza, Banga subrayó: “Según el INDEC, para no ser indigente una familia tipo necesita más de 500 mil pesos y para no ser pobre, un millón ciento diez mil. Pero nadie vive sólo con la canasta alimentaria. Se gasta mucho más de lo que dice el dato oficial”.
Por último, el economista citó datos del CEPA sobre la pérdida de empleo. “Entre febrero y marzo se perdieron 7.310 puestos de trabajo, de los cuales 4.162 corresponden a la industria y 3.235 a la construcción. Es un deterioro que refleja la fragilidad productiva actual”, concluyó el entrevistado.
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