Enviada especial
Bahía Blanca, la ciudad vanguardia de los poetas mateístas, los grupos Prometeo, Orfeo y escritores emblemáticos como Héctor Libertella, “ha sido puesta en discusión”, destacó el editor local Gustavo López que, a 36 años del Golpe, repasa las poéticas de la memoria en Ingeniero White, en el marco de Filba Nacional.
Esa discusión generada dentro del primer festival nacional de literatura del país “va más allá de lo literario y nos está permitiendo revisar nuestros propios relatos e idiosincrasia”, señaló a Télam el creador de Vox, un proyecto cultural y literario ineludible a la hora entender la actualidad del arte y la poesía contemporáneos en Argentina.
López se refiere al imaginario de ciudad maldita o reaccionaria construido a base de leyenda urbana; de mito -“los mapuches la llamaban la tierra del diablo”, dice-; y de hechos concretos como contar con un periódico principal que escribió una necrológica aprobando la lógica de Emilio Massera (1925-2010), ejecutor del golpe militar del 24 de marzo de 1976 destituido de la Armada tras ser condenado pro crímenes de lesa humanidad.
“Bahía tiene como un `delay`, algo completamente extemporáneo con ciertos temas -asegura-. A veces algunos periodistas, y desde hace pocos años, con el aniversario del Golpe tocan el tema, pero no se discute muy públicamente a pesar del juicio contra los represores del V Cuerpo del Ejército” que está realizando la Justicia bahiense.
López fue uno de los adolescentes que pasó por el centro clandestino de detención y tortura La Escuelita, estuvo secuestrado un mes a los 16 años: “Por qué una cosa tan loca, chicos tan chicos. La verdad que no sé, hubo casos de chicos más chicos también. Qué se yo, supongo que era un mecanismo para generar terror”.
Además de leer algunos textos -del entrerriano Tilo Wenner, poeta vanguardista, tipógrafo y periodista nacido en Entre Ríos en 1931 y desaparecido en 1976, publicado por la revista Vox, entre otros- este encuentro “es la oportunidad de hablar sobre instituciones y personas que trabajaron en Bahía Blanca, dentro de la literatura, en esa época oscura”, remarcó López.
“Lo que se me viene a la cabeza cuando pienso en la escena literaria de la época son los pequeños grupos de los 80 en la universidad, ésta era una ciudad bastante arrasada culturalmente porque los escritores que habían trabajado en los 70 se habían exiliado o estaban silenciados, me acuerdo de Chiche Pupko o Coral Aguirre”, repasa.
“Me gustaría traer a la memoria al grupo Prometeo y al grupo Orfeo -dice-, ellos hacían unas plaquetitas, como un tríptico en el que publicaban poesías, cuentos, relatos, alguna opinión, y eso se regalaba: una hoja oficio que se doblaba en tres, o a la mitad y le ponías dos hojitas juntas”.
También “algunos profesores que nos incentivaban mucho, como Antonio Camarero Benito o Mercedes Paglialunga de Tuma -reseña-, podría hacer una larga lista de personas que ni bien empezó a venir la democracia, o antes, empezaron a vincularse con los jóvenes, a incentivarlos para que hicieran”.
Además, “es la época en que trabajan los poetas mateístas (porque se juntaban a tomar mate). Hacían unos panfletos literarios a los que llamaban los matefletos y, con la idea de sacar la poesía a la calle, hacían murales de poesía. Eso ya en democracia, después del 83”, recuerda.
De ese grupo “salieron algunos de los poetas más reconocidos dentro y fuera de Argentina”, remarca López, como Mario Ortiz, uno de los participantes del Filba nacional, o Marcelo Díaz y Sergio Raimondi, director del Instituto Cultural de Bahía Blanca que coorganiza el festival.
En esa camada entró también el proyecto cultural autogestivo Senda y la revista homónima, que López digirió entre 1982 y 1991 (ahí está la entrevista donde Luis Alberto Spinetta, por cávala, a Bahía Blanca le dice BB).
El encuentro -libre y gratuito- se llevó a cabo en el centro Cultural Ferrowhite y el Museo del Puerto de Ingeniero White, donde se dieron cita unos 30 escritores y artistas de todo el país, entre otros Ortiz, Luis Gusmán, Federico Falco y Daniel San Toro.
Se trata de dos sitios paradigmáticos por su constitución y funcionamiento: son los vecinos, antiguos obreros ferroviarios y portuarios, los que aportan los objetos, fotos y documentos del valioso archivo historiográfico expuesto en ambos edificios, donde mirar el pasado apunta hacia adelante, a delinear la identidad de ese pueblo y replantear sus posibilidades presentes.
Además de los talleres productivos, muestras de arte, teatro, música y video de locales y foráneos, o de los espacios de discusión que ellos mismos generan, en Ferrowhite está el único acceso libre a la franja costera de esta localidad del sur bonaerense, ubicada al borde del mar.