Número de edición 8481
Cultura

Pequeño dossier sobre el poemario ‘Ripio’ de Rolando Revagliatti

Pequeño dossier sobre el poemario ‘Ripio’ de Rolando Revagliatti

Algunas palabras como ripio

                                                                El poeta cara a cara con la luna
                                                               fuma su margarita emocionante
                                                               bebe su dosis de palabras ajenas
                                                            vuela con sus pinceles de rocío
                                                           rasca su violincito pederasta


                                                                                              Roque Dalton

 

       Hace algunos años, tal vez muchos, seguramente demasiados, recibí la primera versión de “Ripio”. Ya en aquel entonces pude sentir una extrañeza al leer el material, extrañeza que se confirma, y se esclarece, en esta edición actualizada. La poética de Revagliatti trabaja sobre los intersticios del discurso lírico instaurado, quitándole todo “ripio” que suponga un obstáculo para su devenir casual y transformándose en “ripio” él mismo al seguir la tradición antipoética. Pero, así como el poema se purga de malezas o se vuelve machete para las frondas venideras, también muestra una clara tarea de denuncia, denuncia al “Gran Ripio” que supone el universo perimido en su gran lastre. La farsa de las convenciones sociales, dentro de la que se encuentra, asimismo, la farsa del mundillo literario o cultural es un tema recurrente que sólo se resuelve mediante una continua, pero abierta reflexión. “Ripio” es una obra inacabada que tendrá el sino de perpetuarse en sus posibles modificaciones y agregados, ensanchando su lúdica aspereza cada vez que el autor lo considere necesario. Hay una variante en soporte digital que exhibe su voluntad de acumulación y era la que, hasta el momento, parecía ser definitiva. Pero llegaron nuevos “ripios”, otras denuncias renovadas para equilibrar la obra y el deseo.
       Me concentraré en el material, hasta ahora inédito, para proponer un vector de sentido a la obra. Nos encontramos con nuevos textos que hablan de poetas (el escritor es también la suma de escritores que conforman su parnaso personal) o del estado de la poesía en estos tiempos de anomia y banalización generalizada. Ronald D. Laing, Alejandra Pizarnik, asoman su fantasmagórica impronta para recordarnos su condición de eslabones pertenecientes a una cadena de cimientos y personalidades que, a su vez, aportan un sentido extra al que intentamos desglosar.
        En “Inquiriendo” vemos cómo el discurso se repliega hasta cerrarse en el libelo (nunca le faltó humor a este poeta, basta recordar su cualidad performativa que no dudaba en poner en práctica a la hora de leer en público, convirtiendo dicho acto en un sello identificatorio):

                       

                        

El muslo ése
allí de una rubia
impuesta por el director de la revista
¿lo incita como a mí
lo compele al intento aprehensivo
de trasladar a la desnuda
con muslo y rubiedad
a otro poema?

 
     ¿Sirve la poesía en el tercer milenio? Se pregunta Revagliatti y nos responde con una resignación que se aventura a conjeturar lo que ya todos, de una u otra forma, hemos sospechado. Pero no conforme con eso, nos da un paródico decálogo del buen poeta que hubiera hecho que el propio Kipling se dedicara, de lleno, a esos otros trabajos más útiles para el imperio que representaba y defendía.
     La reflexión llega a su paroxismo cuando reconoce que un buen poema es ese imposible que hace que la poesía avance pese a sus múltiples pastiches:

El buen poema
no es bueno:
te asoma
al abismo

El buen poema
-sabemos-
no te da
del todo
lo que él tiene:

se reserva. 

            El lúdico entramado de “Ripio” es, como dijimos más arriba, una apuesta, apuesta a retomar el estado azaroso del poema ante una realidad que parecería, incluso, negarle su legítima existencia; apuesta también a la memoria. Revagliatti nos advierte de una consustancial debacle espiritual en los límites mismos del lenguaje, del desmoronamiento de todo un ideario que, pese a tamaña coyuntura, sobrevive como puede.
         Luego de haber leído aquella remota primera edición, el encuentro con estos nuevos trabajos me hicieron pensar en algo que cada tanto me vuelve a la cabeza: uno abandona una obra parcialmente, siempre se la retomará, aunque sea, en otra distinta en apariencia.

 

Flavio Crescenzi

Buenos Aires, noviembre 2009

 

*

 

A ver qué nos dice este “Ripio”

 

          El ripio era el gran cuco tan temido de los poetas que extremaron el arte de oír su propia versificación y depurar y escandir y hacer fluir esa asida y procesada interiormente e inasible y clara y oscura materia. Rolando eleva el cuco a título de su libro, exorcista ya fogueado en este difícil oficio. No es la literatura una fábrica ya terminada, un juego ya reglamentado hasta su último detalle, sino materia sobre la que, como para la ars poética, el autor vuelve y revuelve y sigue recreando y redefiniendo. Es un hecho y más un haciendo, como el lector es un haciendo, deshaciendo y rehaciendo, a golpes de ironía. Para la literatura vale cortar por lo enfermo y, bien redondeando, más vale no valer que valer, que del valer bien se ocupa ya la economía, la ética, la guerra.

         Bien que escribo, define el hablante, desde un frente, fuente de guiños, pie de guerra. El autor es la continuidad y nos lo dice, no sensitivo como se decían Amado Nervo o Rubén Darío, sino conturbado / a primer amago de roce de la a(pab)ullante / gozadora –el entre paréntesis es de este lector en esta lectura-, el autor escribe para lograr socializar la varita mágica del hada. No es el omnipotente que toma la pluma como un monarca su cetro, es alguien que, como los lectores, vate y se debate en decididamente indecisa materia. Vean cómo hago ripio, declara, vean / cómo me equivoco / propago erratas y –a mis años- chochez. El escritor no viene solo, pero se las trae. Arriesga quemarse en un juego asociativo y pone en riesgo al lector apuntándolo con un arma de juego. Impecable logro de juego con el estrato fónico o aliteración en careo, caca y cacareo.

         A propósito de ese jugar, le he dado en clínica mi obra a una considerable poeta y en su juicio terrible me espeta: “No juegues más con las palabras, ya jugaste, con la poesía no se puede jugar”. Y aún contra su juicio veo que sí se juega, que sí Rolando puede y por qué habría entonces uno, como autor, de-privarse de leer y / o escribir y jugar. Sigo sintiendo que el jugar es un procedimiento válido, bien que no sé si para la literatura o para mí. 

         “Con el jardinero”: El empleador puede aceptar la renuncia formal del jardinero, pero no podrá evitar la maldición de aquel lugar común donde los recuerdos siguen aflorando.

         “La página en blanco” continúa la serie de la literatura, el aula, la cuestión del que escribe como asomándose a ver su mejor máscara o su mejor vestuario y ve nada y se siente nada o más desnudo que desnudo: blanco. Y esperar la superación, la supuración, hacer poesía o literatura o arte desde la supuración y ese juego entre liquidarla y hacerse líquido o liquidarse.

         “Sólo & solo”: Con ese primer verso que es todo un epigrama epitafio, pero que no es todo y donde se logra dar una vuelta de tuerca y después otra y otra más.

         “Lo dejo y se queda”: Kafkiano cuando sabemos que adentro está el fantasma que nos busca.

         “A Fernando Savater”: Provecho el que saca de esas variantes del montar animales donde vamos graduando del más usual, caballo, al mágico y totalmente inusual unicornio.

         “Un extenso poema…”: Ocurrente esa asociación entre el asalto del extenso poema al hombre autor y el lograr reducirlo. En eso se ve que está entrenado Rolando, ya que no peca de verborragia, sino que condensa, reduce su materia.

         Y también muy verdad eso de que los versos expulsados de muchos poemas, como agua desviada, terminarán volcándose en la concepción del próximo, a la manera también de los restos diurnos de vivencias y deseos que van a los sueños.

 

Rubén Vedovaldi

Julio 2006

 

*

 

Breves comentarios sobre ‘Ripio’ de Rolando Revagliatti.

 

Patrick Cintas: “(…) La poesía es su modo de acción y de conocimiento. ‘Ripio’ muestra toda la medida de su saber y de su talento. Revagliatti sigue al filo de una escritura que prueba escapar a su propia parodia.”

 

*

 

Héctor Berenguer: “Una hermosa ofrenda de destreza poética.”

 

*

 

Marina Pacheco: “No sé si me encontré en esos poemas, pero he sido feliz leyéndolos”

 

*

 

Muestra poética del libro:

 

   Para la literatura

 

Más vale cortar por lo enfermo

-para la

            Literatura-

que por lo sano

 

Más vale resarcir con males

                                             o

                                                literatura

que con dinero 

                        o bienes

 

y más vale quemarse en un juego asociativo

 

Más vale no valer

-para la

            Literatura-

que valer.

 

*

 

   Yo soy en el medio

 

Por lo que autor

(la continuidad)

yo soy en el medio un conturbado

a primer amago de roce de la apabullante gozadora

 

Gravitando en algún roce sobre ti

lector y malentretenido

logro socializar la varita

mágica del hada.

 

*

A Charles Dickens

 

El don concedido (en “El Hechizado”) el don 

      [esparcido y anulado el don

el espectro de Jacobo Marley asustando 

      [departe sobre pesadísimas cadenas con 

      [Ebenezer Scrooge asustado

transcurren los cuatro cuartos de hora de 

      [Trotty Veck y sus campanas

Oliverio Twist reza en el cementerio

Tomás Vago el polemista desengañado por la 

      [perfidia equina goteaba y Francisco 

      [Buenchico en descansada jira goteaba 

      [también

hidalgos y coroneles y princesas infantiles de 

      [vacaciones

mientras el señor Pickwick paladea su coñac 

      [con agua caliente

Mariana y Engracia (inmersas en la batalla de   

      [la vida) y los renunciamientos

el clérigo de la cortedad de palabras Jorge 

      [Sílverman diseña no obstante palabras y 

      [se explica en los nueve capítulos de su 

      [novelita

maese Humphrey habla desde junto a su reloj 

      [al amor de la chimenea

el Cosario y Cañamón rompen a bailar entre 

      [cricrís y ollas ronroneantes

y al punto se edita y con dibujos y, asimismo 

      [se lee lo hasta aquí asentado por este 

      [corresponsal londinense de “El Balido de 

      [Lloronchisme”.

 

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  Recobra

 

La página recobra

unanimidad en el asco

recobra

un invento divino:

la anguila lánguida

 

Alquila bordes a los satélites

recobra entrañas:

¿néctar o fuga?

 

*

 

   Ante

 

Bien soñado

antediluviano

 

Bien venido

de los estragos del diluvio

 

Bien venido de diluvio

 

Bienvenido escritor

anteclásico.

 

*

  Escritor, el de los escritos, dice

 

Vean cómo me explayo vean

cómo me equivoco

propago erratas y chochez

 

Preceptor, el de los preceptos, dice:

Introductor, el de los introductos, dice:

 

El título es de la avanzada

alucinógena

a veces

 

El título avanza

aun petrificado

 

Comuniones insistentes:

insistencias

procurándose en comunión

 

Los Testigos de Cervantes:

pedido de palabras

rendimiento de palabras

 

El escritor no viene solo

(lector apuntado por un arma de juego)

Los libros nos miran:

“La Fábula Papal”

“Dilemama”

“De Cómo Voy a Degollar a mis Hermanos

        [Contra mis Convicciones y la Ley”

 

El final me halla buscándolo:

careo, caca y cacareo

 

He visto así

he leído.

 

***

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