
Bolsonaro fue votado por la mitad de Brasil, la justicia libera a la banda que quiso asesinar a Cristina Kirchner, algunos sondeos dicen que Bullrich puede ser la nueva presidenta, otros revelan que si votaran solo los menores de 30 años, la elección la ganaría Milei, todo esto trae aparejado una pregunta inquietante: ¿Se viene la derecha?
Por Matías Rodríguez Ghrimoldi
matiasrodriguezghrimoldi@gmail.com
Los resultados de las elecciones en Brasil, además de reflejar el triunfo de Lula, dejan un mensaje inquietante: el bolsonarismo pasa a ser la principal fuerza política del país ¿Qué impacto puede tener en Argentina los comicios del país vecino?, ¿Bullrich puede ser la Bolsonaro criolla?
El crecimiento de la extrema derecha es un dato insoslayable. Personajes que en otros momentos solo generarían risa, hoy tienen importantes resultados electorales o directamente lograron llegar al poder: Trump en Estados Unidos, Boris Jonson en el Reino Unido, GiorgiaMeloni en Italia, Vox en España y Bolsonaro en Brasil son algunos ejemplos de una abultada lista.
¿Por qué millones de personas en el mundo votan a gente que son misóginos, homofóbicos, antivacunas, negadores del cambio climático y reivindicadores de sangrientas dictaduras?, ¿qué es lo que hace que incluso personas de sectores populares voten por quienes abiertamente hablan de ajustes, eliminación de programas sociales y atacan a la organización sindical?
Érase una vez el progresismo
Esta historia se remonta a la crisis del 2008, cuando la burbuja financiera e inmobiliaria estadounidense explotó y trajo consigo la caída más grande de la bolsa y los bancos desde 1930. El crecimiento ininterrumpido del capitalismo, el “fin de la historia”, como se había dicho tiempo atrás, había llegado a su paradójico fin. El capitalismo volvía a mostrar su cara más rancia.
Tiempo atrás, rebeliones populares habían enterrado por años al neoliberalismo en las principales plazas latinoamericanas, las sociedades se habían cansado de comerse los cuentos de progreso individual y del juego de la meritocracia en la que siempre le tocaban las peores cartas a los de abajo.
El crecimiento de la pobreza, los desahucios (gente que es echada de su casa por no poder pagar la hipoteca), el desempleo, el endeudamiento, todo fue configurando un clima mundial de indignación. Los partidos tradicionales eran mostrados como los responsables del malestar social y se vio el surgimiento de nuevas formaciones políticas que mayoritariamente venían del progresismo.
Se puede decir que los primeros 15 años del nuevo siglo fueron un viraje a la centro izquierda del escenario mundial. Con todos sus matices y contradicciones, con todos los límites y dentro del marco general capitalista, se podría aventurar que la figura política del periodo fue Obama. Nunca antes en la historia estadounidense, se podría haber planteado la idea de que un negro llegara a la Casa Blanca.
Los años pasaron, las desilusiones empezaron a llegar, los límites de estas fuerzas dentro del total marco del sistema capitalista, es decir, nunca plantarse en afectar directamente las mega ganancias de las millonarias para utilizarlas en el desarrollo productivo del conjunto de la sociedad, hicieron mostrar a estas fuerzas importantes en la satisfacción de las tan retrasadas necesidades de los de abajo.
El huevo de la serpiente
Agazapada, la derecha mundial estuvo para señalar con el dedo a los supuestos culpables por el padecer de la gente de a pie: los inmigrantes, los planeros, las feministas, la ideología de género, el curro de los derechos humanos, la izquierda, el marxismo cultural, el nuevo orden mundial, los judíos (de nuevo), los terroristas y un largo etcétera.
Ese es en general el mecanismo de la derecha, en criollo, apuntar al que tenés al lado. Cuando se apunta a un político en particular, en general se lo hace en calidad de representante de los de abajo.
Este discurso de odio, de resentimiento, de postergación infinita por una política con lindos discursos, pero con pocas transformaciones de fondo para la vida de las personas, hizo que quienes gritaban más fuerte, quienes se asentaban en los viejos prejuicios sociales, empezaran a ganar notoriedad.
Si el enojo contra todos los políticos a principios del siglo XXI fue capitalizado por las movilizaciones de izquierda, por el “piquete y cacerola la lucha es una sola”, luego de terminada la primera década, pareciera ser captada por los discursos contra “los planeros”, “los que cortan la calle”, “los que vienen de otros países a quitarnos el trabajo”.
¿Las redes sociales ayudaron al avance de la derecha?
En las redes sociales, las personas de pensamientos de extrema derecha, llenas de odio y resentimiento, encontraron un lugar seguro para expresar sus opiniones. Ya no tuvieron que asistir a lugares de trabajo y de estudio para terminar enfrentados con argumentos superiores por parte de compañeros con ideas más razonablemente fundadas. Ahora podían atacar a quienes quisieran, sin siquiera dar la cara.
Por otro lado, las personas de extrema derecha, otrora una ínfima minoría, se pudieron amuchar sin importar distancias geográficas, y terminaron juntando una buena cantidad de miles de usuarios, dedicados a “trollear” a quien esbozara opiniones progresistas. Esta actividad fue creciendo a lo largo de los últimos años y creó una determinada idea de cambio de humor social, que acompañó a mucha gente decepcionada de los políticos.
Las redes sociales, usadas en otro momento por quienes copaban las calles de Túnez, Egipto, España y Nuevo York en las manifestaciones de indignados, ahora son utilizadas por candidatos de derecha para destilar su odio contra todo lo progresista que hay en las sociedades o inventar fakes news sobre sus opositores. Sin ir más lejos, Lula tuvo que desmentir en la última elección que “tenía un pacto con el Diablo”.
Si las redes ayudaron o no, es un debate interesante, aunque no hay necesariamente pruebas concluyentes. Lo que sí es posible afirmar, que fueron las organizaciones de derecha quienes las entendieron antes que nadie y quienes las utilizaron mejor.
¿Bullrich la Bolsonaro Criolla?
El crecimiento de Patricia Bullrich es un hecho. Luego de los traspiés en declaraciones de Milei sobre la venta de órganos y su fallido desembarco en un acto en el conurbano bonaerense, la ex ministra de Seguridad tuvo un creciente impacto y ahora hay sondeos que la ubican como ganadora en una eventual interna de Juntos por el Cambio.
Partiendo de que las encuestas vienen fallando y hay quienes denuncian que son utilizadas políticamente por quienes las pagan, la novedad de que haya estudios que la ubican como ganadora, ya es un dato a resaltar. Hasta hace algunos meses, esto era impensado y parecía todo encolumnarse a una candidatura de Horacio Rodríguez Larreta.
Por otro lado, partiendo de que en las últimas 13 elecciones en el mundo, 11 fueron derrotas para los oficialismos, se evidencia un clima dificultoso para un Frente de Todos que además se hunde entre internas por falta de resultados económicos y una total caída del capital político de sus socios mayoritarios.
Si la estrategia de Lula durante el balotaje fue girar hacia la derecha, planteando que está en contra del aborto, que es “un hombre de dios” y intentando hacerse de una parte de la agenda del propio Bolsonaro, se podría decír que solo generó un aumento en los votos de su adversario.
Tal vez, estemos en un loop infinito, entre los límites del progresismo y la implacabilidad de la derecha. Si es así, si otro actor no rompe este ciclo de desilusiones, es lamentable pero debería contestarse afirmativamente la pregunta señalada en el título.
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