
Estimados lectores;
Gracias por acompañarnos nuevamente con su lectura a través de NCO desde un sector de Los Palabristas de hoy y de siempre. Revista literaria que funde y dirijo desde el año 2001.
Mónica Caruso. Tapiales
E-mail: revistaliterarialospalabristas@gmail.com
La reseña biográfica de hoy es sobre María Elvira Lacaci Morris.
No ha obtenido el debido reconocimiento en Ferrol, la ciudad donde vio la luz, es la conocida poetisa María Elvira Lacaci Morris, la primera mujer española que obtuvo el prestigioso premio Adonais de poesía.
Nacida en Ferrol el año 1916 en el seno de una familia de militares, pasó su juventud repartida entre Doniños y la urbe ferrolana, ciudad esta última donde conoció y compartió sus primeras experiencias poéticas con el conocido poeta y militar José Luis Prado Nogueira.
Dedicada desde muy joven a la literatura, María Elvira se trasladó muy pronto a Madrid, lugar donde residió hasta su muerte, orientando su obra literaria de una forma casi exclusiva hacia una poesía de carácter social.
A partir de los años 1950, María Elvira Lacaci comenzó a hacerse oír y destacar en el mundo literario de la capital de España. El año 1956 recibió el premio Adonais de poesía por su publicación titulada “Humana voz”.
En sus poemas, casos por ejemplo de “Hablando con Dios”, “El regreso” o “La ciudad”, predomina un tono intimista y personal, mientras indaga en las causas de la injusticia social
En los años 1960 se casó con Miguel Buñuel, un polifacético intelectual, novelista, autor de cuentos infantiles y crítico de cine; dada la diferencia de caracteres existente, el matrimonio tuvo una corta duración.
El año 1964 María Elvira Lacaci fue galardonada con el Premio de la Crítica por su trayectoria literaria, personalizada en su obra “Al este de la ciudad”, y el año 1967 recibió el premio de La Hucha de Oro por el cuento “La instancia”.
Durante su larga estancia de casi cincuenta años en la capital de España, la poetisa ferrolana combinó la creación literaria con la docencia, publicando varias obras de literatura infantil junto con otras estrictamente de contenido poético.
Representante de la poesía social de la posguerra, estuvo encuadrada como una notable componente de la generación poética del 27, alternando en ella con poetas tan importantes como lo fueron Vicente Alexandre, Dámaso Alonso y Gerardo Diego.
Se la considera como una poetisa de cierta sensibilidad religiosa, que para algunos incluso llega al misticismo, pero que siempre intentó hacer compatible con los elementos sociales de su obra.
Estimada como una voz de cierto relieve en los círculos literarios a partir de los años sesenta, varios poemas de María Elvira Lacaci fueron incluidos en la conocida “Antología de la poesía social”, publicada el año 1965 por Leopoldo de Luis.
Más tarde aparecieron nuevas composiciones suyas en otras dos nuevas antologías, la publicada el año 1992 por José Luis Cano, “Lírica española de hoy” y la que realizó Miguel de Santiago el año 1998, “Antología de la poesía mística española”.
Además de las publicaciones que se han citado con anterioridad, la poetisa ferrolana publicó diversas obras, en su mayor parte en verso, entre las que deben mencionarse “Voz humana” (año 1957).
“Son de Deus” (año 1962), “Al este de la ciudad” (año 1963), “El rey Baltasar” (año 1965), “Tom y Jim” (año 1966) y el poemario infantil “Molinillo de papel” (año 1967), además del libro de cuentos “Pequeño bazar”.
Para algunos críticos de su obra la poesía de María Elvira Lacaci es de una elaboración sencilla, muchas veces convencional, y de un lenguaje poético accesible.
Todo ello más como un reflejo de su preocupación social por los valores humanos que por la propia consideración que se pueda hacer de los valores intrínsecamente literarios de sus poemas.
Mujer de exquisita sencillez y de extrema humildad, defendió siempre su poesía social al considerar que encerraba grandes valores humanos, además de los esencialmente poéticos.
Durante su larga estancia en Madrid María Elvira Lacaci retrató la vida de los barrios y lugares, muchas veces marginados o poco conocidos, de la capital.
Sus poemas están casi siempre localizados en lugares reconocibles de un espacio urbano que la propia escritora conoció y por los cuales transitó:
la Gran Vía, la Puerta del Sol, los barrios de Vallecas y Usera, Cuatro Caminos y Peña Prieta, comunicándonos el impacto abrumador que ejerce la ciudad sobre las personas, lo que le produce a la poetisa un hondo dolor y hace que llegue a tambalear su fe.
En lo que se refiere a su producción literaria en lengua gallega fue relativamente poco abundante el número de poemas que escribió María Elvira Lacaci, la mayoría de ellos aparecidos en su publicación “Son de Deus”.
Además de sus poesías “Bágoas de amor” y “Lonxanía” destaca una composición que dedicó a la romería de Doniños y un sentido poema titulado” Venres Santo”, en el que hace un encendido cántico a la Semana Santa ferrolana.
María Elvira Lacaci Morris pasó los últimos años de su vida internada en la Residencia “Santísima Trinidad”, institución regida por las Hermanas Josefinas, donde estuvo escribiendo hasta los últimos momentos de su existencia.
Falleció en la residencia madrileña en marzo del año 1997, siendo enterrada en el cementerio madrileño de la Almudena.
A pesar de su nacimiento en Ferrol y la ascendencia ferrolana de su familia, es prácticamente nulo el reconocimiento, o al menos el recuerdo, que se la ha hecho en nuestra ciudad.
Solamente los escritores ferrolanos Carlos Barcón y Vicente Araguas han tenido a bien recordar la vena poética de María Elvira Lacaci en algunos de sus trabajos.
Poemas
María Elvira Lacaci
Árbol enamorado Se llamaba Dolor
y era un extraño
árbol enamorado sin viscosas resinas de deseos umbríos.
Se llamaba Dolor, Elvira, a veces.
Y era el Norte de Dios. Pero sus hojas
se desprendían lentas hacia el suelo.
Era un extraño árbol. Sin raíces ni savia. Aladamente
arrastraba su tronco carcomido
sobre la tierra.
Sobre la tierra que impaciente, despiadadamente,
empezaba a girarle por las venas.
A gritarle en su giro, raudo y rojo,
su ineludible puesto. Allí. En la Nada.
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La posteridad
Con frecuencia, oigo hablar a poetas
de la posteridad.
“Tenemos que intentar –dicen con énfasis–
que las generaciones venideras…”
Y yo digo que sí –siempre me incluyen–. Pero mi corazón sonríe
al tiempo virgen para sus latidos.
Yo quiero vivir al día, lo mismo que las aves.
Ser pan de todos, sí de los que conmigo muerden la agonía.
Y ya no aspiro a más.
Sólo a pudrirme –cuando llegue la hora–
junto a mis letras húmedas y doloridas.
::::Ropa tendida
Ha cesado la nieve, la pertinaz llovizna de estos días.
El sol
se extiende larga y perezosamente
sobre las negras charcas del suburbio.
El cielo luce azul. El aire es fuerte y sacude
los miles de banderas, de banderas de paz,
que en cada esquina, cada rincón, pared de casa ajena,
han colocado todos los vecinos. Los vecinos que habitan
bajo un techo menor que una sábana abierta y extendida.
Fuente: Wikipedia / amediavoz
Queridos lectores espero que les haya gustado este pequeño vuelo literario.
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Que tengan un excelente inicio de semana.
Hasta el próximo lunes.