En el mundo actual proliferan los gobiernos neoliberales. Los otros, los que intentan mejorar la vida de los pueblos antes que rendirse a las exigencias de las corporaciones, son minoría o están en franca retirada y son despectivamente denominados “populistas” por la prensa hegemónica, que los combate con ferocidad.
Por Francisco Jorge Martínez Pería. Abogado.
fjmartinezperia@gmail.com
Los gobiernos neoliberales son, en cambio, por definición, funcionales al poder de las corporaciones, que huyen despavoridas de los gobiernos “populistas”.
Como entender, entonces, que durante los doce años que duraron los últimos gobiernos “populistas” de la Argentina, estos hayan podido manejar, con jóvenes e ignotos técnicos, las variables económicas fundamentales con bastante éxito y completar íntegros sus mandatos, a pesar de la enemistad manifiesta de sus adversarios políticos, económicos y mediáticos y que este gobierno, que es un indudable aliado del establishment nacional y mundial, haya durado apenas un poco más de dos años antes de enfrentarse con una crisis económica y política de proporciones todavía desconocidas, aun contando con “el mejor equipo de los últimos cincuenta años” y con sus finanzas manejadas por un conspicuo representante de la “ Champions League” financiera.
Otro interrogante que surge inmediatamente del estropicio económico en el que estamos metidos, es el relativo a la densidad de las herencias, porque si la anterior fue pesada, si atendemos la queja permanente del gobierno actual, que decir de la que reciba el que tenga que desenrollar este ovillo. Debe ser por eso mismo que el relato oficial ya no se centra en los últimos doce años, donde no sólo no hubo ninguna crisis financiera semejante a la actual, ni hubo que recurrir al FMI, ni se acumuló una deuda impagable, sino que ahora la comparación se extiende piadosa y convenientemente, a los últimos sesenta años, donde si podemos encontrar crisis de todos los colores, de modo tal que el amarillo no se contraponga tanto con el verde esperanza.
Otro hecho notoriamente significativo es la velocidad vertiginosa con que pasamos del mejor de los mundos a esta realidad nacional, mucho más reconocible hasta para los que habían perdido un tanto la memoria en estos últimos años y que ahora no sólo parecen estar recuperándola rápidamente, sino que además deben estar haciendo notables esfuerzos para borrar la mayor cantidad de archivos posible.
Tampoco se sostiene demasiado el argumento del factor externo, en este caso la suba de la tasa de interés dispuesta recientemente por la Reserva Federal de los Estados Unidos, detalle que no podía escaparse a la sabia previsión de economistas y financistas tan experimentados que no dudaron en tomar toda la deuda que fuera necesaria hasta que le dijeron basta los mismos que se suponían sus aliados, razón por la cual se habla, con cierta discreción, del “fuego amigo”.
Circulan también otras versiones amistosas para con los que han tenido que tomar esta decisión, indudablemente desesperada. La una, que afirma que se trata sólo una medida preventiva, lo que se contradice con el repentino viaje ministerial y la otra, que asevera que el FMI ya no es lo que era y que ahora no pretenderá imponer el congelamiento de las jubilaciones, ni la reforma laboral, ni la devaluación del peso ni tantas otras medidas antipáticas que caracterizaron su recetario tradicional en el pasado.
Ante tanta confusión son pocas las certezas que podemos albergar sobre nuestro futuro, sabemos ciertamente que se está devaluando aceleradamente el peso y que subirá significativamente la tasa de inflación, mientras aquí alguien dice contar con datos que indicarían que está mermando considerablemente la demanda de globos amarillos.