

Ante el abandono del municipio y del sindicato, el personal del Hospital Germani denuncia precariedad extrema y decide salir a reclamar.
Por Verónica Llonto
El conflicto en el sistema de salud municipal de La Matanza expone una crisis que afecta tanto a pacientes como al personal sanitario. En el Hospital Teresa Germani, la falta de guantes, suero y hasta medicamentos básicos, se ha vuelto parte de la rutina. Frente a esta situación, enfermeros, técnicos y trabajadores de base comenzaron a movilizarse, cansados de esperar respuestas que no llegan.
Yesica Ávila, enfermera del hospital, apuntó un clima de agotamiento generalizado, donde los reclamos no son nuevos, pero se han vuelto cada vez más urgentes. A pesar de la naturalización de ciertas precariedades, ella insistió en no acostumbrarse y en mantener viva la demanda por condiciones laborales justas.
Como madre de tres hijos, Yesica enfrenta el dilema de querer brindarles lo mejor sin poder cubrir lo básico. Aunque valora la educación pública, optó por enviarlos a una escuela privada, pero ya no puede pagar la cuota. A pesar de haber solicitado una beca, la respuesta fue el silencio.
La enfermera sostuvo que no puede conformarse y que sus hijos deben aprender a defender sus derechos. Para ella, el amor a sus hijos es el motor que la impulsa a seguir reclamando, incluso en un contexto de profundo desgaste emocional. “Me niego a dejarme vencer, tampoco tengo miedo de exponerme ni de decir las cosas que están pasando” declaró con firmeza.
Falta de insumos y recursos básicos
A las carencias salariales se suma la escasez de insumos básicos. Bidones de agua, antes provistos por el municipio, ahora deben ser comprados por el personal. Esa misma agua era usada también para preparar la leche de los bebés internados, pero el suministro fue suspendido sin aviso ni reemplazo.
Tampoco hay elementos indispensables para la atención como guantes de látex, sueros, cinta adhesiva ni medicamentos esenciales como la ampicilina. Ávila enfatizó que no se puede trabajar en estas condiciones y denunció que muchas veces los turnos se enfrentan entre sí por los pocos recursos disponibles.
La enfermera relató que “la falta de materiales genera tensiones internas. Se culpa de la falta de insumos a quienes tienen que reponerlos. Cuando la realidad es que no hay, se van robando entre turnos”. Esto lleva a situaciones de conflicto que agravan aún más el ambiente laboral.
Según relató, no es sólo un problema económico generalizado: hay hospitales provinciales que sí cuentan con estos insumos, a diferencia de los municipales. Ella y sus compañeros ven esta disparidad como un signo del abandono del sistema municipal de salud.
El silencio del municipio y las diferencias presupuestarias
La entrevistada cuestionó la participación del municipio en el reciente Congreso de Salud Provincial (COSAPRO), al señalar que sus representantes evitaron hablar de la crisis que atraviesan los hospitales municipales. En lugar de plantear soluciones, aseguró que se limitaron a promocionar campañas de vacunación, sin abordar los problemas de fondo del sistema de salud.
El municipio exige insumos y campañas al hospital Germani, pero no garantiza las condiciones mínimas para cumplir con esas exigencias. Ávila señaló que el vacunatorio del hospital se encuentra en condiciones deplorables, ubicado en una parte antigua del edificio, sin baño y con instalaciones que están por derrumbarse.
Relató que, ante este panorama, las enfermeras fueron obligadas a vacunar en carpas montadas en la plaza, con el objetivo de generar visibilidad pública para las campañas. Sin embargo, denunció que se trata de una solución improvisada e indigna, ya que allí no cuentan ni siquiera con acceso a agua para lavarse las manos.
A pesar de los reclamos, la respuesta oficial sigue siendo la indiferencia. La falta de voluntad política para mejorar las condiciones queda expuesta cada vez que las enfermeras deben improvisar soluciones para situaciones que deberían estar resueltas desde la gestión.
Quiénes se animan a reclamar y quiénes guardan silencio
Ávila explicó que el reclamo no fue acompañado por el personal médico, ya que sus condiciones salariales son muy diferentes a las de enfermería. A pesar de compartir espacios y tareas, afirmó que los médicos reciben sueldos considerablemente más altos y, por lo tanto, no se adhieren a la protesta.
Indicó que el reclamo está siendo sostenido por el personal de enfermería, técnicos de rayos, técnicos de laboratorio y algunos trabajadores de maestranza. “Entiendo que hay mucho miedo de reclamar por el tema político, pero reitero, es injusto que sólo unos pocos reclamen por los derechos de todos, el miedo no puede seguir paralizando la demanda de derechos básicos” recalcó la entrevistada.
La enfermera destacó la valentía de quienes se animan a hacer visible la situación: “Lamentablemente, los sectores más postergados son quienes hoy alzan la voz. Pero a pesar del desgaste, el cansancio y las amenazas, elegimos organizarnos y salir a reclamar lo que nos corresponde”.
Salarios indignos y desprotección sindical
Yesica lleva 15 años como enfermera en el hospital Germani. Reconoció con gratitud todo lo que aprendió en ese espacio, pero afirmó estar agotada y en búsqueda de otro trabajo. Le duele tener que abandonar un lugar al que le dedicó tanto, pero las injusticias la exceden.
El salario que percibe es insuficiente: cobra alrededor de 550 mil pesos por trabajar de lunes a viernes, de 7 a 14 horas. Su básico es de apenas 248 mil pesos, y reconoció con desánimo que su labor durante la pandemia, no fue valorada en absoluto.
Su pareja colabora económicamente, pero trabaja de forma independiente, lo que convierte el sustento familiar en una cuestión de día a día. La sensación de vivir al límite es constante y genera un nivel de angustia difícil de sostener.
Para Yesica, uno de los mayores problemas es la falta de respaldo sindical. Aseguró que el sindicato municipal no representa a los trabajadores y que parece más ocupado en hacer acuerdos con el poder que en defender los derechos de quienes debería proteger.
Con quince años de servicio y una vocación intacta, Yesica asegura que no puede seguir tolerando la indiferencia. Su testimonio condensa el hartazgo de muchos que, aún sin respaldo, eligen reclamar. Porque detrás de cada guardia sin insumos, de cada salario que no alcanza, hay una historia de entrega que el sistema parece haber olvidado.
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