Número de edición 8481
Internacionales

Argentina y Estados Unidos: Relación Bilateral

Irma Arguello

 La designación del nuevo embajador argentino en los Estados Unidos, Fernando Oris de Roa, que entregará sus cartas credenciales en Washington el próximo 24 de enero, sumada a la noticia de que la administración Trump estaría por cubrir la Embajada en Buenos Aires, vacante desde la salida de Noah Mamet, en enero de 2017, habla de un mejoramiento progresivo de la relación bilateral entre Argentina y Estados Unidos.

También, dos hechos sugestivos acaecidos en los últimos días del año han confirmado esta voluntad positiva de acercamiento.

Por un lado, el presidente Donald Trump puso fin a la exclusión de nuestro país del Sistema General de Preferencias (SGP) para importaciones. Tal exclusión había sido decretada por Barack Obama en 2012. Esta medida, una clara señal positiva hacia el Gobierno de Mauricio Macri, permitirá que alrededor de quinientos productos argentinos ingresen con arancel cero a los Estados Unidos.

Casi en simultáneo, el 21 de diciembre fue muy significativa la abstención de Argentina en la votación de la resolución de la Asamblea General de la ONU que rechazó por 128 a 9 la propuesta de Trump de reconocer a la ciudad de Jerusalén como capital de Israel. Si bien nuestro país no se unió con su voto a los promotores de tal propuesta, Estados Unidos e Israel, tampoco formó parte de la mayoría que descartó de plano la idea. Aunque no legalmente vinculante, el reproche a Estados Unidos por la iniciativa incluyó a Rusia, China, Francia y Reino Unido, y también a algunos otros de sus aliados tradicionales como Corea del Sur y Japón. En términos diplomáticos, la abstención en este tema de alta controversia debe leerse como un gesto de apoyo de Argentina a la política de Trump respecto de Israel y Medio Oriente.

Estas dos acciones, una en el ámbito comercial y otra en el de seguridad de Medio Oriente, implican clara reciprocidad. El Gobierno argentino ha venido trabajando desde hace tiempo en lograr un alivio a las barreras arancelarias para exportar a los Estados Unidos, sin embargo el beneplácito del presidente Trump a nuestras exportaciones y la posibilidad de abrir otros entornos favorables desde el punto de vista comercial no son más que una consecuencia de la predisposición positiva de Argentina respecto de algunos temas de máximo interés estratégico para los Estados Unidos. Tales asuntos, que tienen que ver con la seguridad global y los conflictos regionales relevantes para el país del norte, son los que movilizan hoy a los Estados Unidos a otorgar concesiones de diversa índole, por ejemplo, las comerciales.

La sintonía de intereses, que no significa necesariamente una alineación automática para Argentina, sino más bien comprender las reglas de juego, recién ahora se va perfilando con mayor claridad. En el pasado, nuestro país se caracterizó por una política exterior errática entre sucesivos gobiernos, que trajo consecuencias indeseables a la relación bilateral. Basta recordar el vergonzoso incidente de 2011 con el entonces canciller Timerman inspeccionando personalmente un avión militar estadounidense con materiales para entrenamiento de las fuerzas de seguridad.

Si bien desde el comienzo de la administración del presidente Macri se puso en evidencia un serio intento de modificar para mejor el posicionamiento internacional de Argentina, el primer contacto entre ambos jefes de Estado, allá por abril de este año, puso en evidencia la ausencia de un lenguaje común: mientras Trump ponía énfasis en lograr apoyos por la crisis de Corea del Norte, Macri se interesaba más por la comercialización de los limones argentinos.

Hoy tales brechas parecen haberse reducido, o cuanto menos el Gobierno argentino parece haber entendido mejor la lógica que mueve a la gran potencia. En realidad, no es tan difícil equilibrar las necesidades argentinas con los intereses estratégicos de los Estados Unidos, lo que da por tierra con una falacia común en los países latinoamericanos de pensar que tener buenas y fluidas relaciones con la potencia del norte significa abdicar de su soberanía.

Algunos gestos claves han mostrado la sensibilidad de la política exterior argentina hacia esos intereses estratégicos, por ejemplo, la reticencia de Argentina a suscribir el Tratado de Prohibición de Armas Nucleares, abierto a la firma el pasado septiembre, un instrumento explícitamente rechazado por Estados Unidos y todos los poseedores de estas armas.

Otro gesto en la misma dirección ha sido la actitud de nuestro país de dar un impulso renovado a la causa del memorándum con Irán que prometía impunidad a los sospechados por el atentado terrorista a la AMIA.

Con una crisis global en desarrollo, el terrorismo internacional, el crimen organizado en todas sus formas, así como su interconexión y su financiamiento, se han vuelto cuestiones fundamentales y lo seguirán siendo en el futuro. De ahí que sea de suma importancia que ambos países tengan agendas comunes en este sentido y que Argentina participe de una manera activa en los esfuerzos internacionales cooperativos de lucha contra estos flagelos.

En este marco, y en virtud de que nuestro país pueda estar a la altura de las exigencias de este papel, resulta clara la urgente necesidad para Argentina de contar con un amplio programa de cooperación tecnológica, de armas y de entrenamiento de las fuerzas de seguridad tanto federales como provinciales y, por qué no, de las Fuerzas Armadas. Se requiere poner énfasis en la protección de nuestros espacios aéreos, marítimos y terrestres con materiales de alta tecnología y recursos humanos entrenados para la importancia de la misión. En este sentido, la experiencia de Estados Unidos podría ser de gran ayuda. Obviamente, este esfuerzo debería ser inscrito en un profundo replanteo de la estrategia nacional de defensa y seguridad, en línea con los tiempos que corren, un asunto cuya relevancia se puso una vez más de manifiesto con la tragedia del ARA San Juan.

Es así que la abstención argentina en la ONU por Jerusalén no es casual ni debería verse como un hecho aislado, sino más bien como un ejemplo de reciprocidad entre dos Estados que intentan superar errores del pasado en la relación bilateral.

Para países como Argentina, que distan de ser potencias comerciales, el alineamiento en temas estratégicos y de seguridad resulta una poderosa fuente de oportunidades. Hay tener en cuenta que hoy en día Estados Unidos, y más aún desde el inicio de la era Trump, aplica un estilo de negociación multidimensional en la que todos los intereses se ponen sobre la mesa. Está en nuestro Gobierno comprender a fondo ese juego y actuar en consecuencia para beneficio de los intereses nacionales.

La autora es presidente de la Fundación NPSGlobal.

Fuente Infobae

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