Número de edición 8481
Cultura

Peones, trabajos y actividades productivas en Santa Fe colonial (primera mitad del siglo XVIII)

Peones

Peones. Mucho es lo que se ha escrito sobre los trabajadores del Litoral Rioplatense colonial, tanto para el contexto urbano como para la campaña, a partir de la formulación de distintos objetos de estudio, problemas, hipótesis de trabajo, metodologías y fuentes. Empero, considero que hay temas y regiones más desarrollados por la Historiografía del período, por lo que considero necesario enfocarme en un punto ‘‘periférico’’ dentro del Río de la Plata, durante gran parte de la colonia integrante de los territorios del Virreinato del Perú: la jurisdicción del Cabildo de Santa Fe.

Por Mauro Luis Pelozatto Reilly

Sobre los puntos profundizados en relación a los trabajadores coloniales, hay que destacar las distintas situaciones en el contexto rural, muy vinculadas con las prácticas productivas de la época en la región. Al igual que otras jurisdicciones (como la de Buenos Aires, aunque en otro grado de relevancia), Santa Fe se insertó en el espacio económico colonial como una zona productora y abastecedora de ganados (principalmente mulas y vacas) para los principales centros virreinales de producción y de consumo (Lima, Potosí, etc.), y también (desde mediados del siglo XVII), se fue enfocando cada vez más en la extracción de cueros para exportación (en un contexto de crecimiento, en volumen e importancia, del comercio ultramarino atlántico, sobre todo saliendo desde el puerto bonaerense).

En este marco, era normal que tanto los vecinos criadores (hacendados, estancieros, propietarios territoriales, comerciantes, etc.) como las autoridades locales (encargadas del abasto de carne municipal, de fijar los precios para el mercado citadino, de garantizar la comercialización de los géneros más importantes –vacas, cueros, mulares, etc.-, y de hacer lo más efectiva posible la recaudación de los impuestos para la Real Hacienda, entre otras cuestiones), intentaran concentrar a la mano de obra libre disponible en las tareas más vinculadas a este sector de la economía.

Por ejemplo, el 16 de septiembre de 1712, el cabildo trató sobre una petición presentada por el Padre Rector del Colegio jesuita, Ignacio de Artiaga, mediante la cual mencionaba los daños causados por los indios infieles enemigos sobre sus estancias, causando la muerte de dos negros esclavos, y poniendo en peligro la vida de los demás empleados. En este caso, vemos como se hacía referencia al trabajo de los conchabados en las explotaciones pecuarias, y también como escoltas en las expediciones organizadas para sacar los ganados, como aparece a la postre en el documento.

Este último punto mencionado tiene que ver con una práctica característica entre los ganaderos del lugar en aquellos años: las recogidas de animales dispersos y alzados, las cuales eran organizadas y costeadas en conjunto por el ayuntamiento y los vecinos interesados, con el objetivo de reintegrar a las haciendas en los establecimientos productivos, distribuyéndose los rodeos recogidos según el sistema de marcas y señales vigentes.

Debido a los rasgos estructurales de la zona (gran disponibilidad de tierras fértiles de fácil acceso, inexistencia de grandes grupos de población indígena sedentaria, poca capacidad del funcionariado colonial para poder controlar todos los territorios, etc.), es lógico pensar en la consolidación de actividades agropecuarias y económico-sociales particulares: durante todo el período estudiado, predominaron como principales empresas vinculadas a la ganadería, los envíos de mulas y reses en pie, y las vaquerías (faenas para extraer piezas de cueros, grasa y sebo), al mismo tiempo que se impusieron diversos contratos verbales de trabajo y por el acceso a la tierra y los bienes de hacienda (principales medios de producción), como el peonaje, los arrendamientos (pago de una suma en moneda o en especie para acceder al usufructo de una parcela), y la agregación (que implicaba un pago efectuado preferentemente en trabajo en los rodeos y cultivos del terrateniente).

Por eso es que no faltan los testimonios en donde se puede hallar a los braceros vinculados a las vaquerías, recogidas de ganado y demás quehaceres agro-pastoriles. El 26 de noviembre de 1726, el alcalde provincial Antonio de Márquez Montiel, con el objeto de obtener recursos para la guerra, solicitó a la sala capitular una licencia para vaquear en los campos de la otra banda del Paraná. Un tercio de las bestias juntadas sería destinado a los ingresos municipales, mientras que con el resto se enfrentarían los gastos necesarios, correspondientes al salario de los 40 conchabados, los dos indios vaqueanos de la reducción de Santo Domingo Soriano y entre 4 y 6 españoles que trabajarían en la expedición, más la compra de 60 caballos. El 9 de mayo de 1747, se registró a los asalariados del alcalde de la Hermandad de Paraná, Juan Basilio Roldán, haciendo una charqueada de 30 reses (obtención de carne seca), y cortando madera.

Existen, además, descripciones que muestran a los empleados rurales relacionados con otras ramas de la producción pecuaria: una de ellas se dio el 7 de diciembre de 1715, cuando el concejo municipal intervino sobre el ataque de algunos indígenas sobre las caballadas y efectos de los peones del alcalde López Pintado.

También era común que el Cabildo de Santa Fe empleara trabajadores pagados para obras públicas de relevancia. Para citar un caso, el 13 de noviembre de 1724, se pidieron brazos disponibles para el levantamiento del fuerte de Rincón, destacándose la participación directa del alcalde provincial, quien ofreció sus herramientas y peones para dicha empresa. El 7 de febrero de 1746 se dispuso usar obreros para la construcción de la Iglesia Matriz de la Ciudad, mientras que tres años después se exigió a los vecinos contribuir con peones pagados para el mismo proyecto, llegándose a la imposición de penas para quienes no facilitaran el acceso a sus dependientes.

En conclusión, podría sostenerse que había jornaleros tanto en el ámbito rural como en la urbe, que las medidas capitulares tuvieron peso en ambos contextos, y que existió un marcado interés de los cabildantes, demás funcionarios y vecinos productores por distribuirlos correctamente entre los trabajos de interés público y las principales actividades productivas.

Bibliografía y fuentes

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