Número de edición 8481
La Matanza

Devolverle un poco de su ayuda: Se necesitan dadores de sangre para la fundadora de un centro comunitario

pag.11_comedor La Esperanza
Nora Adámoli
Noraadamoli.nco@gmail.com

Norma Rosa Rodríguez debe someterse esta semana a una intervención quirúrgica, de modo que precisa de voluntarios que donen sangre de cualquier grupo y factor. La mujer conduce el comedor “La Esperanza”, de Villa Celina.
Los interesados deberán asistir al hospital Piñeiro de 8.30 a 11. Norma será operada el miércoles próximo. Todos sus “chicos” –y los grandes también- esperan verla pronto, activa como siempre, recuperada de este trance.
Por otra parte, este mes en la institución realizaron diversas actividades, entre la que se destaca la del pasado 11 de mayo, cuando llevaron a cabo un festival que montaron con miras a crear un sitio de recreación, especialmente, para los más chicos

“El Festival Ciudad Celina fue una iniciativa de un conjunto de organizaciones de Celina que se juntaron para generar un espacio cultural para el barrio. Agradecemos a los vecinos que se acercaron, a la murga Mil Cuelgues, a la Sociedad de Fomento del Barrio General Paz y a todos aquellos que hicieron posible que esta linda jornada se pueda llevar adelante”, destacaron los integrantes de la organización que funciona desde hace casi 13 años.

La institución empezó a funcionar como un centro para asistir alimentariamente a todos aquellos que lo único que tenían, era hambre. Norma Rodríguez es, desde el inicio, la titular de lo que se convirtió en la Biblioteca Popular y Centro Comunitario La Esperanza, un espacio que brinda contención con muchas actividades, muy bien recibidas por niños, jóvenes y adultos del Barrio Las Achiras.

“Este año van a hacer 13 que comencé con el comedor. En esa época había mucha miseria y lo construimos en el patio de mi casa”, contó la mujer a este medio en una entrevista concedida en el mes de marzo, añadiendo que la entidad fue evolucionando con el aporte que realizaron los psicólogos sociales y arquitectos, que colaboraron además de elegir a la fundación para realizar sus tesis. Estos jóvenes, provenientes de la UBA, no fueron los únicos en acercarse, también hubo referentes de empresas.

Y Norma tampoco se quedó dormida: difundió la actividad del comedor por todos los lugares que pudo, empezando por la prensa nacional, hasta que en 2007 –aproximadamente- se buscó transformar la institución, ya que la Provincia promovía que no se abrieran más centros de este tipo debido a las políticas sociales que se habían aplicado, y se optó por sumar diversas actividades. “A través del tiempo fui poniendo una biblioteca, una sala de computación, un taller de ajedrez, de malabares, clases de danza árabe, los chicos que bailan la música de los Wachiturros, de todo”, mencionó.

“También tenemos la escuelita de fútbol y ahora se instaló una radio en el barrio, así que vamos a ver cómo nos va”, destacó. De este modo, el Centro Comunitario crece cada día más, en el patio de la casa que Norma comparte con su esposo, también inserto en la noble causa. Gran parte de lo que hacen es por su propia voluntad. No perciben subsidios, todo es sin fines de lucro. Lo único que cobra Norma es una pensión por la enfermedad que padece: vitíligo. Pero sigue adelante, siempre, por los chicos a los que les da absolutamente todo lo que consigue.

El número de personas que asisten a la entidad varía considerablemente según la época del año. Por eso, ahora, cuando se brinda apoyo escolar, se acercan entre 15 o 20 chicos. “La gente se suma a través de los talleres. Aquí, en total, tengo alrededor de 150 familias, con seis o siete chicos que alcanza alrededor de 200 nenes. Yo los considero así, como un grupo, porque si le doy a un hermanito le tengo que dar a otro porque lo que se llevan es para que coman todos juntos. Y bueno, a través de la Provincia recibo un cupo para 60 y después, los chicos de Semillero y de Hormigón, que me consiguen alimentos no perecederos para llegar a los objetivos que tenemos”, detalló.

Según menciona Norma, el centro comunitario no percibe un subsidio ni cobra ningún tipo de sueldo. “Trabajo ad honorem y más que nada para los más pequeños. Siempre dije que si me metiera en política, estaría sentada al lado de la Presidenta, pero como no sé leer ni escribir, estoy fuera de un puesto y trabajo solamente para los nenes (…) Hoy en día, los pibes de 14 años para abajo necesitan contención y estudios por el hecho de que si vos le enseñás a ocupar la mente en lo que es, por ejemplo, un taller, creo que construís el futuro, un mañana”.

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