Mora Cordeu
“La resistencia pública y explícita de Borges a la literatura francesa va acompañada por el uso (encubierto) de esa literatura y por la consecuente productividad que ese uso genera”, resume Magdalena Cámpora, en el prólogo de un libro que reúne las ponencias de un coloquio sobre esa relación marcada por la ambigüedad, la tensión y una insospechada riqueza.
El coloquio Borges Francia, desarrollado en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Católica Argentina en septiembre de 2009 reunió en Buenos Aires a especialistas en la obra borgeana de uno y otro lado del océano.
Participaron del encuentro Michel Lafon, Norma Carricaburo, Martín Kohan, Annick Louis, Daniel Balderston, Pierre Brunel, Victoria Riobó, Daniel Attala, Mariano García, Julien Roger, Diego Vecchio, Beatriz Vegh, Cristina Bulacio, Mariana Di Ció, María Calviño, Martha Vanbiesem de Burbridge, Karim Benmiloud y Julio Prieto, entre otros estudiosos de la obra borgeana.
“Se dice siempre que Borges se relaciona con la literatura inglesa -es el canon aceptado- y de hecho, esa asimilación la fomentaba el propio escritor que en público la citaba como su modelo. Y en esa especie de distribución de espacios la literatura francesa tiene un lugar en la sombra”, subraya Cámpora, editora de este trabajo junto a Javier Roberto González.
Pese a su inclinación por la literatura inglesa, la editora cuenta que el escritor “estudió de joven en Ginebra, leía muchísimo en francés -en ese idioma leyó el Quijote-, obtuvo su consagración mundial en ese país, que además fue el primero en traducir sistemáticamente su obra”.
Sin embargo, resalta Cámpora en una entrevista con Télam, “él no habla bien de Francia, se jacta de ser insolente y al mismo tiempo, con mucha habilidad, acepta el reconocimiento de los franceses; él decía -burlonamente- que Roger Callois lo había descubierto”.
“Hay algo fascinante en Borges que es su productividad, impulsa a los escritores a escribir, utiliza dispositivos que abren la imaginación -tan ricos que permiten una aplicación a casi todo- y desde esa perspectiva los franceses encuentran en Borges categorías que los fascinan”, considera.
Por esta razón, argumenta, “hay una herencia muy fuerte del escritor en la literatura francesa y ni hablar de la crítica”.
Borges dejó su obra de manera que fuera muy difícil cerrarla, “de ahí la dificultad -advierte- de una edición final, continuamente se están reeditando textos. El gran problema son las capas previas que tiene cada uno, es como una obra virtual con hipervínculos”.
En el coloquio, “la catedrática Norma Carricaburru desarrolla esa idea, esa proyección de Borges hacia el mundo de internet”, comenta Cámpora, doctora en Literatura Comparada por la Universidad París-Sorbonne Paris IV e investigadora del Conicet.
El trabajo de Victoria Riobó indaga en los puntos de encuentro entre Roger Chartier y Borges, a partir de la fascinación mutua que ambos experimentan con el objeto libro. “Es eso lo extraordinario, Borges no solo sirve como corpus, como texto sobre el cual trabajar, da ideas para armar críticas. Algo que los franceses valoran muy bien”, reflexiona Cámpora.
Su ponencia trata de cómo el autor de “El Aleph” “utiliza la figura de Voltaire como arma retórica para posicionarse ideológicamente en contra del discurso nacionalista”.
Cámpora, profesora adjunta a cargo de Literatura francesa en la Universidad Católica Argentina y en la Universidad del Salvador, precisa que más allá del uso que hace Borges de Voltaire “hay cosas en las que ambos escritores se asemejan, le dan a sus bibliotecas un carácter instrumental”.
“Voltaire usaba las bibliotecas, en su afán de ser un hombre de acción, para intervenir sobre la realidad, y Borges en el fondo se relacionaba igual de una forma pragmática con los libros, algo interesante -llama la atención Cámpora- porque va en contra de esa idea de un Borges en la torre de marfil, que no intervenía”.
En su exposición, Michel Lafon habla de los “intraductores” al referirse a Callois y a Néstor Ibarra y esas primeras traducciones de la obra borgeana que fueron “muy discutibles”: Pierre Menard -dice- leído en español es a menudo irresistiblemente divertido; en francés, es definitivamente trágico”.
Según Cámpora, “los intraductores terminan por tapar aquello que quieren mostrar y a esto se suma temas de incomprensión: la pulpería de `El hombre de la esquina rosada`, por ejemplo, aparece en francés como una especie de confitería. Por eso, es importante -insiste- en que las traducciones se renueven”.
El escritor francés más nombrado por Borges es Víctor Hugo, “que responde a poner la luz allí donde no hay que mirar, él es astuto y oculta otros lados que son más esenciales. Una forma de burlarse de los franceses que es muy francesa”, señala.
“Derrida, acercándose a Borges en un aeropuerto americano para rendir tributo y ser desconocido; Genette (Gérard), yendo a saludar a Borges en un salón aledaño al Collège de France, preguntando si prefería el blues o el tango, y viéndose contestar `Más bien la milonga, ¿no?`”, son anécdotas registradas en el libro.
“Críticos que vienen a saludar al maestro y él los ningunea y es genial porque son los propios franceses los que cuentan estas cosas y utilizan el mismo procedimiento de risa”, analiza.
Entre las múltiples perspectivas, expuestas en el coloquio, también surge el tema de las apropiaciones que se hacen de Borges, como cuando el escritor se da cuenta de la lectura que tienen los medios, que tiene la doxa.
“Un periodista le cuenta su interpretación y Borges empieza con un tímido no y el periodista insiste en su tesitura y entonces Borges dice `sí, tal vez tiene razón`. La idea de que cada argentino se construye su propio Borges aun habiéndolo leído o no.
Se ha convertido en un personaje literario a la manera de Don Juan, de Fausto o de Hamlet”, arriesga la estudiosa.
Los franceses, por su parte, “piensan que Borges tendría que ser francés, creo que hay algo de eso. Tengo amigos que leen a Borges exclusivamente en francés, cómo una apropiación a través de la lengua. Aunque ahora está cambiando esa percepción por el trabajo del hispanismo en Francia, a través de Lafon y Louis”.
En su conjunto, el libro publicado por la UCA muestra “la riqueza increíble de toda la temática y en muchas de las ponencias académicas, científicas, uno se daba cuenta que esos textos de Borges en algún momento los había tocado a ellos en su vida”.
“Constatar esto va en contra de la idea tan aceptada de que Borges es cerebral, de que Borges no es vida sino intelecto, una especie de lugar común que gira en torno a su literatura, una idea refutada en el coloquio donde su obra se recortó con mucha vitalidad”, remata Cámpora.