Dos mil seiscientas personas accedieron, en los primeros doce días de Tecnópolis, a dejar grabados latidos de su corazón, como contribución a una obra conceptual que prepara el artista francés Christian Boltanski.
“Todos los días, durante todo el horario de la feria hay cola”, dijo a Télam Manuela Novara, asistente de una de las propuestas más originales de la exposición, confirmando la adhesión del público.
El lugar, de paredes blancas, luce como la sala de espera de una clínica y las asistentes, estudiantes de Gestión del Arte y la Cultura de la Universidad de Tres de Febrero, visten guardapolvo blanco y deben aclarar una y otra vez que no son médicas.
Desde esa sala se accede a dos “consultorios”, donde otra persona, con guardapolvo y estetoscopio, realiza la grabación, de unos 20 a 25 segundos de duración, durante los cuales, el voluntario escucha sus latidos con auriculares.
Cada registro se guarda con nombre y apellido, y el donante se lleva una copia en un CD. Para este proyecto, otras personas permitieron grabaciones similares en París, Estocolmo, Berlín, Londres, Milán y otras ciudades del planeta.
Ese insólito material alimentará los “Achives du coeur” (Archivos del corazón), un reservorio mundial de latidos de personas de diferentes latitudes, edades, condiciones sociales y culturales.
“Lo hicimos para ser parte de una obra de arte”, dijo Romina, de 25 años, después de dejar su íntima huella sonora. “Relaja escucharte a vos misma por dentro”, agregó.
Junto con ella participaron Melina de 12 años, Nicolás de 14 y Laura de 24, quien encontró interesante además que “algo de uno viaje a Japón”.
El grupo tenía claro el propósito de la experiencia, a diferencia de otra gente que tarda en comprender de qué se trata, pese a la explicación escrita en la pared de la “clínica”.
“Quizás a la gente le haga falta pararse más a leer para enterarse, pero no solo aquí, sino en toda Tecnópolis”, opinó Laura.
En efecto, Manuela, una de las asistentes, revela que después de escucharse a sí misma el corazón, alguna gente pregunta si el latido es normal, si se trata de un electrocardiograma o si el gráfico revela fallas, e insisten en dirigirse a ella como doctora, pese a las aclaraciones.
“El hecho artístico aquí es encontrarse con el propio corazón, porque en realidad, no nos detenemos nunca a escucharlo. Nos cuesta hacer que la gente se escuche. Paradójicamente, parece haber mucho ruido también adentro de uno mismo”, reflexionó Manuela.
No se sabe cómo será la obra de Boltanski, solo que tiene su emplazamiento físico en la isla japonesa deshabitada de Teshima.
El espacio en la feria es responsabilidad del Museo de Arte de la Universidad Nacional de Tres de Febrero (Muntref) y tiene como curadora a Diana Wechsler.
El Muntref recordó que en Boltanski, hijo de madre cristiana y padre judío, la huella del Holocausto Judío forma parte de su memoria y ha formado parte de su obra.
Esta se ha centrado en la identidad y la tensión entre vida y muerte, tanto a partir de lo autobiográfico como de la suma de pequeñas historias individuales, por lo que puede afirmarse que sus coordenadas son memoria y archivo.