
El diputado nacional, Fernando Espinoza, visitó las instalaciones de la Cooperativa de Trabajo Cristalería San Justo, conversó con los empleados y se comprometió a darles una mano. Esta es una empresa recuperada por sus trabajadores allá por el 2002 y que en estos momentos es una muestra de lo que significa la desindustrialización y el desempleo.
Por: Carlos R. Correa
carloscorreaprensa@gmail.com
Ubicada en Av. Pte. Perón 3927, entre Goya y Matheu, actualmente la empresa está paralizada. Los memoriosos recuerdan que en el año 2001, Cristalería San Justo SAIC, quebró legalmente, dejando importantes deudas. El 14 de setiembre de 2002, luego de una larga lucha, los trabajadores ganaron el remate y volvieron a ponerla en funcionamiento.
Tarifas impagables
El ex intendente de La Matanza declaró durante su visita que “las fábricas cierran por las medidas insensibles de este gobierno. Los megatarifazos paran la producción, dejan gente en la calle, hogares sin un sostén económico. Este es el caso de esta cooperativa que frenó su producción debido a que no puede abonar una deuda de gas de 4 millones de pesos. Hoy llegan 2 millones de pesos por mes, en el 2015 llegaba 300 mil pesos”.
A continuación, el legislador nacional agregó que “la cooperativa paga además 140 mil pesos de electricidad, mientras que hace dos años abonaba 14 mil pesos. Con los costos que tienen no llegan a cubrir los gastos de producción”. Luego les habló a los trabajadores sobre la ley de emergencia tarifaria “que aprobó el Congreso Nacional y que Macri vetó” y seguidamente se comprometió a “hacer todo lo que podamos hacer y darles las manos que sean necesarias”.
Finalmente, Fernando Espinoza reflexionó acerca de la situación de las industrias en general sosteniendo: “Así no se puede seguir. La incertidumbre de los trabajadores duele mucho” y añadió que “el gobierno debe cambiar este rumbo económico que solo apuesta a la especulación financiera y no a la producción”.
Una historia de lucha
A partir de transformarse en cooperativa, la empresa que se dedica a la fabricación y venta de ópticas para automotores y equipos de iluminación para el hogar, recupera su producción al calor del crecimiento del mercado interno y llega a exportar a Chile, Brasil y Uruguay. Sin embargo, desde el 2000 que los vehículos 0 km dejaron de usarlas, por lo que el mercado es solo de reposición. Por lo tanto, la empresa expandió la producción a elementos de bazar, regalerías y equipos de iluminación de hogares.
Además este mercado se ve reducido por la caída de los ingresos de la población de ingresos medios y medios bajos, que es la propietaria del parque automotor más antiguo. Por otra parte, la apertura de importaciones en el rubro determinó una caída de ventas adicional, ya que las importaciones que ingresan desde Brasil, México, e incluso China se comercializan mucho más baratas que la producción local. Por otro lado la “posible reconversión exportadora” hacia Brasil implicaría vender a la mitad de los valores locales lo que resulta inviable en términos económicos.
Fue así que los trabajadores de la cooperativa tomaron el 12 de este mes la drástica decisión de apagar los hornos de la fábrica. La apertura de las importaciones y el aumento sideral de los servicios dejaron al borde del abismo a esta empresa que supo levantarse de las cenizas allá por 2001, cuando la firma había quebrado. Ahora, los trabajadores esperan vender la mercadería que stockearon y con suerte, volver a producir en octubre o noviembre.
“Hace unos días atrás éramos 62 compañeros y ahora somos 56”, explicó Juan Carlos Hidalgo, presidente de la cooperativa. El panorama no es bueno y varios de los asociados optaron por abandonar el emprendimiento autogestionado: Cristales San Justo acumuló deudas que rondan los 6.000.000 de pesos entre compromisos a proveedores y facturas de gas impagas.
“Nuestra desgracia comenzó el 20 de diciembre de 2015. Ese día nos llamaron desde Enarsa para decirnos que el Estado no podía vendernos más gas. Antes, pagábamos 2,90 dólares el btu. Conseguimos una empresa tercerizada que nos dejó el btu a 5,5 dólares”, argumentó. Eso nos mató. Nuestras materias primas están en dólares”.
“Hasta ese momento no se paraba la producción, pero a partir de 2016 nos vimos obligados a frenar la fábrica durante los meses de más calor. Entonces, producíamos las 24 horas, hacíamos turnos de doce horas y sobreproducimos mercadería para stockearnos”, señaló Hidalgo, quien se quejó: “El año pasado y el anterior vaciábamos los hornos en septiembre, pero este año nos tuvimos que adelantar para no seguir acumulando deudas. Aún no definimos si vamos a volver a abrir”.
El corazón de la fábrica
Por otra parte, hace más o menos tres años, y gracias a un subsidio, lograron refaccionar las maquinarias y comenzaron a producir productos de bazar, pero para poder realizar una producción más competitiva necesitan adecuar la maquinaria, y para ello requieren de algún crédito a bajas tasas, inexistentes en la actualidad.
“La última boleta de Enargas nos vino unos 490.000 pesos de transporte y unos 55.000 dólares de Energy Gas por el consumo, por lo que en total la factura ronda los 2 millones de pesos” continuó Hidalgo. Además, la fábrica tiene cuotas pendientes de boletas impagas de períodos anteriores generándose una bola de nieve de varios millones.
Consultado qué significaba en términos simbólicos que hayan apagado el horno, Juan Carlos Hidalgo confesó que “es como si se apagara el corazón de la fábrica. Y así como horno es el corazón, el gas es la sangre y en estos momentos el corazón está parado, en stand by, a la espera de los acontecimientos. Por eso muchos compañeros están buscando otras opciones, haciendo alguna changa o manejando un remis”,
Las promesas del ministro Triaca
Paradójicamente, el año pasado el ministro de Trabajo, Jorge Triaca, visitó la fábrica y les prometió distintas soluciones que hoy no se visibilizan, como salario social complementario y asignaciones para ayudar a pagar la luz y el gas. “Tenemos que aguantar. Desde diciembre de 2015 que no podemos aumentarnos los sueldos, pero confiamos que vamos a estar mejor. Estamos acostumbrados a resistir”, concluyó Hidalgo.
Pero el cambio llegó para ellos, la cooperativa es gas dependiente y en el marco de aumento de tarifas, pasó de tener un costo de 350 mil pesos mensuales en diciembre de 2015 a 800 mil pesos en febrero de 2016. En septiembre de 2016 decidieron suspender la producción ante las dificultades. En ese período se abonaron las deudas a partir de la venta de las existencias acumuladas.
Ahora esperan volver a encender el horno para producir vidrio y a pesar de la voluntad y capacidad de trabajo de sus 56 integrantes, las perspectivas no son buenas. La fábrica trabaja con un horno que opera a más de 1.500 grados, el cual para alcanzar su máxima temperatura, y funcionar normalmente, requiere de siete días encendido.
En principio, el mercado de ópticas de vidrio es de reposición, ya que los vehículos que se fabrican desde el 2000 no las utilizan. El laberinto productivo se profundiza. Los trabajadores que lucharon por la recuperación de la empresa, que comieron durante un año en una olla popular con la colaboración de los vecinos y el gobierno local y provincial de entonces, los mismos que empezaron retirando 5 pesos por semana, no se acobardan, pero miran el futuro con desconfianza…