Número de edición 8481
La Matanza

Solidaridad matancera en la lucha contra el fuego en El Bolsón

Incendios. La lucha contra el fuego en El Bolsón.
Incendios. La lucha contra el fuego en El Bolsón.

Los incendios forestales que afectaron la región de El Bolsón y sus alrededores despertaron una ola de solidaridad en todo el país. Entre los voluntarios que acudieron a ayudar, un grupo de jóvenes de La Matanza, se sumó a las tareas de contención y asistencia a los damnificados.

En febrero de 2025, la región de El Bolsón, en la Patagonia argentina, sufrió incendios forestales de gran magnitud que devastaron extensas áreas de bosques nativos y afectaron a numerosas comunidades locales. Las llamas consumieron aproximadamente 15.000 hectáreas, dejando a su paso destrucción y desolación.

Las zonas más afectadas incluyeron parajes como Cascada Escondida, Las Perlas del Azul y Mallín Ahogado, donde las llamas consumieron alrededor de 3.400 hectáreas de vegetación.
A pesar de los esfuerzos de brigadistas y voluntarios, las condiciones climáticas adversas, como fuertes vientos y altas temperaturas, dificultaron las tareas de extinción.

La comunidad local mostró una notable solidaridad, organizándose en movimientos populares para enfrentar la emergencia y brindar apoyo a los afectados.

Diario NCO dialogó con Juan Fleitas, un joven de 31 años del barrio 20 de Junio de Isidro Casanova, que compartió su testimonio su experiencia como voluntario en el Sur.

“Partí de Buenos Aires solo, sabiendo que unos amigos estaban en Bariloche, vacacionando y construyendo una casa en un terreno que compró un amigo en el barrio Pilar, cerca del centro de Bariloche. Mi idea era compartir unos días con ellos y arrancar para El Bolsón. A los dos días de mi llegada comenzaron los incendios en Epuyén, cercano a lo que es el pueblo de El Bolsón, e inmediatamente los fuegos se desataron en Mallín”, relató.

El avance del fuego y la información difundida en redes sociales impulsaron su decisión de colaborar. “A mí me atraviesa por un tema de conciencia natural, es algo instantáneo que apenas lo empecé a ver en Instagram, en los noticieros empecé a notar la desidia del Estado. Una semana después me conecté con un grupo de viajeros que estaba convocando voluntarios en un campamento llamado El Parador del Montañés”.

Cuando Juan llegó, el fuego estaba a pocos kilómetros del parador. La labor de los voluntarios consistía en colaborar con los bomberos en la vigilancia de cenizas y prevenir nuevos focos. Además, asistían a los vecinos afectados. “Nos encontramos con hogares totalmente destruidos donde solo quedaron paredes y un piso, como así también lugares donde el fuego arrasó pero las casas estaban intactas. Entonces era demoler y dejar lo que se podía reutilizar, limpiar lo más que se pueda”.

El grupo de trabajo estaba compuesto por unas 30 personas organizadas en cuadrillas, pero la magnitud de la tragedia superaba sus posibilidades. “Aún así no dábamos a basto. Había casi 200 casas destruidas en los alrededores de Mallín”, explicó el joven.

En paralelo, también recibían y distribuían donaciones en el campamento, que en un momento estuvo rodeado por las llamas pero logró salvarse.

La desidia del Estado

Uno de los aspectos que más impactó a los voluntarios fue la falta de presencia estatal. “En los 10 días que estuve no vi un grupo de personas que vengan a bajar línea de pautas del Estado, ya sea por donaciones, para charlar con la gente. Esa desidia tiene que ver, me parece, con una especie de entrega del territorio. Nosotros tenemos la idea, más allá de que el fuego puede haberse ocasionado de forma natural, un 70% fue causado de forma intencional. Fue un abandono de la gente”.

En este sentido, Fleitas añadió: “Ninguna de las personas a las que le dimos una ayudita nos dijo que recibieron ayuda del intendente ni de nadie”. En este contexto, el joven destacó que la iniciativa de los voluntarios impulsó a otros vecinos a sumarse a la reconstrucción.

Juan Fleitas destacó la importancia de compartir esta experiencia con sus amigos del barrio. Al campamento también se sumaron otros tres jóvenes matanceros: Ema, Brenda y Nacho, quienes aportaron su esfuerzo en las tareas de ayuda y contención.

La experiencia marcó profundamente al joven: “me sentí muy satisfecho con el trabajo y el aporte que pude hacer”, afirmó. Sin embargo, el impacto emocional fue fuerte. “Fue muy chocante llegar y ver todo un bosque quemado. Mi meta de este viaje era poder conocer ese espacio, subir a la montaña. Llegar y ver esa imagen de algo que no conocí verde, lo conocí quemado, fue triste”.

El esfuerzo físico y mental fue exigente, pero también enriquecedor. A pesar de ello, su labor y la de otros voluntarios demuestran que la solidaridad puede marcar la diferencia en medio de la tragedia.

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