El biólogo Lewis Wolpert, en su libro “Cómo vivimos, por qué morimos”, se dedica a desentrañar la trayectoria de las células desde que se forman hasta que envejecen y testimonia cómo se comportan frente a las enfermedades y los procesos relacionados con la imaginación y la memoria.
“Las células constituyen el milagro de la evolución. No son milagrosas en un sentido religioso, sino por lo asombrosas que son. Cada uno de nosotros consiste en esencia en una sociedad de miles de millones de células que lo rigen todo, desde el movimiento hasta la memoria y la imaginación”, describe el destacado científico en el prólogo de su obra.
“Cómo vivimos, por qué morimos”, editada por el sello Tusquets, detalla cómo las millones de células que integran el cuerpo humano trazan un recorrido que convierte a una persona en adulta, a la vez que se ocupa de cuestiones como la investigación con las células madre, las implicaciones de la clonación o los pros y contras de la manipulación genética.
Wolpert (Johannesburgo, Sudáfrica, 1929) se graduó en ingeniería civil en su país de origen, y pasó más tarde al campo de la biología celular en el King’s College de la Universidad de Londres, donde es profesor emérito de esta disciplina.
Ha realizado investigaciones pioneras en la mecánica de la citocinesis, la morfogénesis del embrión del erizo de mar y los modelos de formación en el desarrollo de las extremidades.
El autor conduce al lector por el proceso en el que una sola célula se convierte en un organismo completo con un estilo que intercala anécdotas con material biográfico y revela la experiencia como divulgador científico forjada entre 1996 y 2003, cuando se desempeñó como columnista del diario The Independent.
La obra se inicia con una serie de capítulos que resumen los aspectos básicos de la biología celular y del desarrollo, de la genética a la reproducción, para adentrarse luego en los aspectos más vinculados a las cuestiones planteadas en el título, particularmente cómo se mueve, piensa y siente el individuo.
Según el biólogo, el patrón básico de nuestro cuerpo se fija en el embrión cuando todavía es minúsculo, de modo que las extremidades miden apenas unos pocos milímetros cuando dicho patrón está ya fijado.
El proceso por el que el embrión se convierte en un organismo plenamente desarrollado involucra una serie de operaciones de multiplicación, crecimiento y diferenciación celulares, cuyos mecanismos han sido esclarecidos en gran parte.
En un momento determinado se produce el envejecimiento celular que se traduce en el del individuo, además de las alteraciones que sufren las células en contacto con virus o bacterias: aún así, los daños sólo se materializan como excepción, y la descoordinación accidental de las funciones celulares redunda en enfermedades variadas.
Wolpert explica que el cerebro humano alberga unos cien mil millones de células nerviosas o neuronas y un número aún mayor de células soporte y es todavía un misterio cómo se coordinan entre sí para lograr que el ser humano sea consciente de sus actos y pueda desplazarse y ejercer actos creativos.
“El propio cerebro y todo el resto del sistema nervioso no son más que un conjunto complejísimo de células nerviosas en interacción. Estas interacciones se basan en los impulsos eléctricos que envían las células nerviosas a través de una de sus largas prolongaciones. Las células nerviosas mandan mensajes a los músculos para que se contraigan”, explica el biólogo.
“También interaccionan entre sí de forma que nos permiten aprender, pensar y sentir, pero además contamos con células especiales sensibles a la luz en los ojos, con otras en la nariz que son sensibles a toda una diversidad de olores y otras en la piel capaces de sentir dolor y percibir el tacto y la temperatura. Las emociones, como el amor, la tristeza y el sufrimiento, tienen su origen en las células”, apunta.
Wolpert asegura que todavía quedan varios enigmas por resolver en materia de biología celular -entre ellos los mecanismos que usan las células para dotar el cerebro de sus funciones- y que el advenimiento de la teoría celular puede considerarse incluso más importante para la biología que la teoría de la evolución de Darwin.
“Aunque el origen de nuestras células siga siendo incierto, podemos estar seguros de que todo lo que hacemos, pensamos o sentimos está determinado por ellas. Deberíamos intentar conocerlas, y protegerlas. Debemos recordar siempre que por muy ingeniosas que las consideremos, las células son más ingeniosas aún, y todavía nos aguardan muchas más sorpresas”, sostiene el biólogo.