Número de edición 8481
Cultura

Cavazzoni: la literatura como metáfora de viaje y descubrimiento

“Ahora que en el mundo no hay espacios desconocidos donde inventar aventuras, lo que me atrapa son los mundos no descubiertos de cada mente”, dijo el escritor italiano Ermanno Cavazzoni, de visita en el país con motivo del Festival Internacional de Literatura de Buenos Aires (FILBA).

“Todo influye en la literatura, el mundo, la vida cotidiana, si como en un nuevo restaurante eso me influencia, y al mismo tiempo la literatura influye en todo lo demás”, expresó en diálogo con Télam el dramaturgo que este martes disertará en el CCEBA de Paraná 1159.

Cavazzoni -conocido por “El poema de los lunáticos”, la novela en que Fellini basó el filme “La voz de la luna”- siempre estuvo detrás de “la mente de los locos” a la hora de construir sus personajes.

“Las manías y obsesiones de la gente te permiten viajar lejos, como Cristóbal Colón descubriendo la América, pero ahora que el mundo se sabe finito, la América está en la cabeza de cada uno”, postuló en una mezcla de italiano y español.

Para este académico -dicta poética y retórica en la universidad de Bologna- “toda la literatura, incluso la historia, es ficción”.

Esa afirmación “cabe incluso para el periodismo”, destacó, donde “la realidad viene organizada por la crónica. En este momento en el mundo ocurren millones de cosas pero el periódico muestra las pocas que le interesan. Ese recorte es una suerte de invento, el realismo es cuestión de autoridad, de legitimar una narración”.

“El periodismo es un discurso considerado verdadero y la literatura un discurso considerado invención. Pero la literatura que inventa, que produce ficciones, dice verdades humanas más profundas que las que puede plantear el periodismo”.

Jorge Luis Borges, Adolfo Bioy Casares, Victoria Ocampo, Roberto Arlt, Julio Cortázar… Esos son los escritores que encantan a Cavazzoni, los que identifica con “la literatura más bella de la América Latina”.

Se trata “ficciones muy cultas e intelectuales, historias fáciles de leer pero con muchas significancias que plantean lo que nos preguntamos antes, dónde está la realidad, cuál es”, definió.

“Vine a Buenos Aires por respirar el lugar de estos escritores, el espacio de ellos”, confesó el italiano de 64 años, autor de “Vidas breves de idiotas”, una serie de relatos donde juega con ironía y humor el doble sentido de las palabras.

“Los escritores hoy imitan a los traductores de la literatura inglesa, ni siquiera al autor; y esa lengua estándar no muestra la riqueza de la diferencia interna, se transforma en una escritura escolástica y abstracta que deja de reflejar la lengua hablada”, manifestó.

Para Cavazzoni “es una especie de esperanto donde la identidad es la dificultad del traductor. Por eso escritores que respetan esos giros no tienen éxito fuera de Italia”, señaló.

“La literatura que yo prefiero, y a la que pertenezco, está ligada a la voz, al modo de hablar, la oralidad. Una literatura que disfruta de la posibilidad de la lengua italiana y no cuenta sólo historias, es más corpórea y tiene otras dimensiones, va más allá de lo que dicen las palabras por sí mismas”, añadió.

Aunque la velocidad de las nuevas tecnologías y los medios de información llevan a la literatura en otra dirección, que se refleja “en el éxito de libros detectivescos” que compara con “botellas plásticas”.

“Una literatura de consumo y descartable que no permite segundas lecturas porque el lector sólo busca datos, quién es el asesino, cómo, por qué -graficó-. Algo más cercano a un espectáculo y a la TV”, asevera.

Esto también toca al lenguaje, que se globaliza: “la tendencia mundial tiene que ver con escribir en un modo fácil de traducir, un lenguaje neutralizado que pierde los matices
identitarios”.

“En Italia se hablan muchos italianos, el de Milán, Sicilia, Roma… y eso marca la riqueza cuyas diferencias son difíciles de traducir fuera del país”, graficó.

Por otra parte, repasó, “está la literatura de Moravia o Pasolini: estúpida, simple y vacía; o la de Eco, que es muy inteligente pero no conozco persona que haya leído una segunda vez `El nombre de la rosa`”.

En cambio “Borges tolera numerosas relecturas, es como un estupefaciente. A Eco uno lo lee una vuelta y después no más; salvo su primera producción de historias cómicas y paródicas de `Diario mínimo`”, rescató.

“Lo que me gusta es la palabra y la posibilidad de la significancia, los viajes, leer algo años después y hallar nuevos significados, de eso se trata la gran literatura, del viaje”, concluyó.

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