
Tras la división en los actos del 17 de octubre y la continuidad de la escalada inflacionaria que liquida el ingreso de los más humildes, el peronismo no encuentra su rumbo ni su identidad.
Matías Rodríguez Ghrimoldi
matiasrodoriguezghrimoldi@gmail.com
“El peronismo está hecho mierda”, confesó, en uno de sus clásicos sincericidios, el dirigente gastronómico Luis Barrionuevo. Fue el mismo que décadas atrás había manifestado que el país “se arreglaba” si “se dejaba de robar por dos años”.
Tal vez las declaraciones del sindicalista son algo exageradas, pero está claro que los movimientos políticos, dirigentes sindicales y políticos profesionales que se auto perciben peronistas no encuentran un programa claro para el país y por consiguiente, no concuerdan en una identidad en común.
¿Qué dejó el acto del 17 de octubre?
En los actos del 17 de octubre, la CGT en obras sanitarias peleó lugares en las listas y dejó un tibio aviso de que “no van a permitir así nomás que se pierde el poder adquisitivo de los trabajadores”.
En Plaza de Mayo, Máximo Kirchner cruzó a quienes “traicionan a los trabajadores” y se opuso al ajuste que su propio Gobierno lleva adelante y en la Matanza el Movimiento Evita se arma para disputarle el distrito a Espinoza.
Al mismo tiempo, Massa seguía en comunicación con el FMI para avanzar con el plan de ajuste que se firmó en el Proyecto de Presupuesto 2023. Es decir, son peronistas los que se oponen al ajuste y quienes lo llevan adelante.
Alberto Fernández, un presidente completamente desdibujado, trata de recobrar presencia a partir de mostrar inauguraciones de obras públicas y tratar de escenificarse como logros de gestión. En un país con casi la mitad bajo la línea de pobreza y una inflación que probablemente supere el 100%, cualquier cosa que no sea un plan integral, suena a poco.
El poder adquisitivo es una olla a presión
El Frente de Todos ganó en el 2019 contra un macrismo que castigaba con ajustes permanentes. Esa era su identidad, era claro. El Frente de Todos venía a recuperar el empleo y el poder adquisitivo de los trabajadores.
La resultante de esos dos vectores fueron una recuperación del empleo en un escenario inflacionario. La conclusión resultó en una combinación poco usual: trabajadores pobres. Gente que trabajaba cada vez más y que no le alcanza para llegar a cubrir todas sus necesidades básicas.
Naturalmente, es una situación que se presta para el conflicto sindical, que si bien tuvo momentos cruciales como la lucha de los trabajadores del neumático, todavía no se vivió un momento similar al 18 de diciembre del 2017 contra la reforma previsional.
El Gobierno tiene mucho para agradecer a la CGT en ese sentido. La máxima dirigencia ha podido contener el reclamo de las bases y, con paritarias que incluyen revisiones semestrales, dilataron la posibilidad de conflictos salariales para más adelante.
Esta contención podrá quebrarse en cualquier momento, las luchas de docentes y estatales en Mendoza, Córdoba, Neuquén y otras provincias, podrían ser una anticipación de un escenario más conflictivo.
De esta manera el Frente de Todos termina en una contradicción: un discurso progresista combinado con una política de ajuste. El kirchnerismo intenta mantener su caudal electoral despegándose del Gobierno de Alberto Fernández, pero no aporta más que gestos y la última derrota electoral en la Provincia de Buenos Aires, su principal bastión, hace ver que su táctica puede no funcionar.
Quienes lean la columna podrían objetar que el peronismo fue siempre así, siempre hubo izquierda y derecha dentro del movimiento y que todo se resuelve en el pragmatismo porque “es el partido del poder”. Esa observación es más que interesante, pero las promesas incumplidas de este gobierno hacen que sea bastante probable que pierda las elecciones. ¿Qué hace el partido del poder cuándo lo pierde?
Quienes son cercanos a Cristina dicen que no quiere presentarse, aún no hay candidatos claros. Del lado del kirchnerismo saben que gran parte del cumplimiento del acuerdo con el FMI está por delante. Probablemente teman que de encabezar otro gobierno de ajuste puedan liquidar gran parte de su capital político como corriente progresista.
Mientras tanto la derecha agazapada, se radicaliza hacia el bolsonarismo y espera el resultado de las elecciones del 30 de octubre en el país carioca. De imponerse Jair Bolsonaro en el balotaje, tal vez el sector ligado a Bullrich y Macri pueda pasar al frente y se reedite una elección con coordenadas similares en nuestro país.
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