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Estimados lectores: gracias por acompañarnos nuevamente con su lectura a través de Diario NCO desde un sector de Los Palabristas de hoy y de siempre, revista literaria que fundé y dirijo desde el año 2001.
La reseña biográfica de la semana es sobre Kōbō Abe (Kita, Tokio, 7 de marzo de 1924-ib., 22 enero de 1993), seudónimo de Kimifusa Abe, fue un escritor, dramaturgo, guionista de cine, fotógrafo e inventor japonés. La obra de Abe ha sido comparada con las de Kafka y Alberto Moravia por sus exploraciones surrealistas y pesadillescas del individuo en la sociedad contemporánea.
Kōbō Abe nació en Kita (Tokio), aunque creció en la ciudad de Mukden (hoy día Shen-yang, en Manchuria). Su padre era médico e impartía clases a nivel universitario.
Abe regresó a Japón en 1941, y comenzó sus estudios en la Universidad Imperial de Tokio en 1943.
Se recibió de médico en 1948, pero ya había decidido que no ejercería esa profesión, y se dedicó a la escritura.
Su primera publicación fue una colección de poemas en 1947 (Mumei Shishu o Poemas de un poeta desconocido).
Al año siguiente, escribió y publicó su primera novela, Owarishi michi no shirube ni (La señal de tráfico al final de la calle) en la que se dio a conocer ampliamente.
En 1951 le fue otorgado el galardón más prestigioso de las letras en Japón, el Premio Akutagawa, por su novela La pared o El crimen del señor Koruma.
Posteriormente siguió escribiendo, especialmente obras teatrales, pero no fue hasta la publicación en 1962 de Sunna no onna (en castellano La mujer de la arena) cuando alcanzó el reconocimiento internacional.
Durante toda esa década colaboró como guionista en diversas películas, incluida la adaptación cinematográfica de La mujer de la arena dirigida por Hiroshi Teshigahara.
Posteriormente, en 1973, fundó un estudio de actuación en Tokio, donde formó actores empleando sus propios métodos de actuación, y dirigió diversas obras.
La característica que le generó particular fama, fueron sus exploraciones a menudo pesadillescas y surreales de lo individual, lo cual representa todo un hito en la sociedad contemporánea japonesa, la cual es esencialmente gregaria y da prioridad al grupo sobre el individuo.
Obra
Narrativa
La señal de tráfico al final de la calle (Owarishi michi no shirube ni, 1948
Capullo de seda rojo, 1950
La pared o El crimen del señor Karuma, 1951, Premio Akutagawa
Edad del hielo 4 (Dai yon kanpyoki, 1959)
El mapa calcinado, Eterna Cadencia, Buenos Aires, 2015; traducción: Ryukichi Terao; prólogo: Ednodio Quintero (Moetsukita chizu, 1967)
Encuentros secretos, Eterna Cadencia, Buenos Aires, 2014; traducción:
Ryukichi Terao, con la colaboración de Gregory Zambrano (Mikkai, 1977).
La mujer de la arena, Siruela, 1989 (Sunna no onna, 1962) Premio Yomuiri
El rostro ajeno, Siruela, 1994 y 2007, (Tanin no Kao,1964)
Idéntico al ser humano, Candaya, Barcelona, 2010; traducción: Ryukichi Terao; prólogo: Gregory Zambrano (Ningen sokkuri, 1967).
Los cuentos siniestros, Eterna Cadencia, Buenos Aires, 2011; traducción: Ryukichi Terao; prólogo: Gregory Zambrano.
El hombre caja, Siruela, Madrid, 2012; traducción: Ryukichi Terao, con la colaboración de Gregory Zambrano (Hako otoko, 1973).
Historia de las pulgas que viajaron a la luna (y otros cuentos de ficción
científica), Eterna Cadencia, Buenos Aires, 2013; traducción: Ryukichi Terao; prólogo: Gregory Zambrano.
Poesía
Poemas de un poeta desconocido (Mumei shishu, 1947)
La luna que ríe, (Warau tsuki, 1975)
Teatro
Los fantasmas están aquí, 1958
Los amigos, 1974
Calzas verdes, 1974
Fragmento
La mujer de la arena
Kōbō Abe
“Desde su regreso al pozo, para no perturbar su espíritu, trató de no leer el diario. Pasada una semana, ya no tuvo deseos de leer.
Después de un mes, casí había olvidado que existían cosas tales como el periódico. Cierta vez encontró la reproducción de un grabado, El infierno de la soledad, y la observó con curiosidad.
Se trataba de un hombre flotando inestable en el aire, con sus ojos abiertos por el terror, pero el espacio que lo rodeaba, lejos de ser vacío, era una serie de sombras semitransparentes de muertos que impedían cualquier movimiento del hombre.
Los muertos, cada uno con diferente expresión, parecían empujarse unos a otros mientras hablaban incesantemente al hombre.
¿Por qué razón eso era El infierno de la soledad? En aquel momento pensó que se habían equivocado al poner el título; ahora podía entenderlo. La soledad es una sed que la ilusión no satisface. ”
Fuente: Wikipedia / a media voz
Queridos lectores espero que les haya gustado este pequeño vuelo literario.
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Que tengan un excelente inicio de semana. Hasta el próximo lunes.