Por Carlos Matías Sánchez
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Esta semana se conmemora el aniversario del nacimiento del general Juan Domingo Perón y el asesinato del comandante Ernesto “Che” Guevara, dos líderes que trascendieron las fronteras de nuestra patria chica y se convirtieron en íconos de la lucha por la liberación y la integración latinoamericana.
Uno fue un general nacido en el interior bonaerense, criado en el ámbito rural, formado intelectualmente ya en las Fuerzas Armadas, en una época en la que éstas acostumbraban intervenir políticamente y en un mundo en el que se extendían los regímenes autoritarios. Sin poder desligarse del todo de esta formación, integraría el ala más progresista de aquel heterogéneo grupo de oficiales que en junio de 1943 pusieron fin a más de una década de corrupción y dependencia.
El otro fue un guerrillero nacido en Rosario, que mientras estudiaba medicina se iba acercando progresivamente a las ideas del marxismo y tras diversas experiencias personales se comprometería fuertemente con una de las causas más nobles y nunca logradas definitivamente: la liberación de Latinoamérica del imperialismo y de los trabajadores de sus explotadores. Con esa convicción llegó a ser la mano derecha de Fidel Castro y comandante de aquel movimiento que en un proceso de repercusión mundial comenzó a construir en la década del ’60 el socialismo en Cuba.
El primero fue un político brillante que supo interpretar y responder con hechos a los reclamos históricos de un movimiento obrero tradicionalmente combatido por los gobiernos liberales y algo fragmentado. Dignificar al trabajador y organizar el movimiento sindical, fueron los primeros objetivos que aquel joven coronel se planteó y en poco tiempo logró, catapultándose a los primeros planos de la política nacional, al punto de ser combatido por todos los sectores de la derecha argentina (a quienes se sumó la izquierda ortodoxa) en aquella Unión Democrática de 1945.
El otro se convirtió en la figura más radicalizada de la Revolución, que buscó una rápida y rotunda ruptura con el imperialismo, lo que le valió a Cuba una fuerte avanzada de los Estados Unidos cristalizada en aquella batalla de Playa Girón en la que el pueblo cubano defendió su soberanía heroicamente.
Así como no le había temblado el pulso a la hora de dejar en segundo plano su función de médico en la guerrilla y tomar las armas para el combate contra el ejército opresor cubano, tampoco titubeó a la hora de castigar con mano dura a los opositores a la Revolución, en hechos que le valieron los calificativos de “terrorista” y “asesino” por parte de quienes (no casualmente) defienden los mismos intereses oligárquicos e imperialistas que defendían Batista y sus secuaces, a quienes los “barbudos” derrotaron, y la CIA, que “colaboró” con el ejército boliviano para asesinar a Guevara en 1967. Curiosamente quienes así califican al Che, suelen reivindicar dictaduras genocidas o gobiernos pseudo-democráticos que a través de la represión brutal intentan acallar los reclamos de pueblos hartos de la injusta distribución de la riqueza.
Calificativos provenientes de las mismas bocas y tapas de diarios también recayeron contra Perón, imaginado por algunos como un “tirano” o “dictador”, no por sus rasgos autoritarios, sino por su irrestricta defensa de los sectores populares, el empoderamiento de los trabajadores y la limitación de lo que para muchos aún hoy significa “libertad”: el libre mercado, la libertad de que algunos sean cada vez más ricos y el resto trabaje en las peores condiciones o se muera de hambre, sin que el Estado se interponga para asegurar la función social de la propiedad privada y la concepción del trabajo como verdadera fuente de la riqueza del país.
Tanto uno como el otro, entonces, dedicaron su carrera política y dejaron su vida por la igualdad, por la justicia social y la liberación de su pueblo. Pero ninguno de los dos limitó estos ideales a su país, a nuestro país. Cada uno a su manera, concibieron a la liberación de los pueblos de Nuestra América en conjunto, la Patria Grande que soñaban San Martín y Bolívar.
Uno a través del ABC, ese primer intento de integración regional, frustrado por la presión imperialista sobre Brasil, y a través de sus consejos a la juventud a la que advertía que el año 2000 encontraría a nuestros pueblos unidos o dominados, extendiendo incluso su concepción a todos los pueblos de lo que se dio en llamar “Tercer Mundo”. El otro, con sus planes de extender la Revolución al resto de ese mismo espacio mundial, proyecto también abortado por la acción estadounidense que terminó con la vida del comandante ese 9 de octubre de 1967.
Días después de este hecho tan penoso para nuestra patria grande, declaraba Perón: “Nos sentimos hermanados con todos los que con valentía y decisión enfrentan la voracidad insaciable del imperialismo, que con la complicidad de las oligarquías apátridas apuntaladas por militares títeres del Pentágono mantienen a los pueblos oprimidos.”
Doce años antes, poco después del golpe de la “Libertadora” contra el presidente argentino, Guevara decía a su madre: “Te confieso con toda sinceridad que la caída de Perón me amargó profundamente, no por él, sino por lo que significa para toda América, pues mal que te pese y a pesar de la claudicación forzosa de los últimos tiempos, Argentina era el paladín de todos los que pensamos que el enemigo está en el norte… “.
Se podrá tildar a uno de fascista y al otro de terrorista. Se dirá que simbolizan identidades políticas totalmente diferentes y se diferenciará despectivamente a uno con respecto del otro. Lo que es difícil negar es que ambos representaron al pueblo, ante los mismos enemigos, y tomaron las mismas banderas, la de la liberación y la integración latinoamericana.
Banderas que hoy varios de los gobiernos latinoamericanos recuperaron, y que encuentran su máxima expresión en ese comandante del siglo XXI que esperemos que por estas horas esté ya ejerciendo un nuevo mandato. El Mercosur, el ALBA, la Celac, la Unasur, son el mejor homenaje a la lucha de estos dos verdaderos patriotas que dejaron su vida luchando por Nuestra América.