Número de edición 8481
La Matanza

Audiencia 22 : dos testigos más en el cierre de la audiencia N°22 Brigada de San Justo

Audiencia 22 : dos testigos más en el cierre de la audiencia N°22 Brigada de San Justo.

En esta segunda y última entrega del debate por la jornada N°22 del juicio sobre el Centro Clandestino de Detención Brigada de San Justo, dos nuevas testigos hicieron su aporte y dieron testimonio.

Una vecina de dos secuestrados en 1977 y un sobreviviente que pasó 2 meses en el sitio en 1978, fueron las que cerraron dando su testimonio. II Parte.

La siguiente testigo fue Marta Moyano, llamada a testimoniar por haber sido mencionada en el debate por la familia de Hermann y Sonia Von Schmeling, padre e hija desaparecidos desde la Brigada de San Justo, como una vecina que en la época de los hechos había ofrecido un contacto militar en la primera búsqueda de estas personas desaparecidas.

La obligaban a marcar casas

Moyano ratificó aquella afirmación y dijo que en los ’70 su marido, Horacio “Cone” Díaz, y ella tenían militancia política cercana a Montoneros. Ella tenía una tarea más restringida a lo barrial porque debía criar a sus 3 hijos. La testigo dijo que de esas tareas conocía a Herman Von Schmeling y a Marcelo “Chelo” Moglie, que compartían el espacio militante y eran vecinos del barrio Villa Udaondo, en Ituzaingó. Además su marido era empleado de la empresa CADECA que gerenciaba Von Schmeling.

Relató que el 8 de octubre de 1976, mientras su marido estaba de viaje por motivos trabajo, sufrió un operativo en su casa donde varios hombres de civil ingresaron, la redujeron, la vendaron y le hicieron preguntas por Hermann y por la sala de primeros auxilios que el militante estaba construyendo con sus compañeros de militancia en el barrio. El compromiso social de su padre y esa experiencia de organización barrial fue ampliamente descripta en el debate por Hermann Von Schmeling hijo.

La testigo dijo que la llevaron a marcar una casa mientras otro grupo fue a lo de los Von Schmeling. Luego la devolvieron a su casa y le dijeron que cuando llegara su marido les avisara. Para ello le dejaron un teléfono a nombre de un capitán Torres.

Por testimonio de familiares de Von Schmeling se sabe que esa noche llegó un operativo a la casa familiar de Ituzaingó donde varios vehículos y personal uniformado que se presentó como “fuerzas conjuntas”, redujeron al padre, robaron pertenencias de la familia se llevaron a Hermann a la Comisaría 3ra de Castelar, donde fue torturado y tras un mes de cautiverio fue liberado.

Antes de que Moyano llamara al tal Torres los represores se comunicaron y le dijeron “tenemos a Hermann y a Moglie, falta tu marido”. Entonces los genocidas deciden ir a instalarse a la casa de Moyano a esperar a Díaz. Finalmente Díaz fue detenido y llevado a la Comisaría de Castelar, donde su esposa pudo verlo tras ser llevada coaccionada por los represores.

En Castelar, Marta Moyano también pudo ver a Cristina Ovejero, alias “Tucu”, militante de su grupo allí secuestrada. La testigo afirmó que supo que todas esas personas detenidas en esa repartición de Castelar, entre ellos su marido, habían sido liberadas.

Contactos y gestiones

Moyano dijo también que tras el secuestro de Sonia Von Schmeling, ocurrido el 28 de septiembre de 1977, ella se vinculó a la familia de la joven y ofreció su contacto militar para la búsqueda. Dijo que llamó a Torres, quien la citó en la Plaza Mitre de Morón, y cuando ella le pidió por Sonia le dijo que no sabía nada, aunque dejó entrever que quizás sería liberada.

A pedido de la madre de Sonia, Moyano gestionó llevarle a Torres algunas cosas para que le entregaran a la joven detenida. La testigo dijo que hizo esa entrega y que tras verlo 3 o 4 veces más, en un encuentro de octubre del ’77, Torres le dijo que se olvidara del tema y que él tenía que irse a Córdoba. No volvió a verlo nunca más.

Moyano afirmó que para ella el tal Torres era efectivo de la Comisaría de Morón y lo describió como una persona alta, rubio, de tez blanca, de unos 35 años y que se presentaba siempre vestido de civil.

En noviembre de 1977 fue secuestrado Hermann por segunda vez. Moyano dijo que se acercó nuevamente a la familia y al intentar llamar al teléfono que le había dejado Torres la atendió otra persona que le dijo que el detenido “se fue de traslado” y que no llamara más.

En la audiencia 14 de este juicio la cuñada de Hermann, Irma Greus, dijo que Moyano ofreció a la familia sus contactos, no aclaró de qué fuerza, los hizo ilusionar con llevarle algunas cosas a la joven en su lugar de detención y hasta trajo una supuesta nota de Sonia diciendo “mamá, estoy bien”. Al ser preguntada si ella gestionó la entrega de una carta de Sonia detenida a su familia a través de Torres, dijo no recordar el hecho.

Detenido por ser judío

El último testimonio de la jornada fue el de Miguel Isaac Berenstein, abogado y simpatizante del PCR que estuvo secuestrado 2 meses en la Brigada de Investigaciones de San Justo en 1978.

El sobreviviente comenzó refiriendo que tras recibirse de abogado en la UNLP comenzó a trabajar en el año ’74, primero con un colega de La Plata y luego en Capital Federal. Posteriormente trabajó en el área de legales en un sindicato de trabajadores rurales en Marcos Paz y realizaba tareas sociales en el Complejo 17 de Ciudad Evita, La Matanza.

Aclaró que tenía simpatía con sectores de izquierda y aunque no era militante estaba cercano al PCR. Vivía en Ramos Mejía con su esposa y su hijo pequeño. Producido el golpe de Estado suspendió estas actividades porque fueron secuestrados el secretario del sindicato y el intendente de Marcos Paz, Oscar Sánchez, junto a su secretario.

Berenstein comenzó a presentar recursos de Habeas Corpus por estos y otros casos que le iban llegando, desde su estudio en Morón, ubicado en calle San Martín Nº186. Como abogado había actuado en el reclamo legal por el secuestro de la militante social Cirila Benítez, referente del Complejo 17.

Y luego del secuestro de un grupo de personas a la salida de una misa en San Justo donde se pedía por la libertad de Benítez, también interpuso habeas corpus por esas personas. El testigo aclaró que los resultados de los recursos siempre fueron negativos y, como “la justicia no existía”, decidió encaminar el paso de las causas a la justicia penal ordinaria.

Un calvario que no terminaba más

Berenstein relató que recuerda bien el día de su secuestro porque tres días antes había nacido su segunda hija y su esposa había salido de la clínica un día antes. El 18 de mayo del ’78, cuando volvía en colectivo desde el trabajo en Morón a su casa, fue abordado por un Falcon con 3 tipos de civil desde donde le gritaron “¡alto!”. Intentó meterse en una casa pero lo redujeron mientras decían “¡Acá está el hijo de puta! ¡Vos sos el que anda librando cheques sin fondo!”.

Él decía que era abogado, a lo que le respondieron “¡qué boludo que sos! ¡Caíste!”. Así lo llevaron atado en el piso del Falcon hasta la Brigada de San Justo donde fue depositado en un calabozo y luego torturado con picana, golpeado e interrogado. Allí estuvo dos semanas con régimen de torturas dos o tres veces por día, y un especial ensañamiento por ser judío.

Debió escuchar improperios como “Este es de la sinarquía internacional, de los que se quieren apoderar del mundo” o “¡Sos judío y no tenés plata!”. Así continuó hasta fin de julio, y en una oportunidad los torturadores le hablaron de su esposa y su hija y Berenstein se desmayó de la impotencia y desesperación. Cuando lo reanimaron vino un represor que la jugaba de bueno a decirle que ya sabían que era abogado, y que hablara porque todos sus compañeros ya lo habían hecho.

Aunque en San Justo siempre estuvo recluido solo, pudo comunicarse con otros detenidos, entre ellos Atilio Barberán, que le confirmó que estaba él y otros colaboradores del Complejo 17 de La Matanza, como Jorge Heuman y Amalia Marrón, Norberto Liwski, Francisco García Fernández, Raúl Petruch, Alfredo Manfredi, Elisa Moreno, Aureliano y Olga Araujo y Abel De León.

En San Justo Marrón le envió un papel con un mensaje en la comida y Barberán le dijo que en breve iban a ser liberados. Al día siguiente Berenstein fue tabicado, subido a un auto, llevado a un descampado y atado a un árbol. Allí le realizaron un simulacro de fusilamiento y los represores se retiraron.

De dependencia en dependencia

El sobreviviente contó que lejos de significar la liberación, el incidente fue el paso a otra dependencia: llegó un móvil de la Comisaría de Isidro Casanova, lo destabicaron y desataron y se lo llevaron a esa sede. Aún seguía estando desaparecido, porque cuando preguntó por qué lo llevaban no le informaron nada y el Comisario ordenó que lo ubicaran en la celda.

A las 72 horas lo llevaron al entrevistarse con el subcomisario, que lo atendió mientras comía y le dijo que ese lugar era una dependencia operacional del Comando del Primer Cuerpo y que estaba a disposición de un Consejo de Guerra. Tras una semana solo pudo tomar contacto con detenidos comunes y le pidió a un vendedor ambulante que si salía avisara en su casa que lo había visto.

Así fue, aunque le valió una curiosa reprimenda del personal de la comisaría: “¿Cómo sabe tu familia que estás acá? Vos no estás acá”. De Isidro Casanova lo llevaron a revisación médica y luego a Devoto, donde lo visitó su esposa y pudo conocer a su hija. Llegado el momento del Consejo de Guerra, que vivió en paralelo a otros secuestrados en San Justo, se negó declarar y el coronel Vasili, que presidía el tribunal, le dijo que tenían pruebas secretas contra él y que estaba acusado por hechos contemplados en la ley 20.840.

Finalmente el tribunal militar se declaró incompetente y su causa fue pasada al juzgado federal del juez Anzoátegui. De Devoto fue llevado a la Unidad 9 de La Plata, donde lo visitó su familia y pudo recibir asesoramiento del abogado Jaime Lipovetzki. El sobreviviente fue finalmente liberado desde la Unidad 9 el 24 de abril del ’79.

La liberación

Lo soltaron a las 3 de la mañana con un papel que decía: “Se pone en libertad al delincuente terrorista Miguel Berenstein”. El testigo afirmó que sabía que muchos liberados eran secuestrados a la salida de la U9 o de Devoto, aunque tomó el tren hasta Capital Federal y llegó sin problemas a su casa en Ramos Mejía.

“Aunque yo hubiera sido el peor asesino, merecía Justicia” dijo el abogado, y agregó que “en total fue un año, pero a mí me pareció que me quitaron varios años de mi vida”. Contó también que mientras estuvo detenido su familia la pasó muy mal económicamente. Su esposa recibió amenazas de muerte y fue obligada a renunciar en su trabajo en el Hospital Posadas.

Él estuvo un tiempo sin conseguir trabajo, hasta que un amigo le dio tareas de abogado para empezar a recomponer su actividad. Con su esposa decidieron mudarse a San Bernardo, donde sufrió entre fines del ’79 y hasta 1980 el seguimiento de agentes que se le acercaron, se identificaron como integrantes del Servicio de Inteligencia del Ejército (SIE) y le dijeron “queríamos ver cómo estabas”.

Para finalizar, el testigo reflexionó “lo que se hizo fue un verdadero genocidio, por eso pido Memoria, Verdad y Justicia. Y esto que está sucediendo acá es producto de los años de lucha de los organismos de Derechos Humanos”.

Balance de la audiencia N°22

En los cuatro relatos de esta audiencia se vieron reflejadas las experiencias vividas por diversos militantes sociales en cuatro años que van desde la represión ejercida por el tercer gobierno peronista en 1975 hasta los peores años de los grupos de tarea de la última dictadura. La Brigada de San Justo actuó en todo ese período, que es mucho más amplio de lo que este juicio tardío y fragmentado incluye como casos.

La investigación, el juicio y castigo de los crímenes cometidos por agentes de San Justo antes del golpe, como por represores uruguayos que actuaron coordinadamente en la Brigada, es parte de gran cantidad de hechos aún impunes, parte de la coordinación desde el Estado de la represión desplegada antes del golpe de marzo del ’76.

La próxima audiencia será este miércoles 10 de abril desde las 11.00. Para presenciarla solo se necesita concurrir a los Tribunales Federales de 8 y 50 con DNI.

Fuente y fotos: La Izquierda Diario.

 

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