Número de edición 8481
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Audiencia N°19 del juicio por la Brigada de Investigaciones de San Justo

Audiencia N°19 del juicio por la Brigada de Investigaciones de San Justo .

Con testimonios de cuatro sobrevivientes de la Brigada continuó delante el debate por uno de los Centros Clandestinos más grandes del conurbano en dictadura.

Esta primera entrega está referida a los dos militantes del Partido Comunista de Lanús, que describieron los secuestros y torturas sufridas en la dependencia de La Matanza.

Parte I

El primer testimonio fue el de Nora Feliz, militante en los ’70 de la Federación Juvenil Comunista junto con su esposo Jorge Garra. La pareja vivía en Lanús y Nora militaba repartiendo la prensa del partido. Estudiaba derecho en la UBA, trabajaba en una cooperativa de crédito en Valentín Alsina, y desde que había tenido un hijo se había desvinculado un poco de la actividad política.

Secuestro, tortura y liberación

Ya para el año ’77 habían  experimentado los secuestros de varios compañeros de la zona por lo que Nora y Jorge decidieron abandonar su departamento y alternar entre la casa de los padres de ambos. El 30 de diciembre del ’77, a las 7 de la mañana, llegó un operativo a la casa de los padres de Nora en Sarandí. La sobreviviente recuerda la fecha porque era el último día hábil del año y tenía que realizar tareas de balance en el trabajo.

En la casa estaba  la pareja con su hijo y la madre de Nora. El padre, que revistaba como músico en la banda de la Policía Bonaerense, había salido a cumplir sus tareas. Del grupo de tareas que actuó ese día Nora recuerda especialmente a un represor que tenía voz de mando, alto de bigotes, vestido con bombacha de fajina y borceguíes y con un arma larga.

Ante la circunstancia relatada, Nora pidió vestirse, ya que todavía estaba con ropa de cama. Los secuestradores se lo permitieron e inmediatamente los llevaron a ella y su esposo. Los pusieron en el piso de un Torino blanco. El viaje duró unos 40 minutos, y Nora recuerda que el chofer iba cantando una canción de Los Pasteles Verdes.

Al llegar a la Brigada de San Justo el vehículo ingresó a un estacionamiento y separaron a Jorge. A Nora la llevaron tabicada a una sala donde había otra gente tirada en el piso. Un represor le preguntó su nombre y le dio un golpe. “Ésta a la parrilla”, ordenó. Entonces fue llevada a una sala donde la depositaron en una cama, la desnudaron, la ataron y la torturaron con picana mientras le preguntaban nombres de sus compañeros.

Luego la llevaron a una celda individual, de la que recordó que tenía escritos de los presos en las paredes. También recordó que la dependencia tenía un pasillo con otros calabozos, un baño al fondo y un patio con techo de rejas. Feliz sufrió varias sesiones de tortura, y en una de ellas trajeron a su esposo para que viera cómo la sometían: lo pusieron encima de ella para que le llegara la conducción de la electricidad.

Dos semanas de terror

En su cautiverio Nora comenzó a familiarizarse con los apodos con que escuchaba que se llamaban entre sí los represores: “Eléctrico”, que era el guardia del calabozo, “Jirafa” y “El Jefe”. También escuchó a un grupo de mujeres que cantaban y supo que habían sido detenidas en algún boliche nocturno de copas en Remedios de Escalada.

Sobre el régimen de detención la testigo dijo que les daban de comida un mondongo verde y a veces -de manera espaciada- los llevaban al baño para hacer sus necesidades. En una de esas salidas pudo ver a su esposo en el pasillo, porque el “Eléctrico” les quitó momentáneamente a ambos los tabiques para que se reconocieran.

Sobre la actuación de personal de inteligencia, la testigo afirmó que en una ocasión escuchó un interrogatorio a un detenido en el patio de la dependencia, al que sindicaban como contrabandista de armas en un camión. A ella la llevaron a una oficina del primer piso en presencia de “El Jefe”, le mostraron fotos suyas amamantando a su bebé e insistieron con las preguntas sobre su actividad política.

Tras dos semanas de calvario, la noche del 13 de enero del ’78, a Nora le devolvieron su anillo de casada y la liberaron junto a su esposo en la avenida Roca del barrio de Pompeya. Luego con su esposo comentaron lo sucedido con otros compañeros y llegaron a la conclusión que habían estado en la Brigada de San Justo.

También reconstruyeron que la noche anterior a su secuestro los genocidas habían pasado por el departamento de la pareja y por la casa de los padres de Garra, donde habían levantado a los cuñados, para terminar secuestrándolos a ellos.

“Más allá de la tortura me afectó mucho la pérdida de mi trabajo en la cooperativa, donde realizaba tareas sociales y culturales, y para mí era como una militancia. Por esta situación se me venció la cursada de Derecho y perdí la regularidad. Me sacaron el horizonte”, dijo la sobreviviente.

En esa situación se aferró a su hijo y consiguió otro trabajo para poder sobrevivir. “Cuando volví mi hijo me rechazaba porque pensaba que lo había abandonado”, cerró la testigo para ilustrar el efecto que la represión dejó en su familia.

El testimonio del esposo

A continuación se escuchó a Jorge Garra, esposo de Nora Feliz y militante de la “Fede” como se conoce popularmente a la rama juvenil del PC. Garra contó que en los ’70 era secretario de la “Fede” de Avellaneda y, tras el golpe de estado, en el partido había una política de continuar las actividades en los locales habituales “para dar la sensación de legalidad” de lo que se hacía.  De hecho contó que él iba todas las semanas al local de Avenida Pavón en Avellaneda y trataba de sostener algunas actividades.

Así, en la mañana del 30 de diciembre del ’77 Garra fue secuestrado con su mujer en la casa de sus suegros. El grupo lo formaban 4 o 5 represores en dos autos. Tras tabicarlos y llevarlos en un Torino blanco los ingresaron a un lugar del que él vislumbró un portón de chapa oscuro que se abría y un garaje amplio. Allí ni bien ingresó lo recibieron con un “loco”, es decir ponerlo en el centro de un grupo y marearlo a empujones, patadas y piñas.

Luego lo llevaron a la sala de torturas y lo picanearon sobre un colchón mojado. Le preguntaban nombres y direcciones y especialmente su nombre de guerra. “Me di una estrategia de no hablar” señaló Garra, “sabía por otros compañeros que hablar no era negocio. Si uno daba un nombre o una dirección era para seguir siendo castigado por más nombres y más direcciones”.

Ello le costó 4 días de celda aislada y duras sesiones de picana y “submarino”. Al cuarto día lo llevan de la picana directo por un patio a una celda grande tipo taller con ventanal de vidrio y le dicen “no te hagás matar, hablá”. Luego de ello lo dejaron en la celda individual a dos tabiques frente al baño, hasta que un día escuchó que había un revuelo en la dependencia porque había cambiado la jefatura de la Policía bonaerense de Ramón Camps a Ovidio Pablo Ricchieri.

Garra deduce que por eso lo sacaron de donde estaba por unas horas, por si había una inspección sin aviso. En una de las sesiones de tortura participó un médico que realizaba el control de su estado para que siguieran torturándolo. El sobreviviente recuerda que el médico les enseñó a los otros represores un método para que constataran si podían continuar los tormentos apretando un testículo a la víctima, y si reaccionaba tenían vía libre.

Otro día Garra escuchó desde su celda que dos represores dijeron “éste al COT no le interesa”. En ese momento no sabía a qué se referían, y mucho después supo que se trataba del Comando de Operaciones Tácticas que coordinaba la represión.

Un día antes de liberarlo lo llevaron tabicado al patio a un interrogatorio con dos represores de civil que le preguntaban por sus posiciones políticas y por la estructura del partido. El sobreviviente los sindica como personal de inteligencia porque “sabían que yo no era un perejil y tenían lenguaje político específico”.

La ansiada liberación

Allí vivió un episodio en el que lo destabicaron y le mostraron a un camarada que estaba secuestrado y muy torturado: era José Sánchez, apodado “Negro Black”, que según otros detenidos del PC había sido detenido a fines del ’77 y había cantado a varios compañeros.

Garra recordó que el día que lo liberaron lo llevaron al primer piso de la dependencia y un comisario le dio una charla y le informó que lo soltaban. Así fue que le devolvieron sus pertenencias, lo juntaron con su esposa y los llevaron tabicados hasta Pompeya. Tras salir realizó una denuncia de lo sucedido en la Comisaría 4ta de Sarandí.

Para entonces ya había revisado la sucesión de hechos y conocía los secuestros y paso por Brigada de San Justo de sus camaradas Jorge Farsa, Ana Ehgartner, Eduardo “Jimi” Nievas, quienes ya testimoniaron en el debate, y Mabel, una militante y vecina de su barrio.

También había reconstruido el operativo en casa de sus padres, horas antes de su secuestro, donde habían levantado a sus hermanos Oscar y Francisco y a su cuñada, que fue liberada esa misma noche. Su hermano Oscar fue liberado con Ana Ehgartner el 3 de enero del ’78.

Continuará mañana…

 

 

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