
Cuando Paola Vecchione tenía 4 años, su mamá estaba embarazada de su cuarto hijo pero la situación no ameritaba para que traiga otro niño al mundo y decidió realizarse un aborto. Contactó una enfermera, juntó la plata y fue a un consultorio clandestino, pero todo salió mal y un mes después ella falleció.
Por Mailén Britos
britoscostamailen@gmail.com
Twitter: @mailenbritosC
Es martes, hace frío ero el sol pega y hace que el cuerpo se congele menos. Llegué a la localidad de Hurlingham, donde me espera Paola en su peluquería -de la cual es dueña junto a su novio- con el agua caliente y el mate listo. Me invita al bar de la esquina, y se sienta de espalda contra la pared para contarme lo que vivió de chica.
“Mi mamá se murió por un aborto clandestino, cuando yo era chica. Crecí creyendo que se había muerto por una infección en la pierna, pero cuando tenía 15 años mi papá me dijo la verdad y creo que hizo bien en tardar en contarnos porque si no íbamos a crecer con un peso bastante grande”, comenzó diciendo Paola Vecchione en diálogo exclusivo con Diario NCO
Paola tiene 32 años y una actitud muy combativa, estudia locución en la Universidad Nacional de La Matanza y es la hermana del medio. Tiene un hermano más grande que se llama Julián y uno más chico que se llama Luciano. Los tres vivieron en carne propia la muerte de su mamá, cuando ella tenía 26 años.
Su familia -conformada por su madre Marcela, su padre Ricardo y sus otros dos hermanos- tenía una vida bastante atípica y no cumplía con el esquema de “familia tipo”. Los recuerdos que ella tiene de su infancia, es el paseo de un lugar al otro con bolsos de ropa en la mano o de estar viviendo con monjas en una iglesia.
Cuando Paola tenía 4 años, en el año 1990, su mamá quedo embarazada por quinta vez -antes de tener su primer hijo, había perdido un embarazo- pero la situación era bastante complicada, y tanto su mamá como su papá sabían que no estaban preparados en ningún sentido para la llegada de otro niño.
“Las condiciones no estaban dadas para que tengan otro bebé. Luciano, mi hermano más chico, apenas tenía 2 años pero más allá de eso, era imposible poder tener otro hijo. Muchos parientes le dijeron a mi vieja que lo tenga igual, que ellos se lo criaban, pero ella no quiso. Prefirió ir a abortarlo”, continuó Vecchione.
Marcela averiguó donde podía interrumpir la gestación -que ya llevaba entre tres y cuatro meses- y dio con el paradero de una enfermera que realizaba abortos clandestinos. Juntó la plata y fue al consultorio, donde le hicieron la práctica con unas sondas que garantizaba al 100 por ciento que ella ya no continuaba con su embarazo y que todo había salido bien.
Pero a los días, todo comenzó a oscurecerse: la mujer comenzó a visitar todos los hospitales por la manifestación de un malestar corporal que tenía, hasta que se determinó que presentaba una infección general, lo cual le generó la muerte en cuestión de semanas. Esa infección que tenía fue causada por los restos de feto que habían quedado en su cuerpo producto de un aborto mal realizado.
“En el momento que me enteré la verdad del fallecimiento de mi mamá tenía mucha bronca, tenía ganas de ir a buscar a la enfermera y matarla porque además, un mes después con la misma médica se realizó un aborto la mejor amiga de mi mamá y también falleció”, relató Vecchione.
Cuando Paola se enteró la verdadera causa de la muerte de su mamá sus sentimientos se fundieron entre el dolor y la bronca, ella sintió que la decisión que tomó la madre fue errónea porque le sacó la posibilidad de disfrutarla, tanto a ella como a su hermano. Pero pese a eso, siente que si su mamá tomó esa decisión, fue por algo y que no es quien para juzgarla.
Aunque no comparta la decisión de su mama y el dolor que le genera saber que fue víctima de un aborto sucio aún esté presente, ella está a favor de la interrupción voluntaria del embarazo ya que cada persona es capaz de tomar sus propias decisiones y que el aborto no es una cuestión de “si o no” sino que es una cuestión de legalidad o clandestinidad.
“Mi mamá tuvo un momento de desesperación porque se sentía sola, a ella le faltó apoyo por parte de mi papá y educación sexual. Si hubiese tenido la posibilidad de tener un aborto seguro, probablemente estaría con ella disfrutando de la vida”, afirmó en un tono desolado la estudiante de locución.
Paola nunca pudo mantener nada estable, todo el tiempo tenía que cambiar. No soportaba mantener el mismo trabajo durante mucho tiempo ni le divertía juntarse siempre con las mismas personas, tampoco le fue fácil implementar la convivencia con su pareja porque constantemente ella iba y venía. Luego de varios años de terapia, ella pudo entender que la vida nómade era parte del paso y que era hora de cambiar.
“Te quiero contar algo que me pasó”, dijo cuando terminó de relatar el fallecimiento de su madre. Y ahí soltó la peor situación que tuvo que vivir en la vida: la muerte de un bebé en su panza y la expulsión del mismo, en el transcurso de horas sin contención ni apoyo.
El año pasado su vida cambió, el test de embarazo dio positivo y su mundo giró 360 grados mientras que la incertidumbre se apoderaba de ella. Si bien era algo que no se esperaba, tampoco era algo que rechazaba completamente, por lo tanto asimiló que junto a su pareja Adrián, iban a tener un bebé.
“El mundo se me vino encima, al principio no sabía qué hacer porque no estaba en mis planes. Ahí me puse a pensar en el estudio, en el trabajo, en todo… pero después me acostumbré a la idea, empecé a hacerme todos los estudios correspondientes y a sentirme como una mamá”, contó Vecchione.
Para Paola, lo más importante en esta vida es su abuela Isabel, cada vez que está con ella se siente como una nena. Un día, decidió acostarse a dormir junto con su “Abu” y tuvo una pesadilla. “Soñé que estaba sentada y un sol muy fuerte me iluminaba tanto que me quemaba, mi bebé se moría porque yo me terminaba secando”, continuó.
En ese momento comenzó con un malestar y con un sangrado. Comenzó a visitar nuevamente todos los centros de salud, recorría los pasillos de un lado al otro para realizarse los estudios correspondientes, hasta que se hizo una ecografía y el médico le informó que su bebé ya no tenía más vida desde aproximadamente una semana. La fecha que arrojó el profesional coincidía con el sueño que ella había tenido recostada junto a su abuela.
En ese momento, le dieron unas pastillas para eliminar el bebé por completo pero su temor más grande era repetir el final de la historia de su madre. Tomó lo recetado, y en el transcurso de horas en su casa vivió el momento más duro: sentía un dolor muy grande en su panza y cuando se dio cuenta, había expulsado a su bebé.
“En ese momento me agarraron ganas de vomitar, de ir al baño, de expulsar todo. Es una situación horrible y no me sentí contenida porque nadie entiende por lo que yo pasé, además necesitaba confirmar que ya no había ningún bebé en mi cuerpo porque tenía mucho miedo de que me pase lo mismo que a mi mamá”, relató conmovida Vecchione.
Por último, ella cerró su reflexión en que el aborto debe legalizarse así no hay ninguna víctima más de la práctica clandestina. Pero que la despenalización debe estar acompañada de un montón de cosas como la educación sexual integral en un primer lugar, para que todas las mujeres estén informadas y no les suceda lo mismo que a su madre.