
Elvio Romero. Estimados lectores:
Gracias por acompañarnos nuevamente con su lectura a través de NCO desde un sector de Los Palabristas de hoy y de siempre. Revista literaria que fundé y dirijo desde el año 2001. La reseña biográfica de la semana es sobre Elvio Romero (1926-2004), nacido en Yegros, Paraguay, en 1926, se sitúa entre una (la de 1940) y otra generación (la de 1950), en la historia de la poesía paraguaya del siglo XX.
Por: Mónica Caruso. Tapiales
E-mail: monicaacaruso@hotmail.com
Infancia y juventud
Su padre era campesino y tallaba pequeñas figuras en madera.
Tenía el poeta seis años cuando estalló la guerra con Bolivia. Regresó entonces con sus padres y luego toda la familia partió hacia el noroeste para establecerse en el pequeño pueblo de Ñu-Porá, muy cerca de la frontera con Brasil. Cuando evoca sus primeros pasos por la poesía, recuerda que su madre tenía un viejo cuaderno cuyas hojas cobijaban recortes de diarios y revistas, y en ellos podían leerse las poesías de algunos autores muy conocidos. Así, sin proponérselo, y gustosa de la belleza de los versos, había estado componiendo una antología que aumentaba con el paso del tiempo. Esta recopilación reunía los nombres de Rubén Darío, Gustavo Adolfo Bécquer, Gutiérrez Nájera, Víctor Hugo, Núñez de Arce, Amado Nervo, entre otros, en un mismo y único volumen. El joven Elvio sentía un profundo y llamativo interés por aquellas líneas que los ojos de su madre leían habitualmente y que producían en su sensibilidad una “música de maravillosas resonancias”. Esta atracción se tradujo en un persistente esfuerzo por comprender el español y por inteligir la belleza de la sonoridad de la palabra en su rara relación con el significado. Poco a poco fue memorizando aquellos versos y también los nombres de sus autores; solía, a menudo, recitarlos en rueda de conocidos. Así apareció ese nuevo sentido cósmico que con el tiempo se le haría indispensable para vivir: el universo de la poesía. No tardó en intentar emular a sus maestros y esbozó así, a los nueve años, sus primeros poemas. Después de finalizada la guerra del Chaco, comenzó en España la guerra civil. Por una parte, el Paraguay literario soñaba con la integración; por otra, llegaba la poesía española como una invasión por detrás de las noticias de guerra. Así se conocieron las obras de las principales figuras hispanas de aquel momento: Federico García Lorca, Miguel Hernández, Emilio Prado, Rafael Alberti, León Felipe.
Elvio Romero tenía entonces sólo diez años y llegaba a la adolescencia con la música de los grandes líricos españoles de entonces. De este mismo modo, otros poetas, más maduros, buscaron insertarse en el clima literario internacional y nutrir así las viejas formas. Tanto los antiguos formatos líricos paraguayos como los que llegan hasta la segunda mitad del s. XX, responden en un todo al español, poco o nada influenciados por franceses, ingleses o italianos. Pero Elvio Romero, por los imponderables caminos que transita la poesía, se encuentra con ciertos versos que le resultan extraños a la vez de novedosos, se trata del libro “Tumulto”, obra de clara influencia norteamericana del argentino José Portogalo. (Si bien la poesía de Buenos Aires en nada se relacionaba con la del país del norte, demostraba así estar atenta a los movimientos de la literatura internacional. Walt Whitman, Ernest Hemingway y William Faulkner eran ya las lecturas obligadas en todo intelectual porteño que quisiera preciarse de tal.) Los Romero viven tres años en Ñu-Porá y luego parten hacia Asunción. Una vez en la capital, el pequeño Elvio reanuda sus estudios y termina la escuela primaria, inscribiéndose luego en la secundaria, por la que muestra un claro desinterés. Ya se siente escritor y su instintiva avidez por las letras lo lleva de la mano a reunirse con sus pares, de modo que se incorpora al grupo de colaboradores reunidos por la revista “Noticias”, “siendo [aún] un niño”, según Walter Wey.
En esta revista publica su primer artículo literario cuya temática fue un comentario sobre la personalidad y la obra de Romain Roland. A raíz de ese atrevimiento dirá más tarde: “un irresponsable estudio, cosa terrible y temeraria”. Inmediatamente después empezó a publicar en algunos diarios, principalmente en “El País”, en los que aparecieron sus primeras poesías.
Trayectoria
Desempeñó tareas editoriales, pronunciado recitales y conferencias en varios centros culturales de América, Asia y Europa. El gran novelista guatemalteco Miguel Ángel Asturias, premio Nobel de literatura en 1967, en la presentación del libro de Romero “El sol bajo las raíces” (1956), brinda un maravilloso recado acerca del poeta y su obra: “Lo que caracteriza la poesía de Elvio Romero es su sabor a tierra, a madera, a agua, a sol, el rigor con que trata sus temas, no abandonándose ni un solo momento a la facilidad del verso, y el querer interpretar el drama de su país joyoso de naturaleza y triste de existencia, como muchos de nuestros países. Pocas voces americanas tan hondas y fieles al hombre y sus problemas, y por eso universal. Poesía invadida, llamo yo a esta poesía. Poesía invadida por la vida, por el juego y el fuego de la vida. Pero no la vida como la concibe el europeo, chato siempre ante nuestro mundo maravilloso y mágico, sino como la concebimos nosotros.
Sobre la naturaleza van sus versos arrastrando raíces de sangre viva, de vértigo, contraste y metamorfosis.
Fuente: Wikipedia
Poemas
El amor
Sí, hoy me he puesto a encender el viejo fuego. El azar y los años me han llevado a pisar en el sendero que me ha impuesto el amor, que mi adorada impuso a mi corazón; ahora vuelvo al fervor inicial, a esa primera mañana en que el sol se ha instalado en nuestro pecho. Y así las cosas: la canción, la plenitud, el deseo me han alumbrado el rostro, se me han ceñido como un pañuelo verde sobre el cuello, y entro en la casa del fervor como antaño, asombrándome al ver reverdecer los sueños.
Es como si hubiesen atizado a mi sangre el verano, la intemperie, los vientos cordilleranos, o inundado sus cauces un enérgico brío de panales repletos, los brazos encendidos al apretar sus brazos, las dos manos cargadas de un esplendor secreto. Sí, porque mi corazón no descansa en la noche, hoy me he puesto a encender el viejo fuego.
De “El viejo fuego” 1977
Huésped
Había entrado. La que más sabe, la que puso el oído y escuchó atentamente la negación, el pacto, lo dicho y desdecido; la que vio el cambio de color de tus labios, precipitarse lo inesperado, la puesta en pie, la aventura y el alba, el beso, la alegría. La noche había entrado. La que más sabe. De “Un relámpago herido” 1967″
Queridos lectores espero les haya gustado el artículo del día de hoy
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Que tengan un excelente inicio de semana. Hasta el próximo lunes.