Universo de Tangos. Ya perfilando como una revelación del tango, Canaro escucha a Ada Falcón, aprueba sus excelentes dotes de cancionista y comienzan a trabajar conjuntamente. Graban temas en Odeón, y se inicia una gran historia de amor secreto. Canaro era famoso, muy adinerado, poderoso y una promesa de futuro éxito. También era casado, diecisiete años mayor que ella, mujeriego y dominador. Muy autoritario, exigente y perfeccionista.
Por Carlos Scavuzzo
Con él era una verdadera “emperatriz del tango”, como fue apodada en la época, con presentaciones en radio Stentor, Splendid, Argentina, Belgrano, y El Mundo. Fue ese su mejor ámbito. Incursionó en cine con el film “Idolos de la radio” dirigido por Eduardo Morera (recordemos que también fue el realizador de los cortos de Gardel). En la película, compartió el set con Ignacio Corsini, Olinda Bozán y Tita Merello. Sin gran repersución.
En los tiempos de fama, vivía en la opulencia, poseía una casona de tres plantas en Palermo Chico, con tres autos importantes y cinco sirvientes. Era amante del lujo y los placeres. Llena de caprichos y contradiccione
La relación se mantuvo durante casi diez años, con idas y vueltas, coqueteos y peleas de alcoba; lo cierto es que “la francesa” –esposa de Canaro- la increpó en un par de ocasiones públicamente, quedando malherida, avergonzada y sin la respuesta que hubiera deseado de parte de su hombre. Trascendió que a partir de ese momento, y en relación al hecho, nunca más permitió que los músicos la miraran al cantar, haciéndolo detrás de un cortinado, y en las presentaciones en la radio, se habilitó un estudio pequeño para cantar sin público.
Fue en homenaje a ella que el músico compuso el vals inolvidable “Yo no sé que me han hecho tus ojos” con excelentes versiones grabadas con su voz y también por Gardel. Todo terminó allá por 1938.
Hay versiones que cuentan que una de sus hermanas coqueteaba con Canaro. Y otras voces aseguran que con el duro final, el músico por venganza, se habría encargado de impedir que volviera a cantar, o a cobrar derechos de intérprete por los grandes sucesos alcanzados con su voz.
Para esos tiempos solían ver a la cancionista entrar de rodillas en la iglesia de Pompeya adonde concurría con frecuencia. Después de un tiempo, en 1942, tal vez animada por un voto de humildad bien franciscano, se deshizo de todos sus bienes y se alejó del mundanal ruido refugiándose en
una casita humilde en el pueblo de Salsipuedes, provincia de Córdoba en compañía de su madre haciendo una vida de retiro y renunciación