Por Ana Maria Neve
Eugenia Sacerdote era hija de una tradicional familia judía italiana que decidió estudiar medicina en años en los cuales esa profesión estaba casi exclusivamente ejercida por hombres.
Obtuvo su título en los años en que Mussolini implantó las leyes raciales contra los judíos, debido a lo cual tuvo que dejar el ejercicio de la clínica médica y se especializó en la investigación, convirtiéndose en una de las precursoras científicas en el estudio del cultivo “in Vitro” de las “células madre”.
No fue fácil para Eugenia ser mujer, judía y querer ser científica durante la Italia fascista. La primera dificultad que tuvo que enfrentar fue obtener el título del liceo científico, el único que permitía el ingreso a la facultad.
Superar el primer año de la carrera fue un desafío de género. Eran 4 mujeres entre 500 varones, quienes les gastaban todo tipo de bromas pesadas para disuadirlas de su pretensión. Pero Eugenia y su prima Rita Montalcini, ganadora del Premio Nobel de Medicina en 1986, no se amilanaron y para evitar las golpizas varias a las que eran sometidas antes de entrar al aula lograron que el portero las dejara ingresar por una puerta trasera de modo de estar sentadas en sus lugares cuando llegaba el profesor y así evitarse algunas agresiones.
Recordaba la Dra. Lustig: “Después mejoró un poco el trato hasta que finalmente completé la carrera y tuve que defender mi tesis doctoral…¡llevando una blusa, que me prestó una amiga, oscura y con el distintivo fascista!¡Fue la única manera de poder rendirla!”
Casada con Maurizio Lustig, un ingeniero que trabajaba en una de las fábricas Pirelli, cuando las disposiciones contra los judíos se volvieron más virulentas, la empresa lo destinó a una de sus plantas en Argentina, en 1939, donde arribó junto a la doctora Sacerdote y la primera de sus hijas Livia de un año.
“En agosto de ese mismo año emigramos para acá. Pero a los pocos meses Italia se plegó a la Segunda Guerra Mundial y no pudo salir ningún barco más por lo que las maquinarias para instalar la fundidora no llegaron. Entonces, Pirelli le ofreció la ingeniero ir a trabajar a Sao Paulo donde tenían una fábrica ya funcionando. Así que él se fue para Brasil y yo me quedé en Buenos Aires esperando que llegaran en un conteiner desde Roma mis muebles y demás pertenencias, sola con mi beba, sin conocer a nadie, sin poder hacer nada, sin saber español, ignorando qué sería de mi madre y hermano…”.
La doctora Lustig no pudo lograr que le revalidaran su título de médica debido a lo cual y gracias a la gestión de los doctores Houssay, De Robertis, Méndez, algunos de los más destacados especialistas en el estudio de los tejidos humanos del país, consigue que la contraten como auxiliar de investigación en la cátedra de Histología Embriológica de la facultad de Medicina de la UBA.
Más de una década después, durante la presidencia del doctor Arturo Frondizi puede revalidar su título de doctora en medicina, cuando ya era una de las más reconocidas investigadoras en su especialidad, el cultivo de células vivas.
A instancias de Risieri Frondizi, a la sazón rector de la Universidad de Buenos Aires renovó en 1957 los concursos y así pudo presentarse para la cátedra de Biología Celular en la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales, aunque no había revalidado su título. Ganó el concurso y al día siguiente recibió en su casa el diploma italiano que había presentado, con el agregado: “Se reconoce el título”.
Su carrera académica terminó de manera drástica. Fue el 29 de julio de 1966, en la fatídica noche de los bastones largos, cuando asumió al gobierno el general Onganía. “Me dijeron mis compañeros de cátedra que a las 19 iba a haber una reunión importante con el decano para discutir la situación política porque se anunciaba un golpe militar. Yo quise avisar a mi casa que llegaría tarde y como el teléfono de la facultad de no funcionaba me corrí hasta el bar Querandí para hablar. Cuando volvía, vi que se estaban llevando a todos los profesores, a Sadosky, a Rolando García. Me salvé de ser detenida por ese llamado. Entonces me tomé el colectivo y me fui a mi casa. Después renuncié. Como verá me han echado varias veces durante mi carrera”, bromea apelando a su sentido del humor.
La doctora Sacerdote de Lustig recordaba que cuando se recibió de médica “enseñaba italiano a los médicos judíos alemanes expulsados por Hitler, que no querían perder su profesión y la persona que me enseño hacer el cultivo de célula era una muy buena técnica que se escapaba de Alemania y como no tenía posibilidades económicas vivía al lado de los animales utilizados en el laboratorio”.
Eugenia Sacerdote trabajó hasta que sus ojos se lo permitieron y hasta hace poco investigaba sobre la relación del Mal de Alzheimer y el cáncer.