Número de edición 8481
Opinión

Una nueva y dura batalla para un luchador incansable

La vida de Lula
La vida de Luiz Inácio Lula da Silva nunca fue sencilla, desde que nació en el nordeste de Brasil en la pobreza extrema hasta llegar a ser un referente ineludible en su país y en la región, ha dado una lucha tras otra, y ahora el cáncer de laringe que le diagnosticaron hoy lo encuentra en el pináculo de su trayectoria política.

Lula, el hombre que cuando tenía siete años salió de la pobreza de Garanhuns, su ciudad natal, a perseguir con su madre y sus siete hermanos el “sueño de una vida mejor” en San Pablo, conoce de cerca los desafíos.

Sobre el final de su segunda presidencia, cuando ya era una figura internacional, le preguntaron cuál era su sueño de niño y respondió con sinceridad abrumadora: “Comer a la noche”.

En la capital industrial de Brasil lustró botas, vendió tapioca en las calles y luego se convirtió en obrero, que con el tiempo se calificó como tornero.

Fue entonces cuando perdió su dedo meñique amputado por un torno cuando trabajaba en una fábrica metalúrgica y soportó la prisión en plena dictadura militar brasileña, cuando en 1980 encabezó la histórica “Huelga de los 41 días”.

Ese mismo año fundó el Partido de los Trabajadores (PT), primer partido político brasileño nacido de las bases populares e integrado mayoritariamente por sindicalistas. Finalmente había parido el proyecto político que lo llevaría a ser el primer presidente de extracción obrera.

Fue diputado y a la vez un tozudo candidato a presidente de los trabajadores del Brasil, que fracasó en 1989, cuando perdió contra el conservador Fernando Collor de Melo; en 1994 y 1998, en ambas contra Fernando Henrique Cardoso, del Partido de la Social Democracia de Brasil (PSDB).

Finalmente, el 27 de octubre de 2002, derrotó a José Serra, del PSDB, y se convirtió en el primer presidente de origen obrero del Brasil, el país por volumen más poderoso de Sudamérica, y referente mundial en asuntos tales como la lucha contra la pobreza y la inclusión social.

El comienzo en el Palacio del Planalto tampoco fue sencillo, pero ya contaba con el apoyo incondicional de la mayoría de los más de 45 millones de brasileños pobres que había en el país, que lo llevaron a alcanzar, en 2006, un nuevo e histórico triunfo electoral.

Durante su gestión Brasil creció a tasas promedio del 8% anual y, si bien la pobreza sigue siendo un problema central en Brasil, millones de ciudadanos salieron del último peldaño de la escala social.

Su enorme popularidad alentó planes re-reeleccionistas dentro del PT, donde hasta último momento hubo reparos para aceptar la candidatura de Dilma Rousseff, pero Lula da Silva se negó a impulsar una reforma constitucional que le permitiera quedarse al menos por un período más en el gobierno.

Con el mismo tesón de siempre, impuso en su propia fuerza primero y en la sociedad después la candidatura de Rousseff, a quien respalda en cada declaración, desde que le entregó el mando, el último 1 de enero.

Su plan para la post presidencia era dedicarse a cuestiones internacionales; una forma de no permanecer como una sombra sobre el gobierno de Rousseff, de quien ha dicho en varias ocasiones que naturalmente deberá buscar su reelección.

Sin embargo, hace dos semanas le preguntaron una vez más si descartaba por completo ser candidato a la presidencia en 2014, y optó por una respuesta política, según consignó la agencia ANSA: la única hipótesis que se excluye totalmente es que la oposición venza y retorne al gobierno.

La nueva batalla en la vida de Lula da Silva, que actualmente tiene 66 años, comenzará este lunes, cuando inicie el tratamiento con quimioterapia.

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