Los obsecuentes, mansos y rendidos al poder político florecen por todos lados.
A veces hasta parece que salen de bajo de las baldosas. También como sapos desde sus cuevas.
Obedientes, sumisos, dóciles. Hay empleados públicos que esperan ser premiados con un cargo superior. También hay empleados judiciales capaces de pisar cualquier cabeza, y arrodillarse ante cualquiera para satisfacer al senador que mira su pliego.
Individuos miserables que se han despojado de su dignidad, como el perro se sacude el agua cuando sabe del río, sin prejuicios y sin advertir quién resulta perjudicado.
Los aspirantes al Poder Judicial se han convertido en reptiles que se mueven son gracia, con la mejor intención de complacer al legislador, gobernador o intendente. Tal como lo hace también la odalisca que busca una propina del viejo verde emborrachado y trasnochado.
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