Opinión
Por Francisco Cafiero
El nacimiento de la Comunidad de Estados de América Latina y el Caribe (CELAC) significa un paso trascendental para la profundización de la integración regional de las unidades políticas, sociales y económicas, y así también de todos los pueblos latinoamericanos. Se trata de un instrumento de acción conjunta que se suma al MER-COSUR, a la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR) y el Banco del Sur.
La decisión de avanzar con la creación de esta institución implica asumir una nueva organización, para fortalecer los lazos de libertad y combatir de forma definitiva a uno de los males más notorios de nuestra región: la exclusión.
Días atrás, la CEPAL precisó que “durante el período 2002-2010, nueve países de América Latina redujeron la pobreza principalmente a partir del crecimiento de los ingresos medios” y que fue la Argentina quien encabezó esa disminución de los niveles de pobreza en la región. Según el mismo informe, “la reducción de la pobreza ha sido posible gracias a la complementariedad de los efectos de crecimiento y distribución”.
Este camino fue posible porque la política está al mando y se toman decisiones para favorecer a los intereses reales de los pueblos y su felicidad. El diálogo, la estrategia y el camino de la unión de nuestras naciones son el futuro inexorable de la Patria Grande.
América Latina es el lugar en el mundo donde existen las confluencias de et-nias, donde todos los valores humanos, los genios folclóricos, y sus masas migratorias se han asentado en el vasto territorio de sus montañas, selvas y pampas. Es un lugar donde los pueblos se han entendido y aceptado a pesar de sus diferencias de origen. Es esa humanidad de ADN latinoamericanista la que nuestra región tiene para ofrecer.
Los 33 Estados que conforman la CELAC poseen una población de 550 millones de habitantes y el nuevo foro político regional se perfila como uno de los más impor-tantes a nivel global, donde hoy emergen posibilidades y oportunidades para el desa-rrollo y el crecimiento.
Este bloque regional es producto de decisiones políticas por parte de las con-ducciones de los países. Significa un innegable paso hacia la integración social y económica de América Latina en un tiempo en que las incertidumbres financieras glo-bales demandan una acción integral y coordinada de toda la región.
Donde también “la política” condicione los impactos de los mercados y sea de-finitivamente el arte de los consensos para brindar soluciones. En tal sentido, Cristina Fernández de Kirchner sostuvo en la última reunión del G-20 que debía acabar el “anarcocapitalismo financiero actual”.
Es la oportunidad de mirar a un futuro de integración, sin hegemonías y sin de-cisiones unilaterales que indiquen el fin de la historia. Con el compromiso y la unidad para terminar con las desigualdades sociales, reafirmando que otro mundo es posible y que seremos parte de esa construcción colectiva.
Así lo soñaron los grandes patriotas y pensadores, quienes supieron sintetizar los sentimientos de los pueblos, que comprenden a la unión como una enorme fortale-za.