El gobierno de la Provincia de Buenos Aires camina a ciegas en materia de seguridad. Pero no es un ciego avezado, sino más bien un no vidente amateur, no sabe de dónde viene, ni hacia dónde va.
Se tropieza a cada metro de su camino, se lastima y a menudo lastima a quienes están a su lado. La mayoría de las veces, ni sombras puede distinguir.
El gobernador ha realizado un cambio en el Ministerio de Seguridad sin miramiento alguno, ni a corto, mediano o largo plazo. Otra medida tomada a ciegas, sin fundamento atendible ni motivo conocido por la sociedad.
En efecto, el gobernador no hizo saber el motivo del nombramiento de Alejandro Granados al frente del Ministerio de Seguridad, y el consecuente desplazo de Ricardo Casal.
¿En verdad se prensaba que Granados realizaría una gestión mejor que Casal?
La seguridad de los bonaerenses esta en manos de Dios, fuente de razón y justicia.
Pero los ciudadanos no deben tener falsas expectativas en el marco de la gestión gubernamental, en cuestiones de seguridad. La realidad lo demuestra, si hasta los presos se escapan.
Ni el Servicio Penitenciario cumple la función más rústica y rudimentaria por la que fue creado; mantener a los delincuentes encerrados.
Con la fuga de presos, la sociedad le ha restado valor a los penitenciarios, como no podía ser otra manera.
Sería más seguro disponer de dinero para los delincuentes en las calles que mandarlos a las unidades carcelarias. Es el viejo axioma del pobre vecino que reserva un poco de dinero en su casa, por si entran los ladrones. Para que no los maten a todos, y que los delincuentes se sientan mínimamente satisfechos. Así es el mundo del revés en la seguridad bonaerense.
