

Desde hace más de 16 años, Ale Porzio brinda talleres de teatro y clases de psicología social en una unidad penitenciaria de la zona oeste. Una historia de vocación, vínculos humanos y transformación posible.
Por Verónica Llonto
En Diálogo con Diario NCO, Ale Porzio, psicóloga social, nos relató cómo es trabajar como profesora de psicología y de teatro en una unidad penitenciaria de la zona oeste. “Impulso talleres lúdicos y de teatro espontáneo en los pabellones, donde el arte se convierte en herramienta de transformación. Todo comenzó después de haber presentado una función en una unidad penitenciaria donde vi la entrega de quienes estaban privados de su libertad”, detalló la entrevistada.
Aquella jornada marcó su destino profesional. Ale mencionó que “me fui de ahí con la sensación de que quería enseñar este arte allí, casi como una misión o un llamado del deseo profundo”. Así presentó su proyecto, trabajó varios años ad honorem hasta que la municipalidad comenzó a apoyarla. Más tarde le propusieron dar clases en el secundario dentro del penal, donde hoy combina ambas labores: educación formal y arte como canal expresivo.
“Desde hace muchos años trabajo en contextos de encierro porque me interpela profundamente. Me interesa lo que sucede con los sujetos excluidos, los márgenes de la sociedad. Ahí veo una posibilidad de abrir alternativas”, explicó Porzio. Su recorrido profesional comenzó en escuelas con internado, donde ya sentía la necesidad de acompañar desde otro lugar. Luego, su formación en psicología social, mediación y psicodrama terminó de definir su camino.
Lejos de una mirada redentora, Porzio sostuvo: “Mi rol no busca salvar a nadie, sino generar condiciones para que los internos se reconozcan como estudiantes y como personas pensantes. No se trata de garantizar que no reincidan en el delito, eso ya no está en mis manos. Pero sí puedo ofrecer un espacio donde se redescubran, donde puedan reversionarse”.
La mirada empática y la educación que transforma
Quienes ejercen la docencia en un contexto de encierro, entienden que sus alumnos son personas estigmatizadas, que no han tenido oportunidad de estudiar o realizar talleres de arte o teatro. “En el 90 por ciento de los casos, ninguno había ido a un teatro, ni a ver obras ni mucho menos a estudiar teatro. En la enseñanza se le da una nueva oportunidad. Y creo que quien enseña, debe hacerlo con ética, respeto y valoración, porque se está trabajando con seres humanos”, declaró la profesional.
Para Ale, lo central en su profesión es correrse del juicio y conectar con quienes enseña, tratando de no involucrar el pasado de sus alumnos. Con respecto a esto, Ale aseguró que “son seres deseantes, que se transforman, al menos en ese momento de los talleres. Creo firmemente que la educación es una herramienta de transformación. Dependerá de ellos poder aplicar y sostener lo que aprendieron adentro. Tiene mucho que ver con el contexto que les espera afuera, porque también es cruda la estigmatización al salir del encierro”.
El nombre del taller de teatro, “Rompiendo muros”, surgió del primer grupo de internos que participó. Y con el tiempo, la actividad creció. Durante 2023 y 2024, realizaron una gira inter pabellones donde los internos mostraron sus obras a otros pabellones del penal. Incluso, años atrás, lograron presentar una función fuera del penal, en una escuela de zona oeste. La psicóloga social narró: “Entraron esposados, actuaron frente a sus familias y salieron esposados. Fue una experiencia movilizadora”.
“En el teatro espontáneo se rompen con las estructuras tradicionales del encierro. No hay guiones previos, sino que se trabaja con lo que relatan los internos del penal. Les permite expresarse y sentirse libres por un rato, sentirse, como dicen ellos, en la calle”, señaló Porzio, quien admitió ser la primera en transformarse al trabajar con historias tan complejas como duras, donde el alma y el cuerpo se integran, culminando con la disociación de las personas privadas de su libertad.
La psicología y la auto reflexión
A lo largo de estos años, Ale vivió situaciones que marcaron su forma de ver y ejercer la docencia. Una de las más significativas tuvo que ver con un libro que llevaba consigo desde hacía años. “Un alumno me pidió prestado un libro que había sido de mi papá. Estaba viejo y roto, pero lo quería leer. Me dijo que me lo devolvía la semana siguiente. Cuando volví, me lo entregó encuadernado. Me dijo que había aprendido a hacerlo. Me lo dio con devoción, como si fuera una ofrenda”, describió la psicóloga social.
Esta experiencia, junto con muchas otras, le implicó revisar sus propios prejuicios y dejarse sorprender. Porzio remarcó: “Lo que más me gustó fue eso: que no se cumpliera lo malo que pensé que iba a pasar. Esa escena me enseñó a mirar distinto, a dejarme atravesar”. Además, consideró que el aula y el escenario son espacios de construcción de dignidad, un mundo que les permite pensarse a ellos mismos, construirse de nuevo, desde la educación y el arte.
Con una mirada política (no partidaria), Ale destacó la importancia de generar condiciones de acceso. “La diferencia entre poco y nada, en este contexto, es mucho. Cuando llevo algún presente, como un caramelo para cada uno, para ellos fue un gesto enorme. El amor a la torcedura, como decía Massimo Recalcati, define bien el proceso de enseñanza y aprendizaje”, reflexionó la entrevistada.
ada: “Conozco todas las teorías. Dominé todas las técnicas, pero al tocar un alma humana, sea apenas otra alma humana”, Carl Gustav Jung.
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