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La inseguridad alimentaria en barrios populares afecta a casi la mitad de niñas, niños y adolescentes

Alimentación. El hambre infantil, una deuda estructural.

Un estudio realizado por la Universidad Popular Barrios de Pie reveló que el 48,6 por ciento de la población infantil evaluada presentó cuadros de desnutrición.

Por Florencia Belén Mogno

En un país con capacidad exportadora de alimentos, el hambre infantil aún constituye una deuda estructural que expone las contradicciones de un modelo desigual. Y así, Argentina, con una industria agroalimentaria capaz de abastecer a su población y generar excedentes, mostró cifras alarmantes de inseguridad alimentaria en su propio territorio.

La brecha entre el potencial productivo y las condiciones de vida reales en los barrios populares marcó una distancia que resulta insostenible si se busca construir un futuro con justicia social. La falta de acceso a una alimentación adecuada constituye una forma silenciosa pero persistente de vulneración de derechos.

Esta problemática compromete el presente de miles de niñas, niños y adolescentes, y condiciona su desarrollo físico, emocional y cognitivo a largo plazo. En contextos de pobreza estructural, donde el acceso al sistema sanitario suele ser limitado, las deficiencias nutricionales afectan las posibilidades de transitar una infancia y adolescencia saludables.

En ese contexto y de acuerdo con la información a la que tuvo la oportunidad de acceder Diario NCO, la Universidad Popular Barrios de Pie llevó adelante una investigación/acción participativa sobre el estado nutricional de niños y adolescentes en barrios populares de todo el país.

Especificaciones del estudio

El relevamiento alcanzó a un total de 38.622 niños, niñas y adolescentes en 16 provincias argentinas y en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, y arrojó resultados tan preocupantes como esclarecedores. Según los datos recabados, el 48,6 por ciento de los menores evaluados presentó algún tipo de desnutrición, con mayor incidencia en la franja etaria de 6 a 10 años.

El informe indicó que dentro de ese porcentaje se destacaron dos fenómenos en simultáneo: por un lado, la desnutrición aguda y, por el otro, la desnutrición por exceso. En este último grupo se registró un 20,9 por ciento de sobrepeso y un 24,5 por ciento de obesidad.

Esta coexistencia de formas opuestas de malnutrición evidenció que el problema no radicó solo en la cantidad de alimentos disponibles, sino también en su calidad, accesibilidad y valor nutricional. La prevalencia de productos ultraprocesados, altos en azúcares, sodio y grasas, contrastó con la escasa presencia de frutas, verduras y proteínas de calidad en la dieta cotidiana de las familias más humildes.

Para llevar adelante el trabajo de campo, se capacitó a promotoras y promotores de salud comunitarios, quienes realizaron las mediciones antropométricas y aplicaron criterios de percentilado según los estándares del Ministerio de Salud y de la Sociedad Argentina de Pediatría.

Esta metodología permitió sistematizar los datos y obtener un panorama preciso sobre los niveles de inseguridad alimentaria en el territorio. El abordaje participativo, con un fuerte anclaje comunitario, resultó clave para garantizar el acceso a la información en zonas donde el Estado no suele llegar.

Desarrollo de la investigación

El objetivo del estudio consistió en construir una base epidemiológica sólida que permita diseñar estrategias de intervención articuladas entre las comunidades organizadas y las instituciones públicas.

Lejos de ser un simple diagnóstico, el relevamiento buscó sentar las bases para el ejercicio real del derecho a la alimentación y a la salud, involucrando activamente a las familias como parte de la solución.

En relación con lo planteado, se promovió la formación de promotores barriales con herramientas para acompañar a otras familias, detectar situaciones de riesgo y articular respuestas integrales.

La situación nutricional de niños y adolescentes en barrios populares no puede pensarse de manera aislada. Se trata de una expresión concreta de la desigualdad estructural que atraviesa al país.

En contextos donde el ingreso es insuficiente y los precios de los alimentos saludables son cada vez más inaccesibles, muchas familias se vieron obligadas a priorizar la cantidad sobre la calidad, con consecuencias graves en la salud de sus hijos. A esto se sumó la ausencia de políticas sostenidas que garanticen el acceso a una alimentación equilibrada desde la primera infancia.

Reclamos de medidas

Desde la Universidad Popular Barrios de Pie remarcaron que la alimentación es un derecho humano básico, no una mercancía sujeta al mercado. La posibilidad de acceder a alimentos suficientes, seguros y nutritivos debería estar garantizada por el Estado, especialmente en las infancias.
La investigación insistió en que los efectos de la desnutrición no se limitan al presente: condicionan el futuro de quienes la padecen. Por eso, instaron a construir políticas públicas integrales, con enfoque de derechos y perspectiva territorial.

En una Argentina que produce alimentos para más de 400 millones de personas, las cifras del informe evidenciaron una situación alarmante: millones de niñas y niños en los barrios más humildes no accedieron a una alimentación adecuada. La malnutrición, lejos de ser un problema individual o familiar, debe ser comprendida como una expresión de desigualdad social, cuyas causas y soluciones son colectivas.

En ese sentido y ya a modo de conclusión, el estudio de Barrios de Pie constituye un llamado urgente a la acción política, institucional y comunitaria para revertir una situación que no puede esperar.

Fuente fotografías: Cepal

 

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