
El año 2023 arrancó como uno de los años con mayores evidencias físicas y visualesque muestranal cambio climático como una realidad, y como tal, debe estudiarse con el fin de tomar las medidas necesarias para enfrentarla.
Por Candela Alonso Sartori
EL Servicio Meteorológico Nacional (SMN) mantiene activa la alerta roja hace meses por temperaturas “extremadamente elevadas” en gran parte del país, siendo entonces el “verano más cálido registrado en la Argentina”.
Aparejado a este fenómeno, aparecen las dificultades: dificultad de mantenimiento a grupos electrógenos, dificultad de viajar en transporte público, dificultad para realizar cualquier tipo de actividad al aire libre, dificultad para asistir a la escuela y universidades, dificultad para mantener los cultivos, entre muchísimas otras.
Ante esto la principal pregunta es ¿Qué está pasando?, seguida de ¿Cómo se soluciona esto? ¿Quién tiene el poder real de solucionarlo (o acercarse a una solución)?
La realidad es que desde que los extremos comenzaron, no hay un/a político/a de primera línea que haya hablado del tema en relación con su punto de partida: el cambio climático.
El primer apagón registrado el 1 de marzo, se debió a un incendio intencional de pastizales que afectó la línea de alta tensión de 500 kw en el sector que une Campana con General Rodríguez, en la provincia de Buenos Aires. Nadie hizo nada al respecto, ni se sancionó, ni se castigó, se normalizó.
Más de 15 días después, alrededor de 110 mil usuarios del Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA) siguen sin luz mientras persiste la alerta roja por temperaturas extremas. Las respuestas aún no aparecen.
En la tarde de este martes 14 de marzo, la sensación térmica ya superó los 40 grados, según el Servicio Meteorológico Nacional (SMN). Este lunes se registró un nuevo récord histórico de consumo energético.
Ante tantos focos problemáticos que surgen de este problema principal, la pregunta persiste, ¿Qué está pasando, por qué nadie habla de ello, y cómo se soluciona?
La solución no es naturalizar el colapso
Las vivencias cada vez más palpables del colapso ambiental están directamente conectadas con el mantenimiento de la vida que aalgunos sectores sociales les parece conveniente seguir sosteniendo, cuando es evidente que no da para más.
Todas estas experiencias de desamparo ante un fenómeno más grande que nosotros dejan un hueco que es muy difícil de llenar porque la mayoría de las veces no hay herramientas para hacerlo, y la solución para nada es naturalizarlo, sino charlarlo, difundirlo, reflexionarlo, y por supuesto, accionar de inmediato.
Desde la página oficial del gobierno, Argentina.gob.ar, hacen referencia al cambio climático en un apartado, y se limitan a definir el fenómeno y hacer una lista desapegada de los impactos en la salud y lo que provocará a medida que empeore.
Su misión: “Contribuir al desarrollo de políticas de adaptación a la variabilidad y cambio climático en el ámbito de la salud, la difusión y evaluación de la información científica sobre el tema”.
Pero solo por mencionar un ejemplo, la Ciudad de Buenos Aires a penas cuenta con espacios verdes, que cada vez son menos, y no hay proyectos de adaptabilidad de la infraestructurapara enfrentar este tipo de olas de calor.
Así, todo ese palabrerío parece no tener fuerza, porque lo que se vive y se escucha y se atraviesa pasa por otro lado. Es clara entonces la necesidad de crear una agenda pública que invite a vecinos, profesionales, estudiantes, y agentes estatales, a trabajar en conjunto.
Mientras las personalidades con poder político no enfrenten con firmeza y determinación las decisiones de unos pocos con poder real para cambiar las cosas, la gente común deberá seguir moviéndose sola, protestando, reclamando, y todo junto mientras sufre las consecuencias.
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