Número de edición 8481
La Matanza

Inseguridad: Un caso más, y van…

Inseguridad: Un caso más, y van…

Inseguridad: Un caso más, y van…

En esta oportunidad, un caso de inseguridad contado en primera persona por la mujer que lo vivió en pleno corazón matancero, en las inmediaciones del centro de la localidad de San Justo, a poco de haberse apagado la luz del día. Una estudiante, una trabajadora y persona de bien, como muchas de las víctimas que los malvivientes escogen de presa para tomar sus pertenencias o incluso, en el peor de los casos asesinar.

Por Melanie Martínez
martinez.melanie@outlook.com

Los hechos

Era un día frío y lluvioso, el segundo laboral de la primera semana de agosto. Algunas compras y averiguaciones a la salida de su horario de trabajo la atrajeron a San Justo, por lo que hizo un breve paso por el centro comercial y la peatonal  de Arieta, y finalizó su estadía en el Shopping local. Allí dio unas vueltas, tomó algo fresco e hizo lo que planeaba hacer cuando arribaba desde la Ciudad de Buenos Aires donde se desempeña en tareas de Comunicación de una empresa reconocida.

A la vuelta, la zona del Shopping se encontraba más oscura que lo normal, lo cual no permitía apreciar las paradas del incipiente metro bus, que subdividió a las líneas en distintos puestos para un mejor flujo del transporte público de pasajeros. Al ver un 382, se acercó al colectivo de corta distancia y le mostró su pase de discapacidad por hipoacusia, lo cual a los pasajeros y conductores suele resultarles raro porque no es un tema visible.

Luego de unas paradas se dio cuenta que la formación que había tomado continuaba su recorrido por la Ruta Nacional N° 3, alias Juan Manuel de Rosas, hacia Capital. Al notarlo, bajó del mismo en dirección a Presidente Juan Domingo Perón, donde doblan los colectivos que se dirigen para el lado de Ramos Mejía o de la mismísima Universidad de La Matanza. La joven desconocía las nuevas paradas de los colectivos de la línea Nuevo Ideal y La Cabaña que la acercan a su hogar.

En el interín pasa por una estación de servicio vieja donde un trapito se aprovecha de los que allí estacionan, siguió su camino y en un instante, con poca gente en la calle y algunos autos pasando que hicieron caso omiso a lo que estaba pasando, una mano la toma del cuello por sorpresa. El olor a alcohol era inconfundible, el flaco trapito de pechera naranja fluor acechaba con sus palabras mágicas: “no te voy a hacer nada pero dame la cartera y la billetera”, repitió.

Los detalles

La noche le permitió ver su rosácea, sus ojos oscuros, su jean azul, su buzo y zapatillas marrones. Con un cruce de pensamientos, miedo a la reacción del sujeto, en un forcejeo soltó todas sus pertenencias y salió corriendo sin mirar atrás, con una respiración desesperada, donde todos observaban y nadie paraba a ver qué pasaba, a ayudar, como si fuese normal, como si el miedo fuese normal.

Se refugió en el incipiente restaurante y parrilla, Don Justo, donde el mismísimo dueño y sus empleados la calmaron, le ofrecieron gaseosa, le conversaron y ella pudo contarles lo acontecido. Al hablarse de cuida coches, el propietario incitó a ir al lugar de los hechos a buscar al delincuente pero la situación de desesperación, tristeza, bronca, le impedían a la mujer ir de vuelta. Mientras esperaban a su pareja, quisieron cambiarle el tema, pero aunque más calmada no pudo concentrarse.

La demora en la llegada del novio se debió a que este localizó en su camino a una patrulla de la policía que hizo caso omiso a las señas de luces y bocinazos pero respondió a lo ocurrido cuando el matancero pudo parar al costado de la camioneta y contarles a las mujeres policías lo acontecido. La burocracia les indica que deben esperar el ok de la central para actuar, sobre todo si es un hombre el sujeto en cuestión. Lo cierto es que las notó con miedo al accionar.

El tiempo seguía pasando, finalmente detuvieron a tres jóvenes cerca del sucucho donde parecía residir el malviviente. Un conjunto de pajas y barro ubicado en Juan Pedro Esnaola y Cabrera, costeando la vía férrea que corta la Ruta 3. Se realizó la denuncia correspondiente en la primera de San Justo, pero jamás arribaron los sospechosos para el reconocimiento. La respuesta del comisario fue que si casualmente un sujeto respondía a la clasificación que dio, se comunicaban, pero nada era seguro.

La toma de datos duro lo que tarda el reloj en dar una vuelta completa, el comisario iba y volvía, y consultaba algunas palabras comunes que desconocía. En la comisaría sorprendió que se trate de un cuida coches. ¿Juan Pedro Esnaola y Perú? Consultó el comisario al enterarse que al rastrear el gps el novio se acercó con sus colegas al lugar donde figuraba el celular ubicado. Sin saber cuántos eran los delincuentes que habían sorprendido a su mujer en su barrio natal.

Lo cierto es que teniendo esta información la policía no procedió inmediatamente y la denuncia recayó en un juzgado local. Esta falta de acción inmediata es la que hace que la gente haga justicia por mano propia o intente por su cuenta hallar una solución. El joven no se rindió, dejo a la chica en su casa de Morón y volvió al descampado del borracho. Allí salió un señor grandote y según las descripciones, el mismísimo “trapito”.

El novio de la damnificada le comento lo acontecido al corpulento y le ofreció recompensa si recuperaba las pertenencias de su mujer. Sin salir del auto dejó su celular para que lo contacten y en eso apareció el trapito de Perón y Ruta 3, tomado, que respondió “uhh, que macana”, cuando su amigo le comentó lo que le vinieron a proponer. Su caradurez no hace más que sumar bronca en esta historia: quedarse con cosas de otro para venderlas por 2$, cuando uno trabajó en ellas.

A la mañana siguiente el celular figuraba residente hace horas en la villa recuperada del barrio Villa Constructora de San Justo. Para ser exacto en una de las casitas ubicadas en Tucumán y La Rioja, del otro lado de la Ruta 4, Monseñor Bufano, a pocas cuadras del  Walmart de dicha localidad. Allí permaneció todo el día. ¿Y de la policía? Todavía no hay respuestas. Esto hace a la sociedad tener la certeza de que hay acuerdos entre policías y trapitos.

Artículos Relacionados

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Volver al botón superior