Por Carlos Matías Sánchez
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Hace unas semanas se cumplió el aniversario de la muerte del sindicalista cordobés, recordado por su intransigencia y su combatividad. Semanas atrás, se recordó el asesinato del metalúrgico, reivindicado por peronistas de diferentes sectores del sindicalismo. Breve repaso a las internas en el movimiento obrero y la posición de cada uno de sus protagonistas.
En nuestro país, el sindicalismo nació a principios del siglo XX, en el marco del auge del modelo agro-exportador y de los gobiernos liberales-conservadores, que oscilaron entre la represión (mayormente) e insuficientes reformas. Las ideas socialistas, comunistas y anarquistas llegaron con los inmigrantes y comenzó a alimentarse la conciencia de los trabajadores de su necesidad de organizarse colectivamente.
Varias organizaciones que respondían a diferentes (aunque emparentadas) ideologías fueron unificadas recién con el surgimiento de la figura de Juan Domingo Perón, casi a mediados de siglo.
Desde el antes inútil Departamento de Trabajo, convertido en Secretaría, Perón se acercó a los representantes gremiales y forjó sobre ellos un fuerte liderazgo, logrando la definitiva unificación de la Confederación General del Trabajo.
Durante los gobiernos peronistas, en los cuales la situación de los obreros fue mejor que en el resto de nuestra historia, el sindicalismo estuvo identificado masivamente con el Partido Peronista y con el liderazgo vertical de Perón, quien dejó a cargo de la central a dirigentes leales como José Espejo, en detrimento de otros más independientes como el histórico Cipriano Reyes, e integrando a algunos de ellos a su gobierno, como los socialistas Atilio Bramuglia y Ángel Borlenghi.
Derrocado el peronismo, aquel carácter casi monolítico de un sindicalismo predominantemente peronista (y así lo sería en adelante) comenzó a perderse. La Resistencia iniciada en 1955 contó con la participación activa de los gremialistas, pero muchos trabajadores formaron parte de ella Espontáneamente.
Perón impartía sus directivas desde el exilio y a través de delegados, como John William Cooke, peronista revolucionario que falló en su intento de huelga revolucionaria y terminó siendo desplazado por los líderes conciliadores a los que él denunciaba ante Perón.
Llegaron los últimos años de la década del ’60. Iban más de diez años de represión, proscripción del peronismo, gobiernos civiles ilegítimos y controlados por las Fuerzas Armadas, golpes de Estado y dictaduras. Fusilamientos, un sindicalista desaparecido (Vallese). Perón en España.
Algunos sindicalistas decidieron, con un excesivo pragmatismo, acomodarse a las circunstancias y sentarse a dialogar con el régimen, encarnado allá por 1966 en el general represor Juan Carlos Onganía. Abandonando así la lucha por el regreso de la democracia, el fin de la proscripción y el regreso del líder. Pero sobre todo, traicionando la lucha de tantos trabajadores que hasta su vida dejaron en ella. Augusto Timoteo Vandor, metalúrgico al mando de la CGT, encabezó esta línea conciliadora.
Otros dirigentes prefirieron no bajar sus banderas de lucha y sumarse a la tendencia revolucionaria que ya se hacía sentir en Latinoamérica (desde Cuba) y también en el resto del mundo. La CGT de los Argentinos, de Ongaro y Tosco, se constituyó en respuesta a la entrega del sector “conciliador”, contra el régimen y por los derechos de los trabajadores.
En ese sector brilló Agustín Tosco, líder lucifuercista cordobés, de ideología marxista y relacionado a partidos de izquierda argentinos como el Partido Comunista (PC). Tosco estuvo al frente de la mencionada central paralela y de la revuelta obrera-estudiantil de 1969 inmortalizada como Cordobazo. Hasta hoy es un ejemplo de honestidad e intransigencia como representante de los obreros.
El sindicalismo en su conjunto, en fin, fue parte de la lucha que permitió el regreso de Perón y de la democracia en 1973. Inicialmente desplazado a un segundo plano por la Tendencia Revolucionaria, la CGT peronista recuperó el protagonismo luego de la agresión de la derecha del movimiento a la izquierda el 20 de junio de 1973 y la consecuente renuncia de Cámpora.
Al mando de la central se encontraba por entonces el metalúrgico José Ignacio Rucci. Cuando en octubre de aquel año fue asesinado por la izquierda peronista, no sólo era eliminado el líder de la CGT, sino también un hombre de extrema confianza de Perón y una de sus dos columnas principales en el Pacto Social entre empresarios (la CGE de José Ber Gelbard) y la CGT.
El sindicalismo peronista, liderado entonces por Lorenzo Miguel y otros, fue vinculado al accionar de la banda terrorista de López Rega, la Triple A. Iniciada la dictadura, no obstante, la dirigencia sindical peronista fue blanco del terrorismo de Estado como otros sectores de la sociedad comprometidos con la política y las luchas populares. La CGT-Brasil de Ubaldini, sobre el final del “Proceso”, expresó abiertamente los reclamos obreros en un par de movilizaciones históricas.
Otra vez en democracia, las intenciones de Alfonsín de intervenir el movimiento obrero organizado provocaron la oposición del sindicalismo, como ya se dijo, identificado mayoritariamente con el peronismo. De esto resultaron trece paros generales y el posterior apoyo al candidato supuestamente peronista Carlos Menem, ya en los primeros noventa, cuando el neoliberalismo comenzaría a profundizarse en nuestro país.
Este modelo cumplió uno de sus cometidos estratégicos: dividir al movimiento obrero.
La conducción de la CGT, encabezada por Luis Barrionuevo, apoyó enérgicamente el ajuste y el saqueo menemista, mientras otro sector, el de “Los Gordos”, lo legitimaba a partir de una posición “dialoguista”. Como reacción a esta entrega surgieron ahora el MTA de Hugo Moyano, dentro de la CGT, y la CTA, del inolvidable Germán Abdala y Víctor de Gennaro, como central paralela.
Hoy, mientras se revierte aquel proceso destructivo, el sindicalismo, sin embargo, profundiza su división, algo que resta a todos los trabajadores y favorece al empresariado. Un polo oficialista, conformado por la progresista CTA de Yasky y la CGT de Caló. Un polo opositor, conducido por Hugo Moyano y apoyado por la CTA de Micheli y el sector que responde a Barrionuevo.
Quedan varias preguntas para pensar: ¿podemos volver a soñar con un movimiento obrero unido otra vez? ¿Dónde se ubicarían hoy Tosco y Rucci?