Número de edición 8481
Política

Diagnóstico Por: Carlos Galli

Diagnóstico Por Carlos Galli

Diagnóstico Por Carlos Galli

A lo largo de mi extensa vida laboral, he trabajado en diferentes etapas con tres personas que poseían capacidades que yo no tenía y viceversa. Cada uno de ellas, a pesar de sus dificultades, manifestaba a diario sentimientos personales de amor y ayuda al prójimo tal vez producto de su situación particular.

Por: Carlos Galli

No son evidentemente los casos de la Señora Vice Presidente ni el del Señor Ministro de Trabajo. A pesar de haberme ocupado ya en una nota anterior de Gabriela  Michetti, refrescaré muy abreviadamente su situación. Promediando 1994 sufre un accidente de tránsito que la confina a desplazarse de ahí en más en una silla de ruedas; obtiene un título universitario y, tras escalar en su errática carrera política, logra la nominación como vice de MM.

Mujer de muy pocas luces y escaso intelecto, manifiesta –no obstante- en cada intervención, una mezcla de ferocidad, inconsciencia y peligrosidad producto, -seguramente- resultante de lo antes dicho.

Salvo en la edad, no difiere demasiado el caso de Jorge Triaca (hijo), víctima también de un luctuoso incidente en la vía pública. Si bien los hijos no necesariamente deben cargar con los actos o responsabilidades de los padres, va de suyo que en su propia formación se tiende a imitar conductas o procederes. Jorge Triaca (padre) ostentó la extraña y virtuosa duplicidad de ser Ministro de Trabajo de Carlos Menem y a la vez integrar el aristocrático Jockey Club en su etapa política, luego de haber dejado atrás una zigzagueante carrera sindical como Secretario General del gremio Plástico que incluyó alianzas, tanto con Augusto Timoteo Vandor y José Rucci como así también con Saúl Ubaldini.

El joven Triaca llegó por un subterfugio al Ministerio, luego que la CGT rechazara la postulación de Jorge Lawson, funcionario cordobés y empresario propuesto por el dueño de Arcor, y  por la declinación de Graciela Caamaño, por el momento Diputada Renovadora.

A días de posesionarse en el cargo, el licenciado Triaca designó por decreto a su esposa Cecilia Loccisano, (recientemente renunciada), -luego a sus hermanas-, junto a la del también Diputado Renovador Mario Amadeo en la administración pública. Semanas más tarde, tras asistir a una misa por Miguel  Ángel Egea, colaborador civil de la dictadura y amigo personal de Emilio Massera, manifestó que tanto la misma como la represión ilegal fueron “situaciones complejas”.

Reproduciendo algunas hipocresías de su padre, soportó, toleró, consintió 125.000 despidos en tan sólo cinco meses de gestión pero, pregonando que él llegó “para defender el empleo” aunque, al mismo tiempo  pergeñó diabólicos mecanismos para hacer cada día más difícil la vida de los trabajadores (que aún lo sean).

Los citados son sólo dos ejemplos de esta pandilla de  feroces perversos multi- procesados que, evidentemente, en su momento, conscientes de sus inhumanas limitaciones anunciaron medidas descabelladas en todos los aspectos con la íntima convicción de no triunfar en las elecciones de dos mil quince.

Lamentablemente, padeciendo la falta de un candidato surgido del riñón, por  la miopía de millones, por odio, más las deserciones que se avizoraban y hoy están expuestas, se impusieron, tomando un estado sin deuda, en armonía y ordenado al cual están desmantelando metódicamente a diario y no viendo -tal vez -la hora de ser destituidos.

Posiblemente sueñen con un exilio dorado costeado por sus auspiciantes, ignorando que no son lo suficientemente importantes para merecerlo; porque Macris, hay por doquier. Lo que será inapelable para todos ellos es el descarte, -cual preservativos- al concluir su misión, que comprendió minutos compartidos de placer, sin ser el protagonista primordial, buceando en las oscuridades más hondas y con destino –anudado- de inodoro.

El diagnóstico está presentado, la enferma llamada Argentina padece septicemia, una extraña suerte de infección generalizada, ya que, al oprimírsele cualquier parte del cuerpo/país  brota pus y, de continuar en esa preocupante situación, antes de apelar a múltiples amputaciones, estamos obligados a acudir en su rescate.

Cuantos  más protocolos empleen, más represión utilicen, más hambre generen, más descaro e impudicia exterioricen, mucho más cerca de dos mil uno se encuentran. Y  así será porque, al no haber comparación alguna con la propuesta –en su momento- de Luis Barrionuevo, que propiciaba la salida de Cristina, la Presidenta del Corazón encabezando un gobierno pródigo, generoso y bienhechor, ahora nos encontramos ante un polichinela con pretensiones  de estadista.-


Diagnóstico Por: Carlos Galli

Diagnóstico Por: Carlos Galli

A lo largo de mi extensa vida laboral, he trabajado en diferentes etapas con tres personas que poseían capacidades que yo no tenía y viceversa. Cada uno de ellas, a pesar de sus dificultades, manifestaba a diario sentimientos personales de amor y ayuda al prójimo tal vez producto de su situación particular.

Por: Carlos Galli

No son evidentemente los casos de la Señora Vice Presidente ni el del Señor Ministro de Trabajo. A pesar de haberme ocupado ya en una nota anterior de Gabriela  Michetti, refrescaré muy abreviadamente su situación. Promediando 1994 sufre un accidente de tránsito que la confina a desplazarse de ahí en más en una silla de ruedas; obtiene un título universitario y, tras escalar en su errática carrera política, logra la nominación como vice de MM.

Mujer de muy pocas luces y escaso intelecto, manifiesta –no obstante- en cada intervención, una mezcla de ferocidad, inconsciencia y peligrosidad producto, -seguramente- resultante de lo antes dicho.

Salvo en la edad, no difiere demasiado el caso de Jorge Triaca (hijo), víctima también de un luctuoso incidente en la vía pública. Si bien los hijos no necesariamente deben cargar con los actos o responsabilidades de los padres, va de suyo que en su propia formación se tiende a imitar conductas o procederes. Jorge Triaca (padre) ostentó la extraña y virtuosa duplicidad de ser Ministro de Trabajo de Carlos Menem y a la vez integrar el aristocrático Jockey Club en su etapa política, luego de haber dejado atrás una zigzagueante carrera sindical como Secretario General del gremio Plástico que incluyó alianzas, tanto con Augusto Timoteo Vandor y José Rucci como así también con Saúl Ubaldini.

El joven Triaca llegó por un subterfugio al Ministerio, luego que la CGT rechazara la postulación de Jorge Lawson, funcionario cordobés y empresario propuesto por el dueño de Arcor, y  por la declinación de Graciela Caamaño, por el momento Diputada Renovadora.

A días de posesionarse en el cargo, el licenciado Triaca designó por decreto a su esposa Cecilia Loccisano, (recientemente renunciada), -luego a sus hermanas-, junto a la del también Diputado Renovador Mario Amadeo en la administración pública. Semanas más tarde, tras asistir a una misa por Miguel  Ángel Egea, colaborador civil de la dictadura y amigo personal de Emilio Massera, manifestó que tanto la misma como la represión ilegal fueron “situaciones complejas”.

Reproduciendo algunas hipocresías de su padre, soportó, toleró, consintió 125.000 despidos en tan sólo cinco meses de gestión pero, pregonando que él llegó “para defender el empleo” aunque, al mismo tiempo  pergeñó diabólicos mecanismos para hacer cada día más difícil la vida de los trabajadores (que aún lo sean).

Los citados son sólo dos ejemplos de esta pandilla de  feroces perversos multi- procesados que, evidentemente, en su momento, conscientes de sus inhumanas limitaciones anunciaron medidas descabelladas en todos los aspectos con la íntima convicción de no triunfar en las elecciones de dos mil quince.

Lamentablemente, padeciendo la falta de un candidato surgido del riñón, por  la miopía de millones, por odio, más las deserciones que se avizoraban y hoy están expuestas, se impusieron, tomando un estado sin deuda, en armonía y ordenado al cual están desmantelando metódicamente a diario y no viendo -tal vez -la hora de ser destituidos.

Posiblemente sueñen con un exilio dorado costeado por sus auspiciantes, ignorando que no son lo suficientemente importantes para merecerlo; porque Macris, hay por doquier. Lo que será inapelable para todos ellos es el descarte, -cual preservativos- al concluir su misión, que comprendió minutos compartidos de placer, sin ser el protagonista primordial, buceando en las oscuridades más hondas y con destino –anudado- de inodoro.

El diagnóstico está presentado, la enferma llamada Argentina padece septicemia, una extraña suerte de infección generalizada, ya que, al oprimírsele cualquier parte del cuerpo/país  brota pus y, de continuar en esa preocupante situación, antes de apelar a múltiples amputaciones, estamos obligados a acudir en su rescate.

Cuantos  más protocolos empleen, más represión utilicen, más hambre generen, más descaro e impudicia exterioricen, mucho más cerca de dos mil uno se encuentran. Y  así será porque, al no haber comparación alguna con la propuesta –en su momento- de Luis Barrionuevo, que propiciaba la salida de Cristina, la Presidenta del Corazón encabezando un gobierno pródigo, generoso y bienhechor, ahora nos encontramos ante un polichinela con pretensiones  de estadista.-

 

 

 

 

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