Número de edición 8481
Política

Las personas de bien que pagan sus impuestos

Las personas de bien que pagan sus impuestos

No por casualidad hoy se vuelve a escuchar el latiguillo aquel, que me recuerda mucho a Bernardo Neustadt, que si no lo fue, merecería haber sido su autor, de “Yo soy una persona de bien que pago mis impuestos y todo lo que tengo lo hice trabajando”, que ya había estado de moda en la época del cartelito en la luneta trasera del auto que rezaba: “Los argentinos somos derechos y humanos”(nótese que había que tener auto para proclamarlo) y antes, en aquella otra en la que personas como ellos usaban el emblema del “Cristo Vence” en la solapa. La susodicha frase, del estilo del “Yo no soy racista, yo tengo un amigo judío” y su vigencia actual, merecen ser analizadas en sus significados más profundos porque  son típicas expresiones de la hipocresía burguesa y se relacionan íntimamente con las actuales tendencias electorales, aquí y en el mundo.

Por Francisco Jorge Martínez Pería. Abogado.

fjmartinezperia@gmail.com       

Limitar, como lo hace la mencionada expresión, las calidades morales de una persona de bien a pagar los impuestos (y hasta cumplir íntegramente la ley) y a no robar y hacerlo, además, jactándose de haber alcanzado con ello la cúspide de la moral occidental y cristiana (otra no-casualidad), es un verdadero despliegue de cinismo que constituye, en sí mismo, una especie de burla para los receptores de la frase. Acaso no existen una enorme cantidad de actos miserables y deleznables que se pueden cometer, incluso trabajando, sin que los mismos constituyan delito alguno? Pagar los  impuestos y trabajar otorga una patente de corso que permite toda clase de bajezas posteriores mientras no sean delitos? No se cometen infinidad de ruindades trabajando, como por ejemplo, abusar de una posición de poder para conseguir favores que no se conseguirían de otra forma o delatar falsamente a un compañero para superarlo laboralmente?

Me pregunto, por ejemplo, si un comerciante, obligado a pagar sus impuestos por la exposición pública de su negocio, que remarca permanentemente  su mercadería en un grado muy superior al necesario para mantener una razonable tasa de ganancia, es una persona de bien. Puede haber ganado lo suyo trabajando, pero también estafando legalmente a sus clientes. Además, cual es la tasa razonable de ganancia de un comerciante? Porqué nunca se habla de ella ni de ninguna otra tasa de ganancia?  Será porque los empresarios  en general son los que pagan la publicidad que se emite en los medios de  comunicación y  si a los periodistas que trabajan en ellos se les ocurriera analizar sus respectivas tasas de ganancias y criticarlas, inmediatamente les retirarían sus publicidades?

De más está decir que tanto empresarios como periodistas, trabajan y pagan sus impuestos, por estar también demasiado expuestos para no hacerlo, pero podemos calificar sus conductas como propias de personas de bien? Si los empresarios creen que están ganando lo que les corresponde, porque entonces ocultarlo y lo que es peor,  porqué castigar a otros por publicarlo? Tal vez sea pedirle actitudes heroicas a personas normales pretender que un periodista ponga en riesgo su trabajo por publicar cuestiones que sabe que le van a disminuir sus ingresos, pero no es también una cobarde omisión, reñida con las más elementales normas éticas de su profesión no hacerlo, cuando antes existieron colegas suyos que fueron capaces de jugarse la vida y la libertad en aras de la verdad y la justicia?

Es que justamente, es en el terreno de las omisiones donde más se destacan las “personas de bien que pagan sus impuestos y que todo lo que tienen lo hicieron trabajando”.

Y ya que estamos hablando de periodistas y de cobardes omisiones, como no incluir aquí a aquellos que se golpean el pecho vanagloriándose de su supuesta independencia cuando cobran sus sueldos de empresas mediáticas que tienen una clara posición política y ellos jamás se desvían de las líneas editoriales de sus patrones, omitiendo sumisamente emitir una sola palabra que pudiera salirse de ellas. No sería propio de personas de bien aclarar que poco tienen de independientes y que están obligados a exponer lo que exponen porque sino los echarían y perderían sus respectivos contratos?

Antes de seguir hablando de los periodistas auto calificados como independientes conviene aclarar un poco el tema del poder real, porque a muchos de ellos les enorgullece también proclamarse como auténticos y heroicos críticos del poder, al que se sienten obligados a “tocarles el culo” (Leuco dixit) para cumplir a raja tabla con su ética profesional. Al respecto debo decir que en los muchos años que llevo vividos nunca vi a ninguno de esos periodistas “tocarle el culo” al poder real, que siempre es el económico y solamente los vi hacerlo, con verdadera fruición y ferocidad, con el  poder político, cuando así se los ordenaba el verdadero  poder, cuyas víctimas siempre fueron políticos nacionales y populares y nunca neoliberales como los actuales, singular circunstancia donde confluyen ambos poderes gracias a los votos de muchas “personas de bien que pagan sus impuestos e hicieron todo trabajando”.

Precisamente, “Impresentables”, perdón “Intratables”, el programa conducido por el más reciente emisor de la frase que nos ocupa, lleva un año y medio omitiendo toda crítica seria al poder real, hoy representado por el político, mientras sigue persiguiendo ferozmente a los políticos “populistas” que osaron desafiar a ese poder. Pero eso sí, siempre pretendiéndose periodistas independientes, objetivos, solamente comprometidos con la verdad, auto definidos como “personas de bien que pagan sus impuestos y que todo lo que tienen lo hicieron trabajando”.

Pero hay todavía un aspecto todavía más despreciable de esta frase y es el que se relaciona con la gente que no solo no paga sus impuestos, sino que tampoco tiene trabajo, porque implica convertirlos en sospechosos, habilitando y estimulando su persecución social. La obvia conclusión a que nos lleva ese pensamiento es que sencillamente, no son personas de bien. Y aquí podemos agregar que, por esa misma razón, votan gobiernos “populistas”, que en lugar de dignificarlos creando empleos de calidad para ellos, los compran con planes sociales que si bien evitan que se mueran de hambre, los someten políticamente. Que esos mismos gobiernos se hayan preocupado, además, por ofrecerles mayores oportunidades para mejorar su nivel de vida en general, incluida su formación universitaria y por ende el crecimiento de su conciencia social,  siempre ha merecido la acerva crítica de las “personas de bien que pagan sus impuestos y todo lo que tienen lo hicieron trabajando” por implicar un factor de déficit fiscal (millones de vagos que viven del Estado), mientras que el creciente endeudamiento externo y  sus cuantiosos intereses que están hipotecando el futuro de varias generaciones y que tarde o temprano van a hacer estallar el equilibrio fiscal, no les merece el más mínimo comentario.

Pero si hay alguien que los desacomoda por completo es el Papa Francisco. Ellos, que tanto saludaron su entronización al Papado, ahora se mantienen mudos y completamente ajenos a sus enseñanzas, que no osan criticar públicamente, pero que sin duda alguna no comparten por más que bajen de la más alta autoridad de la Iglesia a la que la mayoría de ellos pertenecen, porqué contradicen olímpicamente sus  posturas políticas y de vida.

Y es que ser una persona de bien es mucho más que pagar los impuestos y ganar lo propio trabajando, es además, comportarse siempre con  honestidad y dignidad, reconocer al Otro, compadecerse de él y consecuentemente optar por lo débiles y no por los poderosos, lo que necesariamente lleva a chocar con ellos y a poner en riesgo el propio interés, verdadera medida de la calidad moral. No digo con esto que ni yo, ni tantos otros seamos capaces de serlo, pero por lo menos no bastardeemos las palabras y respetemos sus verdaderos significados. Y sepamos, además, que muchos de los que no consideramos “personas de bien”, porque no tienen trabajo, ni pueden pagar sus impuestos, tienen en reiteradas ocasiones actitudes más dignas y solidarias que las nuestras.

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