Microficción. Porque hay caras que no se olvidan así nomás. Que quedan estampadas en el tiempo. Y yo que creí que te habías muerto. Porque aquella vez, cuando tu mano tocó la botella, y yo miré a Mario, pensé, esto no dura, no puede durar.
Por: Cristina Chiesa
Y ahí estabas vos sentada en el piso, llorando, tu mano tocaba la botella y tu cara era aún más fea, Graciela. Y todos nos servimos del licor, en aquella pieza, apretados, los tres, mientras los demás se habían ido a vivir la noche, y vos Graciela no, porque llorabas esa noche, porque tu fealdad, esa fealdad mezquina que te acompañaba como una opresión, te hizo eso, que te quedaras y nosotros dos, no pudimos, no pudimos más que sentarnos a tu lado.
Mario dijo cosas idiotas, y yo seguí tomando, porque qué decir, qué decirte que pudiera de algún modo extirpar ese verdugo silencioso, ese insecto sucio que llevabas en los ojos.
Y después, cuando ya estábamos bastante tomados y pudiste reírte yo me dije, después va a amanecer y todo será igual. Pero, qué remedio. Y entonces, qué remedio, si yo pensé te moriste al final de tristeza y abandono. Y no, porque ayer te vi, después de cerrar el libro, una foto con los enormes brazos levantados y la boca miserable, esa boca mezquina que yo amaba a pesar de todo, como se ama la oscuridad, o la propia muerte.
La autora: Cristina Chiesa (Rosario, 1957). Es Licenciada en Ciencia Política. Le fueron publicados cuentos en Axxón 195, 264 y 265; NM 16, 24 y 28, y en la antología “Cien Páginas de Amor”. Desde 2013 colabora en la corrección de la Revista NM (La nueva literatura fantástica latinoamericana).
Microficción seleccionada por Luciano Doti (Lomas del Mirador). Twitter: @Luciano_Doti