La Boda:Tío Agustín se casó de grande. Sus amigos y los maledicentes del barrio no economizaron en bromas lácteas para referirse a la edad que tenía cuando pisó por primera vez un altar del brazo de Carmen, su fugaz y única novia. Como ella era del campo, la fiesta fue de tipo campestre. Chivitos, lechones, empanadas, pollos y pavos se sirvieron en generosas porciones que fueron regadas con ríos de vino tinto.
Por: Marcelo Sosa & Héctor García
Todos tomaron y comieron hasta el hartazgo. Era obvio que las cosas salieran de su curso y se fueran al carajo. El novio, totalmente ebrio, perdió el anillo mientras intentaba bailar el vals y cuando vio que algunos invitados enfilaban hacia el colectivo alquilado se parapetó —escopeta en mano— en las escalerillas y amenazó con que los iba a cagar a tiros si no aparecía su alianza y también si no le pagaban la fiesta.
Ante semejante panorama, las señoras mayores pusieron el grito en el cielo («¡A mí nadie me trata de esa manera!», «¡Tener que soportar estas cosas, y a mi edad!» , «En mis tiempos esto no pasaba…»); papá y otros parientes se empeñaban en calmar al tío, primero con palabras gentiles, luego con forcejeos inútiles; el resto de los invitados discutía si llamar a la policía, a los bomberos o a la ambulancia; la madre de Carmen, una nonagenaria de aspecto saludable, empinaba una botella de vino en un rincón del quincho, al tiempo que filosofaba con la pared:
—Esto citadino son unos flojito, son, si no aguantan ni dos copita…
Dichas palabras me hicieron acordar la fama de jodona de Carmen. Fue entonces que noté su ausencia. La busqué entre los presentes, en la cocina, en los baños, pero solo di con ella al alejarme de la muchedumbre e internarme en las plantaciones. Su silueta blanca, que contrastaba con la oscuridad de la noche, danzaba al son de las puteadas y de los tiros. Agucé el oído y noté que reía a carcajadas, mientras la vista me decía que, entre sus manos, cual prestidigitadora, jugueteaba con una sortija de más.
Los autores: Juan Marcelo Sosa (Chamical, La Rioja, 1976). Es profesor de Castellano, Literatura e Historia. Ha logrado premios y menciones de honor tales como el 1º Premio en cuento corto Feria del Libro La Rioja 2005. También publicó varios de sus cuentos en diarios y revistas especializadas. Es autor de “Cuentos Azules” y de la obra de teatro “Hierba mala nunca muere” (ambos inéditos).
Héctor García (Tandil, Bs. As., 1986). Licenciado en Ciencias Físicas de la UNCPBA y actual proyecto de doctor, docente y dibujante. Dio sus primeros pasos como escritor en la adolescencia, haciéndose cada tanto con algún espacio en revistas escolares o universitarias.
Microficción seleccionada por Luciano Doti (Lomas del Mirador). Twitter: @Luciano_Doti